Sirviente

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Odiaba su vida.

Dios santo, no podía dejar de odiar su vida ni sentir como se hundía en su miseria mientras la mirada divertida de Shoko lo observaba ir y venir con ese estúpido uniforme de maid que le había ordenado ponerse.

—Quiero mas té ¿Satoru? –alzó el vaso mientras lo agitaba en el aire —¿gustas algo más Suguru querido?

Suguru se quedó callado mientras negaba aguantándose la risa al ver como su amigo se acercaba como perrito faldero a la chica y le quitaba el vaso para irse en silencio y visiblemente molesto.

—¿No crees que ya lo castigaste suficiente Shoko? –le preguntó después de soltar una risa cuando no vio más al joven —siento lástima por Satoru y vaya que eso es decir mucho viniendo de mi. Además míralo, ya está más que muerto de cansancio el pobre.

—¡Bah! –e hizo un gesto con la mano para restarle importancia —se lo merece; uno no apuesta su dignidad en un concurso de bebidas contra mi y de verdad espera ganar.

Geto se rió escondiendo su rostro en uno de los cojines de la pequeña sala de su amiga.

—Además, por los exámenes y proyectos en la facultad no he podido hacer aseo en esta mierda de departamento –se quejó recostándose completamente en el viejo sofá mientras hacía un puchero.

—Claro, a duras penas se baña la puerca –dijo Gojo entrando con el vaso de Shoko lleno —deberías de ver cuanta ropa tiene por lavar –se giró para ver a la chica que lo veía acostada en el sofá de dos piezas —existen lavanderías que lo harían gustosos ¿sabes?

—No todos tienen el poder económico que tú tienes baboso –torcio sus ojos y sorbió la bebida fría, sonriendo al sentir lo refrescante que se sentía en su garganta en aquel día tan caluroso de agosto —además, apenas tengo tiempo de hacer lo básico, comer y bañarme.

—¿Y de dormir? –preguntó Geto tomando otra galleta del centro de mesa.

—Eso es de débiles –bromeó haciendo reír a ambos.

—Le dije muchas veces que mi casa siempre hay habitaciones vacías –Gojo levantó las piernas de Shoko y se sentó en aquel espacio, poniendo ambas extremidades arriba de las propias —tendría todos los servicios, una alacena llena de comida local y extranjera, ropa limpia y planchada siempre, personal que estaría para ella y sus caprichitos de niña chiquita, transporte cuando lo necesite, mi hermosa y sofisticada compañía; digo, ¿qué más podría pedir?
El hombre puso su codo en la cadera de Ieiri y recargó su barbilla en su mano.

—Jamás voy a aceptar Satoru, por más que insistas –la chica sonrió —pero como siempre, voy a agradecer la oferta.

—Tiene que cuidarte si no ¿quién será la doctora que lo atenderá cuando tenga una sobredosis de azúcar por comer tantos dulces sin moderación? –se burló Geto.

—Mentira no es –se rieron los tres.

Después de un rato más platicando, a Geto le llego una llamada urgente, que lo obligó a retirarse por un problema con un proyecto de su carrera y como buen abogado, les sacó el dedo medio y se retiró mientras llamaba un servicio de coche.

—Nadie te permitió descansar –dijo Shoko mientras se levantaba un poco con ayuda de su codo —termina de limpiar la estufa, después seguirás con el resto de mi ropa y luego me darás un masaje.

—¡Vamos Shoko! –el hombre comenzó a hacer berrinche, sacándose sus lentes para verla con ojos de tlacuache aplastado —estoy cansado, me duelen mis piesitos, mis manitas y tengo hambre ¿porque no llamo a mis sirvientes y que hagan este trabajo? Podríamos terminar de ver She-Hulk mientras comemos, ¿si?.

—Gojo, enséñate a trabajar, maldito niño mimado y rico –Shoko le sonrió con superioridad.

Haciendo un puchero con los labios, Gojo comenzó a maquilar la idea mas maravillosa que su increíble mente jamás haya pensado. Era un genio.

Con su mano libre, comenzó a acariciar con la punta de sus dedos la piel del muslo, expuesta por el short de Shoko.

—Es una lastima... –dijo subiendo un poco hasta que parte de sus uñas se perdían debajo del inicio de la prenda; yendo y viniendo creando una caricia tan suave que hacía a Ieiri sentir escalofríos —podríamos aprovechar ese tiempo como mejor nos gustaría... ver esa serie... ir a comer a aquel lugar italiano que te gusta, nadar en mi piscina, ir al parque, o... no lo sé jugar a algo.

Esto último llamó la atención de la muchacha.

—Todo suena tentador pero quisiera preguntar... –ella en un rápido movimiento quito las manos de Gojo de si misma y se sentó sobre de él —¿Y como a que jugaríamos?... ¿Tienes algo pensado?.

El aliento cálido de Shoko hizo a Gojo tragar fuerte mientras sonreía.

—Ahora que lo dices y mientras estamos así –sonrió bajando sus manos con una tortuosa tranquilidad de su espalda hasta el inicio de sus nalgas —se me ocurren mil maneras de como pasar la tarde...

Ninguno pensó mucho en lo que seguiría, pero el primer beso que compartieron les supo a gloria a los dos.
Gojo se quitó varias veces el corto cabello de su amiga mientras no dejaba de masajear su trasero y jugar con el calzón debajo de la tela del short, donde su mano se coló y se rehusó al salir.
Los brazos de Ieiri rodeaban el cuello de Gojo mientras que con la cadera hacía movimientos circulares tan lentos y tortuosos que Gojo empezaba a ponerse duro de solo pensar que pronto estaría hundido entre las piernas de esa chica.
Una de las pequeñas manos de ella comenzó a trazar un camino invisible desde el cuello, pasando la clavícula, el pectoral y deteniéndose justo donde su pezon se encontraba, rozándolo sobre la tela del disfraz de maid.
Gojo hecho la cabeza para atrás, rompiendo el contacto con ella y gimió fuerte al sentir la uña de su amiga rozarlo. Se mordió el labio cuando, sumado a la tortuosa y exquisita caricia que ya le daba a su pezón, Shoko comenzó a besar su cuello con una lentitud monstruosa.

—Dios- Sho... –la llamó mordiéndole el labio inferior mientras la seguía besando y sus manos ágiles se metían debajo de la camisa de los Bulls que le había quitado a Geto y jamás se la devolvió. Con la yema de su dedo derecho toco el botón del seno de su amiga haciéndola gemir, su roce era leve y hasta tierno, dejando a Shoko deseando más pero cuando menos espero ya Satoru estaba metido dentro de la camisa mil tallas más grande a la de Ieiri, lamiendo cada centímetro de piel.

Shoko no se quedó atrás y en un descuido de Gojo, subió la falda de su uniforme y empezó a tocarlo por sobre el bóxer.
Y justo cuando Gojo se sentía en el paraíso...

—Bueno, voy a la tienda de conveniencia de la esquina por bolas de arroz y refresco –dijo levantándose del regazo de Gojo, dejándolo abrazando al aire y como asta de barco —ya te dije, la estufa, ropa y luego mi masaje.

Luego, Shoko salió de su departamento sin mirar atrás y Gojo se quedó ahí solo, sentado sin saber exactamente qué había pasado.

—Maldita calienta-bolas –se mordió el labio inferior cuando recobró el sentido y supo quien era. Se levantó con una sonrisa de autosuficiencia mientras pensaba en lo bien que se sentían los labios de su amiga y en cómo haría para volver a apostar contra ella, perder una vez más y así volver a ser su sirviente.

oneshots satosho #2022Donde viven las historias. Descúbrelo ahora