•twenty-nine

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Mei corría transformada en panda por todo Toronto, respirando con dificultad, ordenando sus pensamientos y con frío antes de volver a enfrentar lo que tarde o temprano tendría que hacer. Antes de volver a casa. Hacía ciertas paradas para descansar y darse valor, diciéndose a sí misma que era fuerte y que ella podría con todo, repetía todo eso en varias calles hasta que cayó fuertemente en la puerta del templo.

Se detuvo ahí un momento y volvió a su forma humana, deshaciéndose del panda, estaba mas calmada, probablemente hecha un desastre, sudada, tenía lágrimas por todos lados, algunas secas, el cabello desordenado y pegado a su cara y cuello, estaba llena de suciedad y lo sabía sin haberse visto a un espejo.

Caminó hasta su casa pero todo parecía estar bien, en silencio. Cuando estuvo frente a la puerta, acercó lentamente su mano a la perilla y se dio cuenta de que estaba temblando, por más que lo intentará, era difícil, no estaba por completo bien y su corazón aún dolía, tardaría un tiempo en sanar, así que con sus manos temblorosas, abrió la puerta.

¿Hola? —preguntó en un tono bajo, entrando despacio y con un ojo cerrado.

Todo estaba igual que cuando se fue, abrió sus ojos, algunas cosas destruidas, tiradas en el suelo, las luces apagadas y todo callado, se sentía extraño, le daba escalofríos y le ponía la piel de gallina, solo podía escuchar sus propios pasos en la sala.

Decidió no prender la luz y acercarse al pasillo de las habitaciones.— ¿Hola? —volvió a preguntar, mas alto esta vez, pero nada.

Nadie respondía, toda la casa estaba sumergida en silencio, camino hacia la habitación de sus padres, esperando que estén ahí pero nada, miró por todos lados pero no había ninguna señal de ellos.

¿Dónde están? —preguntó para sí misma.

¿Estarían buscándola?

Decidió ir a su propio cuarto y prendió la luz, también estaba como lo había dejado, su corazón latía rápidamente, pensando en que si no hubiera salido de su cuarto en ese momento estaría dormida, sin saber nada y sintiéndose como siempre.

Entró al baño después de unos minutos, su reflejo le confirmo todo lo que había pensado, era un desastre y se dio lástima, roja, hinchada, sucia, despeinada, se sintió muy mal, no sabía que debía hacer, ¿Esperar a sus padres? ¿Salir? Cerró la puerta del baño y decidió quitarse la ropa y darse una ducha rápida, sintiéndose mejor de inmediato con el toque del agua con su piel.

Quizá sus papás volverían mas tarde, salir a buscarlos no serviría de nada, no tenía ninguna pista, debía concentrarse en su plan, como ejecutarlo, pensar en su próximo movimiento y pensar en ella y su bienestar esta vez.

Luego de unos minutos se secó y se puso ropa limpia, su pelo mojado cayó sobre ella, sacó una maleta grande de su closet y puso todo lo que necesitaría, ropa, cepillo, algunos cuadernos para la escuela y otras cosas para que nada le hiciera falta, en una maleta mas pequeña puso cosas menos importantes como dibujos, la carta que le había dado Miriam, su reproductor y algunas cosas valiosas que no quería dejar.

Tú puedes Mei —se dijo a sí misma, dándose ánimos.

Salió del cuarto, dispuesta a salir de casa pero esta vez prendió la luz dándose cuenta de algunas cosas más. Encontró una nota en la mesa, la letra era de su papá, no pudo entender como no la vio antes pero presiono sus labios con fuerza al leerla.

Tenía que irse pero antes haría una llamada.

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MOM! || MEIRIAMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora