Niños

355 19 0
                                    

Desde que recuerda, Shoko siempre había tenido una pesadilla que no la dejaba descansar por las noches.

Ninguno de sus padres o su hermano mayor podían entender que era lo que ocurría con la tierna Shoko de apenas 4 añitos quien era víctima de terrores nocturnos al punto de que ni sus propios padres la soportaban.
Su bisabuela paterna, una mujer ya muy mayor pero llena de cariño y sabiduría que la pequeña no entendía, pero adoraba, siempre estaba dispuesta a cuidarla para que la familia Ieiri descansara una noche o dos.

La vieja de cabello totalmente blanco, ojos almendra y piel morena era de ascendencia Azteca, de un pueblo ya olvidado donde solo las ruinas y los animales existían, por lo que al tener a la pequeña Shoko en su casa, siempre le preparaba un té de no se que tanta hiervas.

—Esto es para ahuyentar a aquellos malos espíritus que acechan en la sombra a plena vista mi niña –le dijo la mujer cuando ella, por curiosa y en su mocho hablar, le preguntó para que era aquel brebaje que le preparaba con su cena.

Shoko no dijo más y volvió a jugar con su Barbie navideña, que le habían regalado hacía unos pocos días en el 25 de Diciembre.

La Nana vio con lastima la inocencia de su bisnieta, sus ojos café marcados por el cansancio y unas enormes ojeras bajo estos que solo podrían compararse con las de un adulto harto de todo, su corto cabello castaño que iba perdiendo el brillo, su piel de porcelana más pálida a lo que normalmente es...
La mujer se giró y comenzó a revolver el pocillo con lentitud, sintiendo un nudo en la garganta y la impotencia de no poder hacer más.

Cuando Shoko terminó de cenar, su abuelita le pidió guardar sus juguetes e ir al baño para así lavarse las manitas y los dientes.
Ella obedeció y al entrar al baño, jalo un banquillo de madera, hecho por especialmente para ella. Después de que terminó su aseo, se bajó y comenzó su trote feliz por el pasillo que daba a la habitación de su abuela, en donde ya estaba dentro ella lista para preparar a la niña para dormir. Ya dentro de la cama, bajo las sabanas y con su bisabuela acariciando su pequeña nariz mientras le cantaba algo en su idioma de origen, Shoko fue cerrando los ojos hasta caer en un sueño profundo.

|...|

Se levantó de su cama con un sonoro jadeo que la hizo espantarse al sentir que no había nada de aire en sus pulmones.

Estaba en una habitación extraña, al estilo japonés con unos dibujos extraños en las paredes; Shoko no sabía dónde estaba ni entendía que sucedía.

—Quiero salir –dijo alguien al otro lado de la puerta, una voz infantil llena de fastidio y obvio aburrimiento.

—¿Hoda? –preguntó ella bajándose con cuidado de la cama alta y caminaba hasta la puerta de biombo que separaba lo que parecía ser una habitación contigua —¿Dsabes donde edsta mi Nana?

—No, tonta –dijo él —por milésima vez, no se donde esta tu Nana. Debe de estar afuera o que se yo.

—¿Me puededs llevar? –la inocente voz de Shoko hablándole a la pared hizo que esta persona suspirara.

—Si pudiera salir de aquí, ya lo hubiera hecho desde hace mucho tiempo.

Ella se quedó en silencio y después tomó asiento cerca de la puerta, alisándose el blusón azul cielo con patitos en la punta —¿donde edstoy?

—Niña, ni yo se donde estoy –ella sintió como el peso de algo se pegaba a su espalda, como si la persona del otro lado del biombo hubiera imitado su acción —y si pudiera, ya hubiera salido desde hace muchísimo tiempo... –un silencio triste se hizo presente —los niños me esperan... y la persona que mas quiero en el mundo debe estar muy preocupada.

—¿Tu mamá?

—Mejor.

—¿Tu papá? ¿Tuds hermanods?

—No tengo ni lo uno ni lo otro.

—¿Tuds amigods?

—Cerca, muy cerca.

—¿Tu abuelita? Mi Nana es mi mejor amiga.

Shoko escuchó la risa infantil de él, sintiendo curiosidad por que había sido lo que le había provocado tal ataque de risa.

—¿Edsos niñods? –preguntó Shoko.

Podría ser –dijo con honestidad —pero no, mi única amiga es una doctora.

—¿Estas enfermo?

—Nop –comentó seguro de si mismo, algo que Shoko le hizo sentir algo irritado pero, de alguna manera, aliviada —la conozco desde hace mucho tiempo y es muy especial para mi-

—Oh –dijo ella —a mi me dan miedo los doctoreds.

—¿Porqué será?

—Estoy enferma pero no saben que tengo –le explicó sin pena —mi mamá dice que no debería de temerleds, pero es que... no lo dsé, me dan miedo.

—Muchos de ellos son muy tontos –dijo omitiendo su verdadero sentir —mi amiga es una persona muy capaz y muy inteligente. Estoy seguro que si te atendiera ella sabría que tienes y te curaría. Es una muy buena mujer.

—¿...Te gudsta mucho, cierto? –preguntó Ieiri acostándose en el suelo, sintiendo el sueño pegarle.

Él se quedó una vez más en silencio y la niña alcanzó a escuchar como crujía la madera.

—No solo la quiero –ella giró su cabecita para, por la ranura bajo el biombo ver a los ojos del niños... sus ojos tan azules que parecían resaltar en la oscuridad de su lado de la habitación y aquella sonrisa burlona tan hermosa que dejó embobada por un instante a Shoko –yo la amo.

Shoko comenzó a quedarse dormida pero antes de ello, sintió como su mano era apretada por una mano más grande, como la de un adulto y una voz profunda le acariciaba el oído diciéndole algo que no alcanzó a discernir, pues Morfeo la llamó para poder descansar.

—Nos vemos en unos años Sho...

|...|

Dos días después de su última visita con su Nana, ella falleció mientras dormía, con un rosario entre las manos y una sonrisa hermosa en sus labios.
Luego de ello, la pequeña Shoko no volvió a tener terrores nocturnos y pudo descansar en paz, olvidando todos los sueños que tuvo y las veces que se encontró con aquel niño desconocido de profundos ojos azules y hermosos.

oneshots satosho #2022Donde viven las historias. Descúbrelo ahora