Araña

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—... Ieiri no responde su celular –dijo Yaga viendo como los ojos del chico frente a él eran descubiertos por los lentes que poco a poco se deslizaban por el puente de si nariz por la sorpresa.

—¿Qué?

—Se le envió a una misión de reconocimiento hace 4 horas con un joven de primer año –el hombre bajo la mirada al sentir los ojos acusatorios de Gojo sobre él —yo les dije que-

—¿Dónde está?

—Espera, Gojo –el profesor se acercó a él y le tocó el hombro —aún no determinan la situación; de asegurar el área, se enviará a Kento Nanami para-

—¿Para qué? –lo volvió a interrumpir —¿Para que vuelva a morir un compañero en sus brazos? –dijo recordando lo qué pasó con Haibara Yu cuando estaban en segundo año —apenas pasó un año de lo de Geto, no voy a permitir que Shoko pierda la vida por que un inepto envió a un médico-hechicero con un tarado de primer año. A la mierda, intenta detenerme –el chico comenzó a caminar a la salida pero se detuvo en el marco de la puerta —... inténtalo y no te prometo clemencia.

Y salió sin mediar más.

|...|

Había tardado menos de 20 minutos en llegar a la otra punta de la ciudad al tener que conducir. Su nueva puta habilidad no le permitía teletransportarse a más de 16 metros sobre si eje y si tenía un pasajero, este a veces moría o caía en coma de mínimo 5 horas.

Al ver la cortina Gojo se dispuso a entrar, ignorando aquellos que intentaban detenerlo.

Cuando vio aquel deteriorado monasterio, un escalofrío le recorrió la espalda. Debía encontrar a Shoko de inmediato.
Corrió hasta la entrada, importándole bien poco si atraía atención indeseada y gritando el nombre de su compañera comenzó una carrera en contra del reloj. Mientras mas tiempo pasaba, mayor era la probabilidad que la chica estuviera muerta.

Pero eso no detuvo a Satoru.

Registro de arriba hacia abajo todo el monasterio sin encontrar nada más que telarañas y mucho polvo, hasta que al final de este, cerca de las tumbas y aquel vistoso bosque, una voz lo llamó.

—¿Gojo-senpai? –un joven como de 15 años asomó la cabeza de entre los arbustos, viéndolo con un brillo indescriptible —¡Sabía que enviarían a alguien para rescatarnos!-

—¿Dónde está Shoko? –preguntó tajante.

—Ieiri-senpai me dijo que me escondiera aquí y no me moviera –admitió con pena el chico.

—¿Hace cuanto?

—Como... una hora –le dijo —mi Técnica Maldita no es tan poderosa, así que la maldición nos tomo por sorpresa –el niño se acercó a Satoru —ella me protegió cuanto pudo y en cuanto la perdimos de vista me dijo que estuviera aquí, que la ayuda no tardaba.

—Ve a la salida, allá hay personal que te va a socorrer en caso de herida o que tengas alguna maldición... –Satoru se dio la vuelta sin más y sin dejar de caminar, él le dijo —mejor date prisa, la maldición esta cerca.

—¡Pero Ieiri-senpai-!

—Solo me vas a estorbar, no molestes y vete –y con eso dicho, él desapareció.

Gojo se encontró en una habitación llena de veladoras encendidas, una especie de altar justo en el centro se alzaba y el ambiente tenebroso hizo que a Satoru se le erizaran los vellos del cuerpo.

—Estoy aquí –dijo cruzando los brazos —ya puedes dejar de esconderte; ese niño no está más.

El silencio sepulcral y una pronta brisa acompañado de un frío anormal hizo que en la habitación el miedo se palpara más- bueno miedo para cualquiera que no fuera Satoru.

—Te aconsejo que dejes a la chica –le aviso quitándose los lentes —me estoy perdiendo la hora del té con un panda bebé y eso no lo voy a perdonar –un grito femenino lo hizo girar la cabeza, torció los ojos e hizo una mueca —créeme, esa chica que tienes no grita así...- de hecho, te puedo asegurar que la ultima vez que grito fue en su nacimiento; mejor sal y apresuremos esto ¿si?

—¿Tu... eres... el heredero... del clan Gojo? –la voz femenina de algo saliendo del techo hizo a Satoru alzar su cuello para ver bien a aquel ente que estaba haciendo de las suyas —¿tu... eres...-?

—Si, si, si –le respondió rodando los ojos y poniendo ambas manos en la cintura —soy yo, el maravilloso Gojo Satoru. Ahora ¿me entregas a mi compañera por favor?

—¿La joven... de cabello... castaño? –preguntó aquella voz entre la oscuridad que ofrecía un rincón —ella... no podrá irse...

—Claro que no podrá, si no me la das; entrégala por las buenas o te la quito por las malas –alzo una ceja y estiro la mano, como si la vida de Shoko no dependiera de él.

—No es... tan fácil...

Del techo de aquel rincón comenzó a asomarse el largo cabello negro de una mujer con piel grisácea, tres pares de ojos rojizos.

—Te quiero... a ti –la mujer cayo al suelo dando un sonoro golpe.

—Hijole, eso no se va a poder –le dijo Satoru —yo ya tengo interés en alguien y no voy a dejar a esa persona por una... una... ¿una araña?

Cuando bajo, Gojo casi vomita al ver lo espantosa que se veía; una mujer con las tetas al aire de la cintura para arriba mientras que su mitad baja era el cuerpo de una araña. La maldición hizo un ruido como si aullara y se lanzó al joven, que no tuvo la necesidad de esquivarla; su infinito hizo todo.

—¿Porque no me das a mi compañera y nos olvidamos de esto? –le propuso.

—¡Hijo del clan Gojo! –aquella cosa se abalanzó hasta él, intentando arañarlo con aquellas garras por manos —¡Ah-! –gimió ella cuando él sólo lanzó a su frente un mondadientes y puso fin a su existencia.

—Ahora... si fuera una maldición, ¿dónde pondría una adolescente de 18 años, bajita y delgada? Quizás... ¿en la puerta número uno? –Gojo abrió de golpe un casillero que estaba por ahí y se sintió decepcionado al verlo vacío —¿en la opción número dos? –preguntó arrojando las cosas del altar por todos lados hasta desarmarlo y observar con un poco de irá creciendo dentro de él, que el lugar parecía haber estado intacto desde hacía mucho tiempo.

El gemido de algo lo hizo sobresaltarse y voltear al techo, viendo con una sonrisa cautivadora lo que llamó su atención.

—¡Shoko, querida! ¿Cómo fue que llegaste allá? –le comentó con obvio sarcasmo —¿sabias qué hay mejores maneras si deseas morir? –se burló buscando algo que lo ayudara a acercarse a la joven que se mantenía quieta y expectante —pudiste haberte aventado de un puente como lo pretendiste a los 15.

—O pude haber seguido a Geto cuando me pidió unirmele en su loco y estúpido plan –se burló ella en cuanto Gojo le quito la telaraña que cubría su boca y todo su cuerpo.

—Una muerte artística y elaborada, me gusta.

—Preferible hacer eso a seguir aguantando las órdenes de esos viejos sacos de polvo que no sirven para nada más que robar oxígeno –se rió Shoko, sintiendo como el muchacho pasaba sus manos por todo su cuerpo a propósito, para tentar el terreno en las curvas de la castaña —Abusas que esté atada ¿no?

—Solo compruebo que estes bien ¿si? –alzó las manos a cada lado de su cabeza con una sonrisa supuestamente inocente —mejor vayámonos, ese bebé Panda no nos va a perdonar por una semana si faltamos a su fiesta de té.

Gojo la cargo, echándosela al hombro como si no fuera nada e incluso ignoró aquella breve protesta que había salido de los labios de la muchacha cuando la mano de su compañero palmearle el trasero e incluso sentir como un par de dedos se colaban por debajo de la falda de su uniforme para tocar la piel bajo sus medias rotas.

Era divertido cuando Gojo se comportaba de manera quisquillosa, pues siendo un hombre tan activo y ella tan tranquila se podría decir que se completaban el uno al otro.

oneshots satosho #2022Donde viven las historias. Descúbrelo ahora