Epílogo

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Después de cinco años de su muerte, aún oía su voz en cada lugar al que iba, mi hija y mi marido sabían de él y respetaban mi decisión de verlo en el cementerio. Los dos amores de mi vida yacían descansando uno al lado del otro. Habíamos decidido enterrar a Keiler junto a mi padre.

-Hola K, soy yo, otra vez – hablé a la tumba – Hoy mi hija te hizo éste dibujo. No te conoció pero creo que te retrató a la perfección.

Me senté en medio de ambos y puse mi música. El día estaba espléndido y al ver las nubes, me recosté a buscarles formas hasta que una de ellas formó un libro abierto y supe que él estaba allí conmigo. Mis ojos se llenaron de lágrimas y le dejé flores a ambos antes de irme.

Cinco años sin él eran dolorosos pero me había mandado al mejor esposo y a mi bella hija para sanar mi dolor. Hoy era su cumpleaños número veinticuatro y mi hija cumplía tres años. Sí, ambos misma fecha.

Un verano de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora