•twenty-eight

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El aire corría mas fuerte desde el lugar en donde estaba, la brisa golpeaba su cara, el aire no era tan frío como se sentía, ella lo sentía helado pero eso era gracias al sudor y las lágrimas que habían mojado su rostro y su cabello cabello pegado a su frente y cuello, se sentía incómodo pero no se atrevía a moverse.

Sus ojos estaban resentidos, rojos e hinchados al igual que sus labios. Pequeñas manchas rosadas se esparcían por toda la piel pálida de su rostro y se obligaba a respirar por la boca, no era bueno por el frío a esas horas de la noche pero su nariz estaba tapada.
No quería hacer ruido, no quería hacer ningún movimiento.
Ya llevaba diez minutos, quizá mas en la misma posición, tenía la cabeza apoyada en sus rodillas dobladas, abrazando sus piernas y entrelazándose sus manos con ella misma mientras sudaba frío.

Estaba volteada, intentando ignorar y no ver a quién sabía que la observaba en ese momento, lo sentía, sentía su mirada intensa pero no quería enfrentarla, estaba cansada, solo veía algunas casas desde arriba preguntándose que estaría pasando en cada de ellas.

Mei —llamó la voz en un tono bajo, con cuidado, era suave, delicado pero le provocó un escalofrío, se sentía como un recordatorio de todo lo que estaba sucediendo—. ¿Qué sucedió?

Se tomó unos segundos para hacer algún movimiento, entonces se atrevió a sorber su nariz, incómoda de no poder usarla para respirar.

Había perdido la noción del tiempo.
Quizá había pasado una hora desde que salió corriendo de su casa, tal vez dos horas, no tenía ni idea, había corrido sin rumbo por varios minutos, no sabía cuantos, hasta que llegó a un parque donde se recostó a llorar en el pasto.

Llamaba la atención y lo sabía, su forma de panda siempre lo hacía, no sabía qué hacer hasta que vio una sombra llegar, una chica un poco mas alta que ella la apuntó con una linterna por la oscuridad de la noche, quiso escapar de inmediato pero no lo hizo.
No habló, pero Mei le prestó atención. Ella le hizo un gesto de compresión cuando la vio y luego otro para que la siguiera y si lo hizo, a cierta distancia.

¿Me quieres contar? —volvió a hablar.

Miriam no había dicho ninguna palabra hasta ese momento.

Ella tampoco quiso hablar, su corazón se presionaba con fuerza y sentía un nudo en la garganta, cualquier palabra que saliera de su boca se sentía incorrecta.

Habían caminado un poco después de que comenzó a seguirla, su panda desapareció por ello pero no del todo, sus orejas aun estaban caídas por encima de su cabello rojo y su cola abrazaba sus pies.
Mei no tenía ni idea a donde la estaba llevando pero no rechisto, ni pregunto, luego fue obvio.

Miriam la había llevado hasta su lugar, era mas de ella que suyo pero ahí estaban, en el tejado donde habían compartido momentos lindos que podía recordar como películas en su cabeza, aunque ahora la situación no era nada linda. Había pasado por una de las peores destrucciones y apreciaba que la ojiverde aún le tuviera compasión después de todo, aunque no sentía merecerla y por eso estaba lejos de ella, no se atrevía a acercarse, se mantuvo en la orilla viendo la ciudad iluminada mientras Miriam estaba casi al otro lado viéndola a ella.

Tenías razón —apretó mas su auto-abrazo, queriendo apagar cada sentimiento.

Su voz salió rota, temblorosa y fue casi un susurro.

Miriam pudo escucharlo a pesar de eso, tenía una mirada preocupada, confundida, triste sin saber qué estaba pasando, sus manos picaban de impotencia, por las ganas que tenía de ir a abrazar su amiga y cortar la distancia que había entre ellas actualmente y no hablaba solo de los metros que las separaban en ese momento.

MOM! || MEIRIAMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora