Capitulo 23

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Canción If I Could Fly de One Direction

Con mis viejos amigos habíamos decidido salir a un picnic para ponernos al día sobre nuestro verano. Leia se la pasó viendo pelis de Star Wars; sus padres son fanáticos y de ahí su nombre. Además había conocido a una chica en línea y se habían estado viendo. Camille en cambio, se la paso haciendo cursos de maquillaje y diseño de ropa. Siempre fue de las más "populares" entre nosotros y su sueño es ser la estilista personal de Hailey la esposa de Justin Bieber. Nerea, mi gran amigo, se fue unos días de vacaciones con sus padres a Bariloche en Argentina, querían algo de frío hartos del verano y se fueron a esquiar un poco. Finalmente Zack lo pasó en la casa del lago de sus padres, nada muy interesante, solo videojuegos y películas y alguna que otra fiesta. Él era el más fiestero.

-¿Qué hay de ti? – me preguntó Camille.

-La verdad que el campamento es increíble, deberían ir una sola vez y probarlo.

-Antes muerta que sencilla. – comentó Camille.

-Tú siempre tan fifi – le contestó Leia.

-Tú siempre tan nerd. – respondió Camille

-Oigan, siento que Angelina tiene mucho que contarnos. – las frenó Zack. - ¿Algún amigo nuevo, muchacho? ¿Algo?

-Sí – reí – he hecho nuevos amigos y ansío que se conozcan, son parecidos a nosotros y creo que les caerían muy bien. – tomé una frutilla del plástico en el que venían.

-¿Alguna amiga linda? – comentó Nerea alzando sus cejas en plan divertido.

-Sí, pero ambas son novias, asique busca por otro lado.

Su cara se entristeció en broma y tomó una bebida de la cesta.

-¿Hay alguna novedad del baile? – pregunté.

-No, aún no han comunicado nada, creemos que la semana que viene dirán, o la otra. – me dijo Zack. - ¿Saben con quién irán? Yo seguro vaya con mi...

-Novia Estella – dijimos los demás al unísono y Zack puso sus ojos en blanco.

Ellos estaban de novios desde la secundaria y jamás los vi separarse una sola vez. Hacen todo juntos. Y cuando digo todo, es todo. Recuerdo una vez una salida al cine que apareció con ella y pobre, se sintió re incómoda porque claro, no nos conocía ni nosotros a ella y no supimos que decirle para que se sintiera mejor. Luego de esa vez, nunca más apareció, por lo menos si estamos nosotros presentes.

-Yo iré con la chica que conocí en línea, creo que vamos en serio. – dijo Leia.

-Yo invitaré a alguien del equipo de porristas. – comentó Nerea.

-Qué raro – Camille puso sus ojos en blanco – Yo iré con el subcapitán del equipo de béisbol.

-Qué raro. – la imitó Nerea.

Ya había extrañado sus peleas de niños caprichosos.

Al terminar cada uno volvió a sus casas y cuando llegué a mi cuarto, me bañé y me puse el pijama para la noche de películas con mi madre. Esta vez veríamos Toy Story 3 y comeríamos macarrones con queso, mi favorito.

-¡Es hora! – me gritó desde abajo.

Pusimos la película, nos sentamos en el sillón y dimos inicio a nuestra noche. Los macarrones habían quedado riquísimos y las palomitas con caramelo de postre me saciaron por completo.

A mitad de la película escuché una respiración algo, algo fuerte (para no decir ronquidos), y cuando me giré vi a mi madre dormida por completo. Decidí que llamarla no era una opción, asique la tapé y continué la película yo sola. Desde pequeña el mundo Disney me llamó la atención y ésta era una de mis sagas favoritas. Recuerdo ir al cine a ver la primera de todas con mi padre cuando era pequeña. Que tiempos bellos.

Al finalizar, recogí todo, ordené un poco el salón y acomodé a mi madre para que estuviera mejor y no amaneciera con un dolor de espaldas. Pero al subir tres escalones, llamaron a la puerta.

Entenderán mi susto porque eran las dos de la madrugada y no recordaba haber invitado a nadie, por lo que me acerqué a la puerta con un palo en mano.

-¿Quién es? – pregunté.

-¿Puedo entrar? – su voz me sonaba conocida.

Al abrir la puerta me encontré con Keiler mojado de pies a cabeza, nunca me enteré que estaba lloviendo, y con sus ojos rojos y llenos de lágrimas. Esta vez eran rojos de llorar, no de droga.

-¿Qué haces aquí? Y lo más importante ¿Cómo sabes dónde vivo?

-Te busqué en internet para mandarte mi regalo.

-No respondiste a mi primera pregunta.

-Tengo algo de frío, ¿me dejas pasar a secarme antes?

Dudé un poco, pero decidí acceder.

-¿Para qué el palo? – se quitó su campera.

-Creí que tendría que usarlo para defenderme.

Él sonrió y yo tomé sus cosas y las llevé a la lavandería para mañana lavarlas y secarlas.

-Ven, vamos a mi habitación.

Keiler me siguió y al llegar le ofrecí una toalla para que se secara y una remera grande que tenía de mi padre. Ambos nos sentamos en mi cama y le di una manta para que se tape.

-¿Qué sucedió? – pregunté preocupada.

-Mi madre, hemos discutido de nuevo y me echó de mi casa.

Suspiré.

-Sabes que puedes quedarte aquí, mi madre y yo no te lo vamos a negar.

-Gracias, voy a aceptarlo hasta que pueda encontrar algo decente.

-Tienes olor a cigarrillo.

-Lo sé, fumé algo antes de venir acá, necesitaba calmar mis nervios.

-No me gusta verte así y que recurras a las drogas o cigarros, no quiero un día levantarme y enterarme que te encontraron muerto en la calle.

-Te juro que lo intento, pero siempre vuelvo a lo mismo. – bajó su cabeza y comenzó a llorar de nuevo.

-Debes intentar con más fuerzas, yo puedo ayudarte pero nunca me dejas.

-Creí que estabas enojada conmigo.

-Lo estoy, pero no por eso dejaré que te pase algo, somos amigos. Pero sabes mi opinión.

-No te rindas conmigo. – Se abrazó a sus piernas – Sí, cometo errores y no soy perfecto, pero lo estoy intentando. – levantó su mirada y me miró con aquellos ojos que me trajeron muchos recuerdos a cuando los vi por primera vez. – Tengo 18 años y sí, me drogo, pero es para olvidarme de mis problemas y eso me da la chance de no sentir nada por un momento.

Lo único que pude hacer en ese instante fue abrazarlo. Abrazarlo con todas mis fuerzas y no soltarlo. Me sentí una madre con su niño pequeño llorando en sus brazos. El mismo dolor y angustia. No podía dejarlo así. Iba a costar sacarlo adelante, pero mi objetivo era ayudarlo y eso iba a hacer.

-Aquí estás a salvo. – limpié su rostro con la manga de mi remera.

-Gracias, en serio. Y te pido una cosa.

-¿Qué?

-Compréndeme. Necesito que me apoyes y me comprendas, esto no va a ser fácil.

-Lo sé, pero yo voy a estar allí para ti. – le sonreí para que supiera que mi promesa era real. – De hecho quiero preguntarte algo.

Él me miró.

-¿Serías mi acompañante en la boda de mi madre? Es mañana y no tengo con quién ir.

Por un acto reflejo, Keiler me besó y enseguida se dio cuenta y se separó de mí.

-Lo siento, sí, claro que seré tu acompañante.

-Gracias. – Sonreí – Te daré un traje de mi padre para que uses.

Lo dejé que durmiera en mi cama y yo me fui a la habitación de mi madre a dormir y a tratar de digerir todo lo que sucedió en pocas horas con él. Mañana era el gran día y no podía estar con ojeras que me llegaban hasta el piso.

Un verano de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora