La mujer del lago

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Ha pasado mucho desde que desperté... Todo sobre esa época sigue borroso.

Pensar en ello es como abrir los ojos en un río revuelto. Se me dificulta recordar lo más mínimo, como una simple ubicación de cabañas a cosas más importante como mi antigua familia...

Ellos... Ya no están. Pero no duele... Ni siquiera los extraño... Pero no tengo a nadie.

Esa incertidumbre de saber que estoy solo y no tengo a nadie me deja muy intranquilo.

Los demás... Al menos soy importante para ellos.

O al menos así lo era hasta que derroté a Ganon la Calamidad. Necesitaban que triunfara sí o sí, no tenía margen de error.

Me asustaba un poco el fallar, no solo por mí. Había alguien más en peligro. Nuestra princesa corría peligro mortal a cada segundo.

Esa tarea... ¿Realmente me correspondía...? Digo, ya me había fallado la espada una vez y casi nos matan...

Además, mi cuerpo no era el mejor, no tenía brazos perfectos, ni abdomen perfecto, aunque tenía buena agilidad y resistencia al dolor.

¿Realmente una Diosa me eligió en el pasado...?

Del pasado solo recuerdo...

Vaya...

Es increíble...

No recuerdo absolutamente nada...

Nada... Ni un rostro...

Ni una mísera fruta...

Todo lo que sé es por los diarios. O por recuerdos esporádicos que van y vienen.

¿Es posible que recupere mi memoria algún día?

Lo único que sí era una constante en mis recuerdos era ella...

Quien... Me odiaba...

Escoltaba a alguien que me aborrecía como para arrojarme piedras con fango o de plano huir de mi presencia.

《—Tenedle paciencia joven caballero, su majestad tiene un gran corazón.—》

Eso me lo había dicho su tutora, Urbosa. Pero ni siquiera me podía ver, ya estaba corriendo apenas se percataba de mi presencia.

Juro que nunca le hice nada malo.

Siempre conservé algo de culpabilidad, debía salvar a alguien que me detestaba.

Aunque luego las cosas se esclarecieron un poco más, sin embargo acabaron por confundirme aún más.

Un vestigio de recuerdo, ella está aferrada a mi cuerpo moribundo, llorando porque estoy por desvanecerme. Eso fue lo último que recuerdo antes de que me pusieran a dormir... Junto a una sensación suave y cálida en mi frente.

Prunia mencionó que yo le importaba mucho a ella, o al menos lo suficiente como para ordenar que me pusieran en el Santuario de la Vida.

Luego sólo sucedió. Acabé con la maldad y la vi nuevamente, esperaba verla sonriendo como siempre pero no fue así. Su expresión estaba muy cansada y apagada.

Aquello no le impidió resplandecer cuando me vio, sonrió de forma muy débil y lo primero que preguntó fue 《Tú... ¿Me recuerdas?》

Me apenó demasiado tener que decirle que no recordaba nada. Para bien o para mal.

Luego pasaron algunos días...

La llevé con los Sheikah, necesitaba recuperarse lo antes posible.

Un Amor sin Límites | The Legend of Zelda [𝐙𝐞𝐥𝐢𝐧𝐤]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora