Niebla

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Era la primera vez que a Satoru y a Shoko los mandaban en una misión sin Suguru y el silencio desde que salieron de los terrenos del Instituto.

Incluso Hatake, el conductor que los estaba llevando a la locación de la misión, estaba bastante incómodo y eso que él hablaba hasta por los codos.

Pero en la defensa de ambos estudiantes, ninguno de llevaba bien. Apenas habían empezado su primer año y en los 6 meses que llevaba del primer semestre ambos habían tenido bastantes rencillas por ciertas actitudes que Gojo había tenido con la castaña o comentarios ácidos de Ieiri para con el albino.

—Hemos llegado –dijo Hatake viendo como Ieiri ni siquiera esperó a que el Honda Accord se detuviera y ella casi casi saltó del auto en movimiento —¡jesucristo redentor! ¿Se encuentra bien señorita Ieiri? –el pobre hombre iba a quitarse el cinturón y bajarse para asegurarse que ella estuviera bien pero la voz del joven le detuvo.

—No te preocupes Hatake, la señorita doña loca hace ese tipo de cosas todo el tiempo –se burlo Satoru bajando del auto y acercándose a la ventana del conductor —Espero no tardemos esta vez, hoy no viene Geto para tragar esas Maldiciones, así que supongo que será más rapido ¡nos vemos Hatake!
Se despidió el albino pegándole ligeramente al techo del coche en forma de despedida mientras le sonreía alejándose hasta donde estaba Shoko esperando con los brazos cruzados.

—¡Muy bien preciosa, vamos a liquidar esa maldición!

—Cállate por favor y deja de llamarme por apelativos aludiendo a la belleza física, yo no soy Mei Mei para aceptar tus piropos; dime Ieiri y ya –lo vio de mala gana mientras se giraba y se concentraba mientras levantaba la cortina —"eso que atemoriza más que la oscuridad misma, eso que es más oscuro que el negro... purifica las impurezas"

Ella empezó a caminar cuando el negro de la barrera empezó a bajar por todo el lugar, seguida de Gojo quien miraba el trasero de Shoko totalmente feliz y agradecido de subir escaleras para llegar al templo abandonado, incluso podía ver el inicio de sus nalgas y escondidas por sobre las medias y parte de sus calzones. Definitivamente, Dios existía y hoy lo favorecía mucho.

—Hey, ¿sientes eso? –Shoko se detuvo de improvisto y giró un poco la cabeza para ver la cara de Gojo.

—El ambiente se hizo mucho muy pesado –dijo Satoru poniendo atención a su alrededor mientras subía los escalones hasta quedar a un lado de la muchacha —esta neblina no es normal.

—No... –Shoko giró su cabeza para intentar ver hacia atrás —nada –dijo nerviosa al ver nada más que aquella espesa neblina que la hacía sentir escalofríos.

—Incluso bajo la temperatura –inconscientemente, Gojo se abrazó a sí mismo para que su calor no se fuera.

El vaho de su boca salió tan difuso que ni siquiera, estando a centímetros de su rostro, Shoko podía apreciarlo claramente. La niebla comenzaba a hacerse más y más densa, al punto que tuvo que tomar la manga de Gojo para que este no saliera corriendo y hacer lo que siempre hacía en las misiones con su otro compañero, cagarla y que tanto Geto como Ieiri arreglaran sus desastres.
Además -y aunque odiará admitirlo- a Shoko le estaba comenzando a picar la espinita del miedo, algo que casi nunca ocurría porque ella tenía un muy buen estómago para todo y un temple de acero, sabía tomar decisiones bajo presión, se adaptaba a trabajar con cualquiera, era una favorita entre los maestros y superiores por su Técnica Maldita Inversa, era seria y buena estudiante; Shoko provenía de una familia de No-Hechiceros donde el don de ver, sentir y escuchar era algo que se heredaba de padre a hijo sin excepción, todos siendo hombres de bien y muy buenos con todo eso de las energías... claro, hasta que nació ella como primogénita y sus habilidades explotaron a la tierna edad de 5 años.
Como sea, ninguno de sus familiares calificaba como para entrar al Instituto Metropolitano de Hechiceria de Tokyo y los que medio calificaban, rechazaban la oferta por miedo.

oneshots satosho #2022Donde viven las historias. Descúbrelo ahora