Colegio

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A Gojo jamás le gustó asistir a la escuela, de hecho, él prefería quedarse en su casa y atormentar a sus sirvientes que quedarse soportando a una mujer que hablaba mas que aquel perico que vio en las Bahamas en las vacaciones pasadas.

—¡Buh! –se quejó él viendo a la ventana del aula sin nada de interés en la clase de Biología que estaba dando la vieja profesora.

Satoru tenía 8, no lo podían culpar por ser no prestar atención a algo que en realidad no le gustaba. Sonrió al imaginarse correr en el patio de la mansión, mientras que sus sirvientes corrían detrás de él e intentaban atraparlo diciendo "¡Satoru-sama, deje el bate!" o "¡Por favor suelte la espada de su bisabuelo!" o "¡por favor baje de la cornisa!"
Era divertido meterse con ellos porque al final del día, nadie lo regañaba o le decía cosas. Era genial ser él.

—¿Profesora Inoue? –llamó la directora desde la puerta. La mujer atendió la consulta de la pelinaranja y se quedó un poco de rato hablando mientras el caos reinaba en el salón todo liderado por el pequeño peliblanco.

—¡Atrapa! –le gritó un niño a Gojo mientras le pasaba la lapicera de una compañera y comenzaban a jugar entre ellos y ella, en medio, la intentaba recuperar.

—¡Silencio! ¡Gojo, deja la lapicera de Amane! ¡Fukukado deja de comer-! ¡Dios bendito, Tsukishima! ¡No te metas los colores en cada orificio en tu cara! Dios...

—Niños, hoy tendremos una clase muestra –dijo levantando un envoltorio de chocolate —saluden al señor Ieiri Sei, hará una clase de inglés básico.

De la puerta entró un hombre alto, con una sonrisa cansada y con un traje un poco arrugado en los pliegues, el cabello castaño oscuro bien peinado y bajo sus verdes ojos cansados, unas ojeras enormes.

—Buenos días niños –se inclinó un poco saludandoles —mi nombre es Ieiri Fugaku, haré de su maestro el día de hoy; llevémonos bien –él empezó a hablar sobre su trabajo y sus estudios, cosa que aburrió de sobre manera a Gojo.

Pensó en lo mal vestido que iba y en lo acabado que estaba hasta que su vista se detuvo en una personita a un lado de la directora, que veía con desinterés hacia la ventana.
Era una niña bajita con cabello y ojos castaños obscuros, de tez blanca y pálida, vestida con un vestido rojo con estampado de flores de diferentes tonos del mismo color y un sweater beige, un par de zapatos de charol negros y calcetas cortas con olanes.
Parecía estar tan absorta de lo que la rodeaba que cuando miro al frente y pasó su mirada en cada asiento hasta llegar a Gojo, ella solo ladeó un poco la cabeza y después lo ignoro.

Y así fue toda la clase, ella lo ignoró aun cuando él hizo de todo para llamar su atención. ¿Porqué hacía eso? Ninguna niña le llamaba la atención, todas eran feas y tontas y no sabían apreciar lo cool que era y las que lo hacían eran castrosas.
¿Qué tenía esta niña de especial?

Cuando la chicharra sonó dando por terminada la jornada escolar.

Todos salieron corriendo apenas escucharon el timbre de la libertad, todos menos Gojo, que hizo tiempo en guardar sus cosas.

—¿Vienes? –le preguntó Shinra, uno de sus seguidores.

—Adelántate yo-... yo haré algo –le dijo sin más, dejando al chico con la palabra en la boca.
Salió corriendo hacia donde creyó ver a la castaña con el profesor aburrido y la directora tonta.

Al casi dar la vuelta por una esquina, Gojo por poco cae al piso cuando se escondió rápidamente al ver a la niña junto con el hombre y la directora.

—Señor Ieiri, ¿podría acompañarme a la oficina?

—Claro maestra, Shoko, –el tomo el hombro de ella y le sonrió —papá tendrá que ir un momento con esta amable señora ¿te importa quedarte un momento a solas?

—No –le dijo tajante. El hombre le volvió a sonreír con expresión cansada y ambos adultos se adentraron a la oficina. Shoko tomó asiento en una banca cercana y espero paciente a que su padre saliera moviendo sus pequeños pies al no poder tocar el piso —¿no vas a salir? –preguntó al aire, sin ver a ningún lado —te vi cuando casi te caías hace rato y escucho el cascabel que tienes como llavero, ¿qué quieres?

Gojo trago saliva y lo pensó un momento ¿que qué quería?... ni siquiera él mismo estaba seguro de eso.

—¿Quién eres?

—No, ¿quién eres tú? –la niña soltó a la defensiva.

—Gojo –alzó los hombros restándole importancia —¿eres algo del maestro ese?

—El maestro ese es mi padre –dijo con autoridad —y te recuerdo, eres el niño que no le paraba la boca durante su demostración. ¿Qué te pasa? ¿Tu cerebro es tan estúpido no puede procesar algo tan simple como una petición de silencio?

Él abrió los ojos y ofendido puso sus manos en su cintura. Ambos discutieron un rato para luego llegar a platicar sin menos de dos insultos por oración.
Shoko era linda y muy inteligente, ella estudiaba en un colegio de monjas, donde solo se admitían señoritas.

—Es muy aburrido estar ahí –torció los ojos —no puedo jugar brusco porque la madre superiora nos dice que eso no es de "señoritas buenas" –resoplo.

—¿Porque no te cambian?

—Tengo una beca por parte de mi tía abuela materna, fue monja ahí y enseñó por muchos años –alzó los hombros —además ¿a donde iría a mitad del año?

—¿Aquí? –dijo Satoru sonrojado —eres inteligente, seguro te adaptas bien.

—Bueno... mi papá me dijo que si lo aceptaban en este trabajo, el año que entra podría pedir una beca y meterme aquí con él.

—¿Por que una beca?

—Satoru, no todos somos niños ricos y mimados –rió la castaña pegándole con su hombre en el brazo —además, estaríamos más cerca y conviviríamos más.

—¿Qué hay de tu mamá? ¿Porque no te cuida ella como las mamás normales, si no tienes una nana?

—Te quiero pegar –dijo Shoko honesta —mi mamá murió hace unos años cuando dio a luz a mi hermano menor, que también se murió –Gojo vio horrorizado a la niña quien contaba con total normalidad aquella tragedia —no pongas esa cara tarado, ni siquiera la conocí o recuerdo algo de ella. Murió cuando tenía 2 años.

—Vaya... la vida de pobre es horrible –Satoru se rió por cómo ella le pegaba inútilmente en las costillas para "hacerlo sufrir" cuando en realidad solo lo hizo reír.

Los minutos de convirtieron en horas que no sintieron hasta que un hombre bastante mayor se acercó a ambos y llamó al niño.

—¡Joven amo! –el hombre se inclinó ante él —lo he estado buscando, por todos lados... ¡pensé que algo malo le había ocurrido! ¿Esta de nuevo en problemas?

—¡Shōto! –dijo el albino a modo de saludo —estoy esperando al papá de mi amiga.

—Lo lamentó joven Satoru, pero debemos irnos, su padre no debe tardar en llegar a casa con su nueva esposa –le informo.

Él, con cara de decepción, se despidió de Shoko con la mano y acompañó al hombre mayor hasta la salida.

Después de aquella tarde, Satoru nunca mas vio a la niña con la que tanta química tuvo.

oneshots satosho #2022Donde viven las historias. Descúbrelo ahora