Capitulo 24

5 0 0
                                    


Canción Love me like you do de Ellie Goulding

El gran día había llegado, mi madre se preparaba en su habitación con sus amigas. Yo estaba en la mía. Keiler y Julián se encontraban en la habitación de huéspedes y Lucía ya estaba abajo recibiendo a la gente.

Me dirigí con mi madre y toqué la puerta al llegar.

-Permiso. – dije y abrí lentamente la puerta. Cuando la ví quedé estupefacta.- Guau, estás preciosa.

-Gracias Angie. Tú también lo estás.

Ambas nos limpiamos un poco nuestras lágrimas y le pedí a una de las chicas que nos sacaran una foto antes de que empezara todo.

-Ten, toma y come algo antes de salir.

Mi madre me ofreció una copa con champagne y unos canapés de salmón y queso roquefort que estaban increíbles. Mi abuela se había encargado de contratar al mismo catering de cuando mis padres se casaron y puedo decir que valía cada centavo.

Volvieron a tocar la puerta mientras yo estaba sentada disfrutando mi comida y pasó la organizadora a preguntar si ya estábamos todas listas. Las damas de honor, o sea yo y sus amigas, teníamos que ir bajando a buscar a nuestros acompañantes e ir al altar que habíamos armado en nuestro patio. Dejé todo en su lugar, me limpié la boca, me comí una menta y me formé en la fila.

Fueron llamándonos de a una y la última era yo que iba al lado de mi madre. Bajé las escaleras y al ver a Keiler, me frené un segundo a admirarlo. El traje le quedaba hermoso y su cabello estaba peinado hacia atrás, permitiendo que cada rasgo y emoción que tuvo al verme se pudieran observar con más detalle. Un pequeño "guau" se pudo leer en sus labios y estiró su mano para ayudarme a bajar.

-Estás hermosa. – me dijo mientras entrelazaba mi mano en su brazo.

-Tú tampoco estás nada mal Keiler Wagner.

Esbozó una pequeña sonrisa y me besó la mejilla antes de que la organizadora nos diera el ok de que podíamos avanzar. Me sentía completa y a salvo en sus brazos. Pero lo que más me sorprendió fue la cara de Julián al vernos a los dos; se le notaba el orgullo y emoción de poder ver a Keiler en traje y sin drogas encima por un día.

-Iré por aquí. – dije

-Yo estaré allí con Julián. Me pidió ser su padrino.

Le sonreí y ambos nos ubicamos en nuestros lugares. Julián se frotaba sus manos con nerviosismo y vi a Lucía en la primera fila observando todo con atención. Su cara al verme por supuesto no fue buena pero no quería arruinar éste día, por lo que le regalé una pequeña sonrisa y fijé mi vista en la puerta del patio cuando Halo de Beyoncé empezó a sonar.

Mi madre caminó hacia el altar con pasos lentos junto al brazo de mi abuelo. Sus ojos se llenaron de lágrimas al igual que los de Julián y se dieron la mano para observarse por unos segundos antes de reunirse con el padre.

-Estamos reunidos aquí, para unir en matrimonio a estas dos preciosas almas. – comenzó el padre a hablar y todos escuchábamos con atención.

Cada tanto mi mirada se juntaba con la de Keiler y nuestras sonrisas eran evidentes.

-Julián Loober, ¿aceptas en matrimonio a Luciana?

-Acepto. – Y mi madre se colocó el anillo.

-Luciana, ¿aceptas en matrimonio a Julián?

-Acepto. – Y le colocó el anillo.

-Y por el poder que me concede Dios, los declaro marido y mujer. Puede besar a la novia.

Todos chillamos, aplaudimos, gritamos, todo lo que pudimos hacer de la emoción que veníamos conteniendo desde temprano. Ellos se tomaron de la mano y se metieron a la casa y todos los seguimos. Ya adentro, algunos comenzaron a despedirse para poder retirarse a la fiesta post casamiento.

Nos dirigimos a la fiesta en un salón cerca de mi casa. Keiler no me soltó la mano en ningún momento y quedamos boquiabiertos al ver cómo habían decorado el lugar. Era un estilo bohemio/campestre en una hermosa cabaña. Yo seguía con el mismo vestido y Keiler con su traje pero solo que ambos ahora llevábamos zapatillas para estar más cómodos.

Poco a poco todos comenzaron a llegar y mi madre hizo su gran entrada con su nuevo marido y todos los aplaudimos. Pasaron por cada mesa para sacarse la foto y saludar, bailaron el vals, comimos y bailamos más. Como estábamos en la misma mesa, al ver el vídeo que le habían armado, ambas nos abrazamos al ver a papá y nos pasábamos los pañuelos para secar nuestras lágrimas.

-Es hora de que todos se acerquen a la pista de baile con sus parejas. – anunció el presentador del salón y todos comenzaron a acercarse al centro de la pista.

Keiler se me acercó y me miró con su mano extendida.

-¿Me permites ésta pieza de baile?

-Claro. – le sonreí y nos dirigimos a bailar.

Keiler me tomó de la cintura y yo entrelacé mis brazos en su cuello dejando que nuestras miradas nos conectaran por un momento. Lentamente nos empezamos a mover y apoyé mi cabeza en su pecho para cerrar mis ojos y disfrutar. Él me besó la cabeza y se aferró más a mí. Al abrir mis ojos me encontré con la mirada de mi madre y Julián sobre nosotros y traté de volver a conectar con él para evitar pasar vergüenza.

Keiler me hizo girar para volver a tomarme entre sus brazos y yo no podía dejar de mirar sus labios rosados. Todo mi ser tenía ganas de besarlo y decirle todo lo que me pasaba en ese instante, pero lo que salió de su boca me dejó pasmada.

-Te quiero. – me dijo así sin más.

Nos quedamos aferrados el uno al otro hasta que la canción terminó y deposité un leve beso en su mejilla cuando el baile terminó. Él me miró con ternura y noté en sus ojos un algo. Un algo que nunca había visto en ellos y que me causó intriga saber en qué pensaba o por qué tenía ese brillo, pero no quise agotarlo con mis preguntas, por lo que lo tomé de la mano y lo guie hasta un lago que había cerca para tener más privacidad.

-¿Qué hacemos aquí? – me preguntó al llegar.

-Quería un momento a solas para respirar.

-¿Te sientes bien?

-Sí. – Reí – Solo necesitaba algo de aire antes de volver con mi madre. Gracias. – Lo miré.

-¿Por?

-Por esto, por acompañarme y estar para mí en este momento tan especial.

-No tienes nada que agradecer, soy yo el que te debe la vida por soportarme.

Le dediqué una sonrisa y me coloqué delante de él, Keiler me rodeó la cintura.

-Me deslumbraste hoy. – me dijo al oído.

-Me vas a hacer sonrojar.

-Créeme, me encanta cuando lo haces.

Por unos instantes nos quedamos así, disfrutando de lo simple que parecía la vida en ese momento y antes de volver lo volví a besar en su mejilla. Lo tomé de la mano, entrelacé mis dedos con los suyo y volvimos a la fiesta.

Un verano de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora