Sabroso

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Shoko siempre fue una mujer atea, no importaba la situación, ella buscó la explicación racional a todo.

Por eso había empezado a estudiar medicina, por el método científico y la manera en la que trataba ciertos aspectos.
Al tener su primer contacto hospitalario en prácticas, a ella le sorprendió mucho ver imágenes religiosas por todo el lugar, algo inaudito de ver en los otros recintos a los que ella había ido pocas veces en su vida.

La enfermera le dijo que era "por seguridad" y que debería de tener alguna protección. Claro que si, "protección"- que cosa más ridícula.

—¡Nos vemos mañana Shoko-chan! ¡Descansa! –le grito Utahime, entrando a un convertible hermoso que arrancó apenas cerró ella la puerta.
La chica le sonrió y solo levantó la mano y cuando ya no la vio más, la castaña comenzó a caminar con rumbo a la parada de autobuses más cercana; debía guardar dinero si sus papás iban a seguir sin darle la miseria que le enviaban mes con mes.
Se puso los audífonos y comenzó a caminar en aquella calle iluminada por farolas y la tenue luz de la luna.

Se sentía muy cansada, demasiado agotada y sus pies pesaban mucho, por los que el camino fue una eternidad; había tenido doble guardia por petición de su profesor para "compensar" horas faltantes en su hoja de registro semanal... solo por que ella no se quiso acostar con ese hijo de perra aprovechado ahora abusa de su poder-

—Maldito panzón asqueroso –dijo ella apretando la mandíbula enojada en cuanto llegó a la parada.

—Oh, por favor, tengo buena forma querida Shoko–escucho decir una voz aún teniendo sus audífonos puestos. Ieiri volteó para buscar a su dueño, pero se vio sola-justo como ella había visto la estación cuando llegó —¿cierto? –esta vez, a Ieiri se le erizó todo el vello del cuerpo al sentir una respiración cerca de su cuerpo, un par de labios calientes en su cuello y aquella voz que simplemente volvía a escuchar con la música a tope.

—¿Pero qué?

—Lo lamento, ¿te sorprendí? –dijo una figura a su lado izquierdo —no fue mi intención.

Frente a ella, un hombre en exceso alto, de cabello blanco, vestido con el uniforme quirúrgico del hospital y unas gafas de sol horribles se apareció sonriendo.

—¿Qué mierda? ¿Cómo-?

—Intento hablarte desde hace un rato, tuve que gritar un poco –se burló cuando la vio sacarse los audífonos para prestarle atención —es solo que, cuando llegaste y dijiste "panzón" y yo era la única persona aquí...- bueno ¿tu que creerías?

Ella lo vio avergonzada al darse cuenta que era una histérica y que necesitaba una noche de sueño o morirse, lo que llegara primero.

—Lo- yo soy la que lo siente –dijo Shoko protegiéndose del frío con su bata médica mientras maldecía el clima tan cambiante que había estado haciendo ese mes —estuve tan absorta en mi misma que no me di cuenta que había alguien más aquí –le confesó con total honestidad.

—No te preocupes, te entiendo –se burló —los alumnos en ese hospital sufren demasiado y muchos terminan internados ahí mismo –explicó —no es tan inusual que termines atendiendo a algún compañero de tu clase o mayor.

—¿De verdad? –preguntó ella.

—¡Claro que si! –él se acercó un poco y se recargó en el poste cerca de donde estaba ella —yo he visto caer en burnout a muchos chicos, personal de enfermería, médicos de base, MIP, y sobre todo a los estudihambre.

Ella rió un poco al escuchar aquella palabra con la que ahora ella se sentía identificada. Un leve dolor en su estómago la hizo seguir escuchando lo que él decía mientras tomaba su estómago para aguantar el hombre; no había ni desayunado y mucho menos comido y para esa hora (las 10:30) seguro la tienda de conveniencia estaba cerrada.

oneshots satosho #2022Donde viven las historias. Descúbrelo ahora