Tenue

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Gojo se despertó al escuchar aquel tenue sonido de suspiros que buscaban consuelo, desorientado volteó a todos lados y buscó el origen de aquel sonido.
Parecía venir de fuera de su habitación, por lo que con desconfianza y preparado para usar Rojo se calzó las pantuflas que le regaló Nanami en el intercambio de maestros por Navidad y comenzó a caminar hasta la puerta, donde tomó el pomo y lo giró con cuidado. Al asomar su cabeza, vio a ambos lado y le sorprendió ver el pasillo sin iluminación; extraño, pues a él le aterraba la oscuridad y todo lo que podría esconder esta.

Camino hasta la habitación que usaba como oficina y al llegar, pegó su oreja a la puerta y en silencio escucho como los suspiros parecían provenir de ahí. Alzó una ceja y se preparó para todo.

... para todo menos lo que vio al abrir la puerta.

—¿Qué cara-? –Gojo se adentró a la habitación y se sorprendió al ver todo cambiado. Las paredes antes verdes, ahora estaban pintadas de azul cielo y eran adornadas con muchos dibujos infantiles de animales e incluso alcanzó a ver uno que le llamó la atención; eran varias personas y por cómo estaban dibujadas y sus expresiones, parecían ser sus queridos estudiantes Maki, Nobara, Panda, Toge, Megumi, Yuuta y Yuji.
Al girar, vio sobre un ropero blanco varias fotografías que parecían más bien manchones de pintura de diferentes colores.

Pero lo que más alarmo a Gojo, fue la cuna cubierta por una tela ligera justo en el centro de la habitación, de la que provenían aquellos suspiros desconsolados.

Gojo se acercó con curiosidad y al abrir con seguridad la cortina, se topó con la imagen de un pequeño bebé de cabello blanco, vestido con un mameluco del mismo color adornado con pequeños puntos amarillos y calcetas de color blancas en manos y pies; el cual había empezado a llorar con más fuerza al sentir la presencia del hombre.
Una oleada de calor lo invadió y su cuerpo actuó por inercia, Satoru lo tomó en brazos con cuidado pegándolo a su pecho desnudo, eso pareció bastarle para calmar al bebé que empezaba a controlar su respiración y cerraba sus ojos mientras parecía volver a dormir.

Gojo no sabía cómo cargar una persona -eso lo podía confirmar cualquiera que haya sido sujetado por el hombre- y con eso, era obvio que mucho menos sabía como cargar de un bebé.
Sus pies lo llevaron a caminar hasta la ventana para que la luz de la luna le diera mejor y así poder apreciarlo con claridad.

Al llegar, los ojos azules del bebé lo veían de ves en cuando mientras intentaba luchar contra el sueño, su cabello era blanco como el propio con la diferencia en que el de el pequeño era un poco menos rizado, sus mejillas rosas por el esfuerzo parecía duraznos maduros, su nariz era tan pequeña y respingada que a Satoru le dio risa, sus labios eran pequeños y el arco de cupido estaba bastante marcado y bajo su ojo derecho un pequeño lunar adornaba su perfecta y regordeta cara.

El corazón pareció darle un vuelco cuando, con una sonrisa, su mente conectó los puntos. Ese era su hijo, o el que sería su hijo, o como se imaginaba que sería su hijo.

De cualquier manera, Gojo lo abrazo con un poco más de fuerza y lo acerco para besarlo en la coronilla, haciendo suspirar más fuerte al bebé al sentir aquel acto de cariño por parte del hombre.

—Sabía que al final te despertarías –una voz detrás de él lo alertó —tienes el sueño pesado ¿sabes? –se rió la persona. En aquella oscuridad, Gojo no podía distinguir quien era y aun cuando se acercó, él no pudo decir de quien se trataba.
Era como ver un manchón, como si a sus ojos le faltaran anteojos para poder ver a esa persona y solo a esa persona porque todo lo demás lo veía con claridad.

—¿... quién-?

—Ya que lo tienes en brazos, ¿porqué no lo vuelves a dormir? Yo lo dormí antes y creo que es el turno de su padre que lo duerma –se burlo y le paso el biberón —pero ve a la mecedora, es más fácil dormirlo allá.

oneshots satosho #2022Donde viven las historias. Descúbrelo ahora