Capitulo 41:

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Maratón 2/4:

Al tocar el suelo con los pies, a Ginny se le doblaron ligeramente las rodillas y la cabeza del mago dorado cayó con un golpe metálico, mientras Harry, tomando su mano, se tambaleaba pero se mantenía en pie. Entonces, Ginny echó un vistazo a su alrededor y se percató de que habían llegado al despacho de Dumbledore.

Durante la ausencia del director, todo se había reparado. Los delicados instrumentos de plata estaban de nuevo sobre las mesas de patas finas y echaban humo y zumbaban discretamente. Los directores y las directoras dormían en sus retratos y apoyaban la cabeza en los respaldos de los sillones o el borde de los cuadros.

--Ya estamos a salvo-- prometió Harry, aunque Ginny no le hizo caso.

Prefirió acercarse a la ventana: una línea de color verde pálido que recorría el horizonte indicaba que no tardaría en amanecer.

El silencio y la quietud, interrumpidos tan sólo por algún que otro gruñido o resoplido de un retrato durmiente, le resultaban insoportables. Tanto era así que si lo que la rodeaba hubiera podido reflejar sus sentimientos, los cuadros habrían estado gritando de dolor. Harry podía notar todos estos sentimientos que se estaba guardando, y mientras buscaba las palabras correctas para consolarla, Ginny se paseó por el tranquilo y bonito despacho, respirando entrecortadamente e intentando no pensar, pero tenía que pensar, no había escapatoria...

Ella tenía parte de la culpa de que Sirius hubiera muerto; de hecho, todo podría ser su culpa. Si no hubiera sido tan estúpida para caer en la trampa de Voldemort, si no hubiera estado tan convencida de que lo que había visto en el sueño era real, si no hubiera convencido a Harry con sus acciones de lo mismo, o si se hubiera planteado la posibilidad de que Voldemort confiaría en la afición de Ginny por salvar a una de las personas que más le importa...

Importaba. Ese era la forma correcta de mencionarlo. En pasado. Porque Sirius ya no estaba, y era su culpa.

--¿Ginny?-- preguntó Harry, preocupado --No fue tu culpa--

Ginny ahora no podía escucharlo. Estaba muy inmersa en sus pensamientos como para hacerlo, aunque sus pensamientos no le provocaban más que sufrimiento. No podía aguantarlo.

Dentro de ella aun existía ese terrible vacío que no deseaba sentir ni examinar, un oscuro agujero donde, ya sabía, antes estaba Sirius, un agujero del que Sirius se había desvanecido; no deseaba estar sola con aquel enorme y silencioso vacío, no lo soportaba...

Quería explotar, pero se le habían acabado las lágrimas por el momento. Sentía que estaba perdida.

--Ginny, háblame por favor-- suplicó Harry.

Detrás de ellos, un cuadro soltó un sonoro ronquido y una voz impasible dijo:

--¡Ah, Harry Potter y Ginny Weasley!--

Phineas Nigellus dio un enorme bostezo y estiró los brazos mientras contemplaba a Harry y a Ginny con sus pequeños pero vivaces ojos.

--¿Qué les trae a estas horas de la mañana?-- les preguntó Phineas --Se supone que en este despacho sólo puede entrar el legítimo director. ¿Acaso los ha enviado Dumbledore? Ah, no me digan que...-- Volvió a bostezar, y un leve escalofrío le recorrió el cuerpo --¿He de llevarle otro mensaje al inútil de mi tataranieto?--

--No es así-- contestó Harry, intentando que la conversación se cortara por ser un tema demasiado sensible.

Ginny, por el contrario, no podía hablar. Phineas Nigellus no sabía que Sirius estaba muerto, y ella era incapaz de decírselo. Contarlo en voz alta supondría convertir la muerte de Sirius en algo definitivo, absoluto e irreparable.

Nuevo Comienzo (5 Libro) (Hinny)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora