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– No se, Hee, creo que ahora no puedo hacerlo.
– Ya les dije, no puedes retractarte.
– ¿Cómo de que no?
Me di la vuelta, pero el de nuevo me arrastro hacia el pasillo, enredando su brazo con el mío. – Es el único horario y la única sala libre. Así que vas a venir.
Ah, Beomgyu, pensaste ser un genio, pero eres un idiota.
Entramos a la sala de computación y habían dos chicas sentadas, hablando. Una hizo explotar el globo de su chicle cuando entre, la otra, traía puesto el uniforme de los chicos.
– ¿Este es el chico de los abs? – Dijo la del chicle.
– Te dije que si – respondió él.
– Ah, tiene cara de niño.
– Él puede ser muy rudo si se lo propone.
– ¿Entonces ya podemos besarlo? – Preguntó la otra.
– Si, claro.
¿Por qué parecía que Hee hablaba con ellas como si fuera mercancía?
– A ver, ven aquí – la del chicle caminó hacia mi, fue tan intimidante que di unos pasos hacia atrás. Se detuvo. – Awww, mira nada más, pero si solo eres un niño.
– ¡No lo soy!
– Entonces deja que te bese – volvió a acercarse y esta vez no me aleje. Colocó sus manos en mis hombros y me atrajo a ella.
No me gustó. Sus labios empujaron los míos con total brusquedad, y si no fuera porque los apreté en ese momento, creo que su lengua hubiera estado dentro de mi.
Definitivamente no eran los besos.
Nos apartamos.
– Bueno, ¿y? – Preguntó Heeseung.
Ella dio ligeros toques a sus labios para acomodar el labial. – Me gustan sus labios, son esponjosos – sonrió. – Aunque te pusiste difícil ahí, ¿eh? – Comentó en tono de broma.
– Lo siento, el beso no fue de mi agrado – estaba tan avergonzado.
– Está bien, que lo intente Mimi – al parecer le dio igual y se apartó. Entonces la chica del uniforme vino.
– Tu eres el pequeño que sigue a Jung Ui a todos lados, ¿no? – Dijo algo burlona. Cuando iba a contestar, puso sus manos en mis mejillas, abultando mi labio. – Eres adorable, ojalá alguien me siguiera así también.
– Pero-
Me besó. Eso fue diferente, delicado y suave. Ella fue cuidadosa... Y me gustó.
Nos separamos.
– ¿Y? – Preguntó a centímetros de mi rostro, aún sujetándolo.
– Besas muy lindo...
Miró a su compañera. – Míralo, está todo rojo – rió sin burla. Me miró y soltó. – Ahora viene el pero.