Capitulo 24:

747 37 66
                                    

Ginny se sintió tan aliviada al comprobar que la profesora Mcgonagall se lo tomaba en serio que no vaciló en seguirla.

--Tú también tendrías que venir, Weasley-- indicó la profesora, mirando a Ron.

Salieron con ella por el hueco del retrato, dejando atrás a una confundida y pálida Hermione, y llegaron al pasillo de la Señora Gorda, iluminado por la luna. Ginny tenía la impresión de que el mal presentimiento que se acumulaba en su interior podía desbordarse en cualquier momento en forma de vómito; le habría gustado echar a correr y llamar a gritos a Dumbledore. Su hermano Percy estaba desangrándose mientras ellos andaban tranquilamente por el pasillo; ¿y si aquellos colmillos eran venenosos?

Cuando cruzaron en un pasillo, Ginny miró de reojo a Harry.

"¿Tú también lo viste?".

"Si..." contestó él, a secas. Evitaba mirarla a los ojos, y Ginny sintió la culpa que él sentía.

"¿Estás bien?".

"Solo que... estoy preocupado".

"Percy estará bien" le aseguró, aunque no estaba demasiado segura.

Se cruzaron con la Señora Norris, que los miró con los ojos como lámparas y bufó débilmente, pero la profesora Mcgonagall dijo "¡Fuera!" y la gata se escabulló en las sombras. Al cabo de unos minutos llegaron a la gárgola de piedra que vigilaba la entrada del despacho de Dumbledore.

--¡Meigas fritas!-- dijo la profesora Mcgonagall.

La gárgola cobró vida y se apartó hacia un lado, y la pared que tenía detrás se abrió dejando ver una escalera de piedra que se movía continuamente hacia arriba, como una escalera mecánica de caracol.

Montaron los cuatro en la escalera móvil; la pared se cerró tras ellos con un ruido sordo y empezaron a ascender, describiendo cerrados círculos, hasta que llegaron a la brillante puerta de roble en la que sobresalía la aldaba de bronce que representaba un grifo.

Era más de medianoche, pero en el interior de la habitación se oían voces, como un agitado murmullo. Parecía que Dumbledore estaba reunido por lo menos con una docena de personas.

La profesora Mcgonagall llamó tres veces con la aldaba en forma de grifo y las voces cesaron inmediatamente, como si alguien las hubiera hecho callar pulsando un interruptor. La puerta se abrió sola, y la profesora precedió a Harry, a Ginny y a Ron hacia el interior.

El cuarto estaba en penumbra; los extraños instrumentos de plata que había sobre las mesas estaban quietos y silenciosos en lugar de zumbar y despedir bocanadas de humo, como solían hacer; los retratos de anteriores directores y directoras que cubrían las paredes dormitaban en sus marcos. Junto a la puerta, un espléndido pájaro rojo y dorado del tamaño de un cisne dormía en su percha con la cabeza bajo el ala.

--Ah, es usted, profesora Mcgonagall..., y..., ¡ah!--

Dumbledore estaba sentado en una silla de respaldo alto detrás de su mesa, inclinado sobre la luz de las velas que iluminaban los papeles que tenía delante. Aunque llevaba una bata de color morado y dorado con espléndidos bordados sobre una camisa de dormir blanquísima, estaba completamente despierto y tenía los penetrantes ojos azul claro fijos en la profesora Mcgonagall.

--Profesor Dumbledore, Potter y Weasley han tenido..., bueno, una pesadilla-- declaró la profesora --Dicen que...--

--No era ninguna pesadilla-- se apresuró a corregir Harry.

--Es cierto-- agregó Ginny.

La profesora Mcgonagall miró a los chicos con el entrecejo fruncido.

--Está bien, que alguno de los dos le cuente al director--

Nuevo Comienzo (5 Libro) (Hinny)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora