Capitulo 15

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Canción Rock Bottom de Hailee Steinfeld

-Hola – saludé a Keiler al llegar a la clase de música.

-Hola. – me saludó con un beso en mi mejilla. -¿A qué se debe esa cara de felicidad?

-Mi madre se va a casar. – dije con una gran sonrisa en mi cara.

-¿Qué? ¿Con Julián? – Keiler estaba sorprendido y contento a la vez.

-Así es.

-Guau, me alegro mucho por él... y por tu madre claro.

-Gracias.

El profesor comenzó con la clase y tuvimos que callarnos para evitar que nos retaran por molestar. Cada uno debía elegir un instrumento y una canción e interpretarla delante de todos, yo opté por el piano y Keiler la guitarra. Debo decir que a Keiler se le daba muy bien tocar la guitarra y creo que me seducía verlo con ella. Mi idea es poder preguntarle si quiere venir a la boda conmigo, como amigos que somos, pero en otra ocasión será.

Al salir, me reuní con mis amigos frente al lago e hicimos un día de deportes acuáticos.

-¡Tu turno Angelina! – gritó Max subido a la lancha.

Mis nervios estaban a mil, pero después de un gran respiro me subí al gomon redondo con forma de huevo frito.

-¡Estoy lista!

-1...2... ¡3! – Max arrancó con toda la velocidad, provocando que diera unos cuantos saltos al chocar contra pequeñas olas.

-¡Max! ¡Más despacio!

-¡No te oigo!

-¡Que más despa...! – y volé por los aires hasta caer en un gran chapuzón al agua.

Para jugarles una pequeña broma, tardé en salir del agua.

-Max, te dije que vayas más despacio. – le dijo Esteban

-Ay chicos no la veo, me estoy asustando. – habló Olivia.

-Deberíamos llamar al direct...

-¡Bu! – salí de debajo del agua, mojando a Ava, quien me miró con cara de pocos amigos.

-¡Casi nos matas del susto!

-Ay no es para tanto, fue un pequeño chiste.

Me ayudaron a subir a la lancha y volvimos a la orilla para comer algo y luego volver a nuestras cabañas a cambiarnos. Hoy Max estaba más cariñoso de lo costumbre y yo no sabía qué hacer o decir. Llegaba un punto que hasta me ponía incómoda.

-Iré por una ducha chicas, las veo en la cabaña. – me despedí y me fui directo a los baños, quería sacarme la peste al agua del lago. Además iría a preguntarle a Keiler sobre la boda.

Mientras el agua caía sobre mi cuerpo, reformulaba veinte veces lo que le diría a Keiler. Por alguna extraña razón, estaba más nerviosa de lo acostumbrado y no sabía por qué, Keiler es solo un amigo ¿o no?

En fin, no le daría más vueltas al asunto e iría directo a su cabaña.

Al salir de los baños, me fui a por él y al llegar me frené en la puerta antes de golpear ya que escuché que hablaba con sus amigos.

-¿Qué tal esa chica Angelina? – dijo uno.

-Bien, somos amigos, creo. – contestó Keiler.

-¿Ya te la llevaste a la cama? – comentó otro con emoción. Agh qué asco, hombres.

-Ya cállate. – contestó él. Eso me alegró. – Pero es una niñita fresa que busca a los chicos malos.

¿Cómo?

-Sí, su madre era porrista acá, el mejor culo diría yo. – Dos se rieron y, a mi pesar, Keiler también.

-Sí, y ella no se queda atrás.

Ese último comentario de Keiler hizo que el asco que me daba la conversación llegara al punto máximo. Abrí la puerta de un golpe y lo enfrenté.

-¡Eres un idiota! Ni se te ocurra volver a meterte con mi madre ¡Ni conmigo!

Al darme vuelta, uno de sus amigos me agarró de la cola y en un acto de violencia me giré y le estampé una piña en el medio de su rostro, provocándole que su nariz sangrara.

-Adiestra un poco a los idiotas de tus amigos. – cerré con fuerza y me marché de allí.

Todo estaba mal. No puedo creer que por un instante iba a invitarlo o a creer que éramos amigos. A partir de ahora aplicaría el castigo del silencio con él. Una semana. Una semana sin hablarle, mirarlo, nada.

Cada día que pasaba, su mirada hacia mí en todos los lugares que coincidíamos se intensificaba, pero no iba a permitir que me falte el respeto a mí y a mí madre. Él me buscaba todo el tiempo como niño arrepentido, pero yo simplemente lo ignoraba. Es lo peor que le puedes hacer a alguien, y mi madre no estaría orgullosa, pero no iba a permitirle faltarle el respeto a mi familia y a mí.

De camino a mi cabaña, Keiler me seguía.

-Angelina por favor, ¿podemos hablar?

-Angelina enserio, lo siento mucho.

-¿Hola? ¿Acaso piensas ignorarme todo el tiempo?

-Vamos, por favor, háblame.

Lo estaba aniquilando y lo estaba disfrutando.

-Muy bien como quieras, prometo no volver a permitir que hablen así.

Nada. Ni una sola palabra salía de mi boca.

-En serio, ya no sé qué más hacer o decir. Me tienes aquí rogando tu perdón y sé que lo disfrutas.

Mientras subía los escalones de la entrada de la cabaña, escuché un suspiro de su parte y simulé que acomodaba las zapatillas para ver qué tenía para decirme.

-¿Por qué me haces esto? Angelina por favor, charlemos en el puente, te espero a las seis. Si no vas prometo no molestarte nunca más, pero al menos dame la chance de disculparme bien.

Dicho eso, entré y me acosté a dormir un poco.

Cuando me desperté de mi siesta diaria, pensé seriamente si debía presentarme en el lago o no. Ya habían pasado diez días desde que dejé de hablarle y me pareció castigo suficiente. Me quité el pijama y me dirigí a su encuentro.

Al llegar lo vi apoyado mirando el agua.

-Viniste. – una sonrisa apareció en su rostro.

-Te escucho. – me crucé de brazos porque no pensaba hacerme la fácil.

-Mira, la cagué y lo sé. Hace diez días que no me hablas y me está matando no poder contarte cosas o solo salir a pasear como amigos. Lamento haber dicho eso y permitir que los idiotas de mis amigos hicieran y dijeran esas cosas. En serio lo lamento.

Y por primera vez después de un tiempo, hablé.

-Keiler me prometiste cambiar y yo te creí, pero tus acciones de hace unos días me dieron la impresión contraria.

-Lo sé y lo lamento, en serio quiero cambiar.

-Ya no me basta con tus palabras, necesito hechos sino nuestra amistad no funcionará más. Seré una niña fresa, pero al menos sé respetar a los demás.

-Prometo respetarte y a tu familia, prometo cambiar y prometo ser el mejor amigo que puedas tener. Dame otra oportunidad.

-Keiler es la última chance, si la cagas la pierdes.

-Gracias. – se acercó y me abrazó.

-Ya, ya. – no quería que el momento ignorara todo, así que me separé de él y me despedí.

Un verano de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora