Capitulo "Veintiseis"

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Siento como el sol va calentando mi piel, abro los ojos y vuelvo a cerrarlos por la incomodidad que producía la claridad que provenía de la ventana en ellos. Viro la cara y ahí si, miro fijamente el reloj que se encontraba en mi mesita de noche, las siete de la mañana.

Dejo salir un suspiro y recuerdo el extraño sueño que tuve anoche, parecía tan real, quería que lo fuera. Paso mis manos por mi rostro tratando de despertarme un poco más.

Todo había sido tan solo un sueño, no ha existido un Andreu y yo. Todo lo que habiamos vivido, fue producto de mi imaginación. Sentí ese sentimiento de tristeza oprimiendo mi cuerpo, pero el recordar que hoy iniciaban las vacaciones me daba una pizca de esperanza, tal vez podría hacer ese sueño realidad.

—Amelia cariño, ¿aún estás en la cama? —oigo la voz de mi madre desde el pasillo y suspiro.

No respondo pero procedo a ponerme de pies, me pongo mis pantuflas de conejitos y salgo a buscar a la grandiosa mujer que tengo como madre.

—Buenos días.—saludo al encontrarla en la cocina.

—Levanta ese ánimo, hoy comienzan nuestras vacaciones. —trata de sonar alegre pero se que la está pasando mal con el divorcio. Algunas cosas no solo fueron un sueño. —¿Haz dormido mal?

—Para nada, ha sido una gran noche. —admito. —¿Alguna vez has soñado algo que te parecía muy real? Y que quieres que se cumpla.

—Un millón de veces.—contesta colocando el desayuno sobre la mesa. —Por desgracia no todos los sueños se hacen realidad.

Sus palabras hacen eco en mi mente. ¿Qué tan probable sería que lograra tener unas vacaciones como las del sueño? Lograr enamorar a Andreu Masker.

Aunque trato de ser optimista la verdad está difícil que realmente tenga ese final feliz.

Sin darme cuenta dejo salir un suspiro.

—¿Mal de amores? —comenta mi madre llamando mi atención.—¿Quieres contarme algo?

Niego.

—Bueno, sabes que puedes contarme cualquier cosa ¿cierto?—asiento para luego levantarme y darle un beso en la mejilla.—¿Pero a dónde vas si no has desayunado?

—No tengo hambre además estamos algo retrasadas. ¿No tenías que recibir la casa tu? —niega.

—Ame cariño, Alexa y Dorian ya están de camino asi que relájate y ven a desayunar. —al parecer nada es como en el sueño.

—Pensé que llegaríamos primero, siempre son ellos. —algo de enfado en mi voz, al recordar que no escogeré las habitaciones.

—¿Será porque ellos viven más cerca?—mamá bromea. —Disfruta del espectacular desayuno que te hizo tu madre y deja de ser tan enojona.

Veo que se ha esmerado y ni siquiera le he prestado atención, ahora me siento un poco mal. Se que se siente sola y solo he pensado en mi. Comienzo a comer todo lo que ha preparado y saco tema de conversación.

Después del gran desayuno de madre e hija, nos arreglamos para darle comienzo a estás vacaciones, las cuales quiero creer que serán al menos parecida a las del sueño que he tenido anoche.

—Lista.—termino de acomodar la última maleta y cierro el maletero.

El camino ha sido totalmente tranquilo y agradable, adoro pasar tiempo con mi madre y sobretodo hablar con ella, es tan sabia. Las vistas por otro lado no son para nada aburridas y me dan lindas vibras.

—¿Cómo supiste que tú relación con papá ya no daba para más?—la pregunta salió de mis labios con tanta facilidad que no pensé por un segundo en que no estaría bien tocar el tema.

Su rostro permanece tranquilo y alegre. Así que me tranquilizo, no se ha tomado mal la pregunta.

—Cuando intentas tantas veces de ser suficiente para alguien, te empiezas a preguntar si esa persona es suficiente para tí. —cambia la vista a mi por un segundo y vuelve a centrarla en la carretera. —Lo intenté muchas veces, ambos lo intentamos y lo dimos todo, pero a veces hay que dejar ir porque el querer quedarte y aferrarte solo te hace más daño.

Guardo silencio y analizo cada una de sus palabras. Realmente tenía razón.

—No es que el amor se fué, simplemente se trata de entender que juntos no sabíamos estar.—continua hablando al notar mi silencio. —Creo que es la mejor decisión que hemos tomado después de tenerte a ti por supuesto. —ríe.

—Tal vez suene mal de mi parte, pero prefiero verlos así. —admito.—Se hacen más bien separados, siendo amigos que haciéndose daño por no saber estar juntos.

Tal vez era la única chica que prefería ver a sus padres divorciados, pero realmente se hacían mucho daño intentando sostener una relación en la que ambos no sabían cómo comportarse.

—Bueno basta de charlas tristes. —dice encendiendo la grabadora.

La música de fondo hizo que el silencio entre las dos se hiciera más agudo, solo veía el tiempo pasar mientras mi mirada se encontraba fija en la ventanilla y el aire despeinaba mi cabello.

Sentía tranquilidad, y al mismo tiempo el cosquilleo en mi estómago se iba  haciendo más presente con solo imaginar que quedaba poco para volverlo a tener de frente.

El miedo tampoco me dejaba sola del todo, me aterraba no poder tener mi final feliz. Quería mi romance adolescente, quería que Andreu Masker se enamora de mi.

¿Era mucho medir que el me quisiera como en los libros de romance que tanto leía?

No sé en qué momento exactamente ni cuánto tiempo pero me quedé dormida, cuando vuelvo a abrir los ojos por los llamados de mi madre ya estábamos estacionadas frente la casa donde he pasado los mejores momentos desde que tengo memoria.

Miles de recuerdos invaden mi mente, desde el primer verano hasta el último. Y justo ahí me di cuenta que no importa que pase en estás vacaciones de igual manera será inolvidable como todas las anteriores.

—¿Piensas pasar todo el día ahí?—oigo su voz y no puedo evitar sonreír.

—Hola crespitos.—hablo mientras me bajo del carro.

—Te extrañé enana.—susurra mientras me abraza.

Unas vacaciones para enamorarlo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora