Inugami

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—"Los Inugami sirven a sus maestros lealmente, realizando tareas como un perro fiel. Son leales a una sola persona o a una sola familia, y a menos que sean gravemente maltratados, permanecen leales para siempre; estos espíritus se pueden transmitir de generación en generación como una reliquia familiar. –leyó Shoko aquel pedazo de papel —Se dice que una familia era propietaria de tantos Inugami como miembros del hogar, y cuando una nueva persona se une a la familia, también reciben su propio familiar..."

La castaña tenia muchísimo trabajo junto, pues la matanza que hubo en Shibuya, los heridos y el desmadre que dejo a su paso Mahito la tenia vuelta loca.

Los dos espíritus frente a ella habían aparecido de la nada, con un mensaje en el hocico de uno de ellos con destinatario para la misma Shoko y un remitente que la dejó pensando.
Al abrir la carta se encontró con una hoja sencilla de color blanco con una letra horrorosa que irremediablemente reconoció como la de Gojo y dentro del sobre que la contenía, estaba una caja muy bonita de terciopelo negro.

Shoko se dio a la tarea de leerla varias veces sin creer poder creer ninguna de las palabras que aquel hombre al que conoció por más de diez años, plasmó en ese simple pedazo de papel lleno de tinta negra y hasta abajo otro poco de tinta pero roja muy parecida a la sangre, asemejaba una especie de firma.

La castaña tomó la cajita entre sus dedos y la examinó mil veces, poniendo energía maldita dentro de ello, pensando que podría ser, quebrándose la cabeza para así poder descifrar aquel mensaje en la carta, los Inugamis frente a ella y la caja negra.
¿Será que la dejó como benefactora en algún seguro de vida? ¿Será acaso una de sus bromas?

Su curiosidad no pudo más y terminó abriéndola sin poder creer lo que veía...

Bajo la vista y le sonrió a aquel animal mítico que disfrutó de la caricia que la mujer le brindaba.
La soledad en la morgue la tenía deseando con todo su corazón que llegara Satoru a molestarla, hacer ruido, llevarla a comer o algo, cualquier cosa que le devolviera la esperanza de qué tal vez y solo tal vez, aquello fuera una retorcida broma de su amigo.

Shoko soltó un breve lágrima sin querer, sintiendo el peso de la carta que había leído con anterioridad y de aquel pequeño obsequio entre sus dedos.

—Estúpido Gojo... sabes que no me gusta usar anillos –dijo viendo aquel hermoso par de anillos de boda.
Ieiri se tomó el tiempo de examinarlo viendo a detalle todo lo que este era; un anillo de oro blanco con un pequeño diamante blanco en el centro de este y un grabado al interior de ambos anillos.

Shoko suspiró con pesadez y luego sonrió con tristeza, puso el anillo más pequeño en el dedo de su mano izquierda y sopesó el hecho de tener ambos familiares bajo su cuidado y el significado de ello. A continuación tomo el otro anillo más grande y lo sostuvo entre sus dedos viéndolo por un largo rato.

No tuvo que pensarlo mucho en realidad, desde hacía muchos años, después de lo de Geto, ellos habían hecho un pacto silencioso del que nadie tenía conocimiento.

Se quito la cadenita que su hermano mayor le había regalado en su quinceavo cumpleaños, beso con mucho dolor aquel anillo y le susurró:

—Donde quiera que estes... a donde quiera que vayas... en cualquier momento o en cualquier lugar –ella pasó el anillo por la cadena y procedió a colocársela en el cuello otra vez —tu serás tan mío como yo soy tuya... –termino la frase llorando amargamente mientras que los Inugami se acercaban a ella al sentir el dolor con las que sus lágrimas manchaban el rostro de su nueva dueña y miembro del clan Gojo.

oneshots satosho #2022Donde viven las historias. Descúbrelo ahora