Capítulo "nueve"

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El ensayo ha estado expectacular, la verdad creo que me voy a divertir más de lo que imaginaba. Dan baila muy bien para ser sincera, las demás chicas son muy amables y carismáticas. Se siente cómodo bailar todos juntos aunque estamos un poco desorientados aún.

Según la coreógrafa nos falta mucho por pulir pero que todos tenemos la noción. Exacto al menos tenemos la esperanza de que saldrá bien de alguna manera. Nos falta mucha coordinación, acabar de aprendernos todos los pasos y pues que las cosas fluyan bien entre cada una de las parejas.

—Nos vemos mañana Amelia.—me sonríe una de las chicas, si mal no recuerdo se llama Alina o algo así, soy pésima con los nombres.

—Hasta pronto. —trato de no dar a entender que nisiquiera su nombre recuerdo suavizando todo con una sonrisa.

—¿Vamos a casa?—pregunta Dan alcanzandome mi bolso.

—Mejor vamos a lo de Jean, es buen momento para ir a por un batido.

—Completamente de acuerdo.

—Perfecto, espérame aquí, voy a cambiarme.—salgo en dirección a los baños para quitarme está ropa sudada y darme una ducha rápida.

Me retiro la ropa y me meto en la ducha para que el agua caliente recorra mi cuerpo. Es justo lo que necesitaba para salir como nueva de Breken e ir por ese batido.

Al terminar de ducharme lo más rápido posible me cambio de ropa y colocó la sucia en el bolso me pasó las manos por el cabello alborotando un poco y a su vez retirando un poco el agua que hay en el.

—Lista.—sonrío mientras veo a Dan sentado en una silla.

—Pareces una loca con ese cabello así.—se burla.

—Tu no sabes nada de estilo.—golpeo su hombro.—Nisiquiera tienes flow.

—Eso dolió.—se coloca la mano en el pecho fingiendo que herí sus sentimientos.

—Vamos o no llegaremos nunca.

(…)

Entrando por la puerta del local todo voltean a verme.

—Se te perdió el peine hoy pequeña.—comenta Jean llegando hasta nosotros.

—¿Tan mal me veo?—pregunto ya un poco preocupada.

—Pareces una loca.—dice el mismo.

—Ves que no soy el único que no entiende tú estilo.—se burla Dan.

—Saben que me importa tres pepino, al que no le guste que no mire. —ambos se miran.—¿Qué?—alzo una ceja a esa mirada que se han dado.

—Nunca cambiarás. —habla Jean.—Eso es lo que más me gusta de ti, esa confianza que tienes en ti misma.

—Es que no cualquiera es tan valiente como para salir a la calle pareciendo una paciente que acaba de escaparse del manicomio.—lo miro y le saco mi dedo del medio a Dan por su tan encantador comentario.

—Chicos mejor voy a ponerles lo mismo de siempre porque veo que ya está conversación se está poniendo fea.

—Mejor no me dejes sola con él, tal vez cuándo regresas ya está muerto. —digo mirándolo de forma amenazante.

—Jean, tengo miedo, mira como tiemblo.—dice el muy infantil moviendo su mano de forma brusca.

—Lo siento amigo, tendrás que sobrevivir solo a las garras de la fiera. —no puedo evitar dejar escapar una carcajada a la cual los dos me siguen.

Jean se fue a hacer el pedido de nuestros batidos y nosotros continuamos con la pelea más absurda de todos los tiempos.

Realmente Dan puede ser muy infantil y yo que no me quedó atrás hacemos una dupla encantadora.

Al final nos sentamos en la mesa más cercana a la puerta porque la nuestra estaba ocupada. La espera fue corta, rápidamente teníamos nuestros sabrosos batidos en la mano.

—¿En donde me dejaron a mi chico mayor?

—Supongo que está en casa, hoy terminaba su turno temprano. —responde Dan por mi.

Y ahora que lo pienso no había pensado en Andreu en toda la mañana y eso es raro en mi.

—¡Ame! ¿Me escuchas?

Levanto la vista y ya no está Jean y Dan me mira raro al parecer me perdí por un momento.

—Por supuesto.—miento.

—En conclusión que no has escuchado nada.—se ríe.—No se por qué insistes en mentirme.

—Vale, no te he escuchado. —me doy un sorbo del delicioso batido de chocolate.

—Que ya se está asiendo tarde y deberíamos ir a casa recuerda que hoy es el ritual. —asiento al acordarme de que hoy exactamente es un día importante.

El ritual consiste en que todos en la casa hacemos una carta para cada miembro de la familia y en familia me refiero a todos. Osea yo debo hacer una para mi madre, una para Dorian, una para Dan y así con todos.

En realidad tenemos varios tradiciones de actividades que realizamos todos los años, como el ritual de las cartas, la competencia de cocina, el sorteo para ver quién será el escogido para en estas vacaciones como el...

¡Mierda!

También debo hacer la carta de Andreu.

¡Joder! Todos los años me pasa lo mismo, no se que ponerle sin decirle todo lo que siento. Esto será una tarea difícil.

—Ame por dios de la vida.—veo que tuerce los ojos.—Podrías prestarme atención.

—Si claro perdona, vámonos.

Pagamos nuestros batidos y nos despedimos de Jean prometiendo volver pronto.

Nos pillamos un taxi hasta la casa por lo que llegamos rápido.

Al entrar por la puerta lo primero que veo son las cajas ya encima de la mesa.

Para que se vallan haciendo la idea hay una caja con el nombre de cada uno y pues ahí guardaremos las cartas que serán entregadas en conjuntos a la hora de la comida aunque claro son privadas no hay que leerlas frente a nadie. No sé a quién se le ocurrió esta idea pero hacemos este ritual desde muy pequeños, claro que falta una caja con el nombre de mi padre; este año todo es atípico porque no está el.

—Hola niños.—saluda mi madre dejando ver la botella de cerveza que tiene en mano.

—¿No es muy temprano para estar
bebiendo? —pregunto casi como un reclamo pero me ignora.

—¿Qué tal el ensayo?

—Muy bien, nos divertimos mucho.—habla Dan y está sonríe.

—Harán una hermosa pareja.—habla Dorian entrando junto a Alexa y Andreu.

—Estoy tan contenta porque se animarán a bailar juntos. —continúa mi madre, pero mi vista está en el chico de ojos café que acaba de entrar al salón también con una botella en la mano.

—Acaso tomar desde temprano también se convertirá en ritual aquí en esta casa. —me cruzo de brazo mirando a este fijamente.

—No seas aburrida Ame, son nuestras vacaciones nos lo merecemos. —responde sin mirarme sentándose al lado de mi madre. —¿No es cierto Anelim?

—Muy cierto mi niño, pero a ella lo que la cabrea es que aún no tiene dieciocho y no la dejo beber.

Todos comienzan a reír en la sala menos yo.

—Ni tanto, prefiero no ser oler a alcohol las veinticuatro horas del día. —la miro seria y suspira.

—Ok, me rindo.—coloca la cerveza en la mesita de al lado y levanta los brazos en forma de rendimiento.

—¡Tú deberías hacer lo mismo!—exclama esta vez Alexa mirando a Andreu.—Aunque ya tengas dieciocho aún te mando así que suelta la maldita botella.

Sonrío mientras veo como la deja en el suelo, pero no está muy contento. Me lo dejó claro con la mirada penetrante que me hecho.

Unas vacaciones para enamorarlo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora