Cosecha

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La vida es como una semilla. Al sembrarse uno debe de regarla, darle cuidados, amor y mucha atención; hay que estar pendiente por si el brote va bien, por si hay plaga, por si la lluvia lo perturba, si el viento hace que comience a crecer de forma errónea, si el sol está quemando sus hojas, etc.

Por eso, una vida es tan preciosa como una flor de primavera, tan frágil como el aleteo de una mariposa, tan fuerte como un huracán arribando en la costa, tan efímera como el ulular de un búho en medio del bosque.

—¿Ieiri? –preguntó Mei Mei mientras se acercaba con Utahime detrás de ella —¿Estas bien?

—Chicas –saludó a las dos con una sonrisa —claro, ¿porque no he de estarlo?

—Luces bastante distraída –Iori se acercó con preocupación.

—No se preocupen –les sonrió mientras tomaba un mechón de su corto cabello y lo acomodaba detrás de su oreja —mejor vayan a la puerta, ¿qué no tienen una misión hoy? Seguro ya las están esperando.

—¡Es cierto! –le dijo con premura la chica con la cicatriz —¡Nos vemos!

La albina solo alzó la mano y se despidió de la chica, quien le sonrió con dulzura y volvió su vista al frente.

—Ojalá no mueran –susurro ella mientras se recargaba en la barandilla y ponía su mano izquierda sobre su barbilla.

—No creo que vayan a morir –la voz de Gojo a un lado de su oído le hizo estremecer, volteó y sonrió torciendo los ojos —hola hermosa ¿pasa algo?

—Nada, solo estoy pensando –la castaña se giró un poco —¿Qué es lo qué haces aquí? ¿No tenias una misión con Geto?

—Me dijo que lo podría manejar.

—¿Qué le diste? –ella alzó una ceja, viendo sus ojos de manera retadora.

—... lo soborne con invitarlo a desayunar, comer y cenar todo un mes –sonrió con malicia.

—Cuando Yaga-sensei se enteré-

Si se entera, querida Shoko –el albino le guiñó un ojo y se pasó a su lado izquierdo —como sea, ¿en qué piensas? ¿Es sobre aquello que nos dijo el viejo cuando entramos?

Ella guardó silencio y siguió viendo el horizonte.

Gakuganji Yoshinobu había visitado el salón del único grupo de primero que había en esos momentos en la escuela y habló sobre el valor de la vida, el compañerismo y mierda de esa.

No le preocupaba su vida, de hecho pensaba que si moría haciendo algo que salvara a alguien sería mucho mejor para ella que simplemente botandose de un barranco o colgarse de un puto poste como había pensado siempre; la idea de morir nunca le fue indiferente... de hecho, le parecía tan atractiva que si no hubiera estado tan aburrida y fuera tan floja, seguro hubiera saltado frente a un camión camino a la escuela durante la secundaria.

Pero su vida era un semillero que estaba germinando, que crecía en un jardín lleno de muchas plantas hermosas que eran tan diferentes pero tan iguales entre sí que simplemente, la idea de cosechar los frutos de en lo que ella se estaba convirtiendo le parecía bastante atractiva.

Pero ahora... ella estaba entablando amistad con los dos únicos compañeros de aula que tenía en aquella extraña escuela, en especial con el más alto que no paraba de merodear a su alrededor y solo se la pasaba diciendo basura inservible.
Shoko llegó a pensar que él estaba maldito, pero conforme a los días pasaban, se dio cuenta que en realidad Gojo era un idiota. Un idiota muy atractivo, muy simpático cuando no salía con la estúpidez mas grande que jamás hayas escuchado en tu vida, era listo, era fuerte y sabía lo que quería y a donde iba.

Eso era algo que le gustaba a Ieiri en las personas.

Pero había algo... algo que creció y se cosechó mientras más y más convivía con él. Cuando estaba cerca, sentía sus piernas temblar, su corazón totalmente taquicardico, su pulso subir a las nubes y no paraba de sonreír y sonrojarse cuando él la rozaba o hacía, generalmente, cualquier cosa.
Por esa misma razón, ella comenzaba a sentir miedo cuando salían de misión y las mismas preguntas surcaban en su mente:

¿Estará bien?
¿Le habrá pasado algo?
¿Estará herido?
¿Cuándo volverá?

Pero él era Gojo Satoru, el hechicero más fuerte que había el toda la sociedad.

No debía preocuparse... pero aún así.

—¿Shoko? –dijo pasando su enorme mano frente a ella, trayéndola al mundo de la conciencia.

—¿Eh?

—Nada de 'Eh' con esa cara, casi estabas babeando –se rió pasando su brazo derecho sobre los hombros de ella y la acercaba a su cuerpo —deja de pensar... es más ¿te apetece ir a algún lugar para comer?

Ieiri sonrió y asintió —elegiré lo más caro de la ciudad, prepara tu cartera.

Él solo se carcajeó y siguió a la castaña que iba tomando la delantera.

Definitivamente, él era estúpidamente especial.

oneshots satosho #2022Donde viven las historias. Descúbrelo ahora