•twenty-six

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Lunes; dos días después

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Lunes; dos días después.

Meilin Lee era un manojo de nervios. Se sentía muy arrepentida y tonta, tan vulnerable. Tenía ganas de escapar, de no ir a la escuela y no encontrarse con sus "amigos", si es que aún querían serlo y mucho menos con Miriam. Ellos eran mas de lo que había tenido durante su vida, le costaba creer como había arruinado todo en menos de un minuto.

Ya había sonado su despertador, no faltaba mucho para que su mamá la llamara a desayunar pero ella no quería levantarse, igual que el día anterior, no podría soportar tan pronto enfrentarlos, hablar con ellos le ocasionaba terror, sabía que iba a verlos tarde o temprano, pero hoy no.

Respiro profundamente y comenzó a toser, quizá no funcionaría pero al menos haría el intento, muy pocas veces faltaba a la escuela pero lo sentía necesario esta vez, necesitaba un tiempo.

Mei-Mei —tocó despacio la puerta su madre, obviamente iba a venir de inmediato—. ¿Te sientes bien?

Mamá. —volvió a toser—. No tanto.

Era una cobarde.

[...]


Martes; tres días después.

El plan del día anterior había salido extrañamente bien y había podido librarse de la confrontación por un día, sabía que su mamá no le creía pero parecía que su mamá la estaba consintiendo por unos días, pero aunque quisiera no podía faltar por siempre.

Ahora, se encontraba junto a su casillero con la mirada hacia el suelo, escondiéndose, no quería ninguna mirada de ellos, ver en sus ojos tristeza, enojo o decepción... oh, no lo soportaría, su corazón se hacía pequeño con solo pensarlo aunque probablemente era lo que merecía.

Se quedó ahí parada viendo el lugar sin nada que hacer, tan solo matando el tiempo estaba aburrida pero pudo evitar ser vista hasta que la campana sonó, espero unos minutos para no llegar al salón con el resto de sus compañeros y se dirigió ahí lentamente. Esa fue la primera vez que se regaño a sí misma por no tener mas amigos, estaba sola, llegó y entró como siempre pero no era igual, se quedó un rato en la puerta antes de entrar.

Vio la mesa de sus amigas donde debería sentarse ella también, Priya, Abby y Miriam se encontraban ya, parecían hablar de algo gracioso porque reían entre ellas. Había una silla libre al costado de Miriam, el que era su lugar. Miriam siempre le guardaba una silla a su lado en cada mesa, pero cuando ella puso su mochila ahí sin ni siquiera verla, supo que ya no estaba apartada para ella.

Paso de largo buscando otro lado para sentarse, sintió la mirada de todos extrañados por eso, por no unirse al grupo inseparable.

Pero estaba bien, sí, se lo merecía.

MOM! || MEIRIAMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora