Capitulo 22

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Canción Animals de Maroon 5

Como lo supuse, mi resfriado se incrementó en la noche y por la mañana, cuando el señor Sullivan nos citó a todos en la cafetería estaba peor.

-¿Por qué no te tomas algo para calmarlo? – me dijo Ava cuando íbamos caminando.

-Luego pediré un té de miel y limón al salir de clase.

-Bueno, por el momento ten. – me dio un paquete de pañuelos. – Úsalos todo lo que quieras.

-Gracias. – dije con mi nariz tapada.

-De nada.

Al llegar ya estaban todos sentados y vimos a los chicos a lo lejos. Max no me dirigió ni la mirada y no entendía por qué tanto escándalo. La noche ya había pasado pero supuse que era ese tipo de gente que le encanta hacerse la víctima. En fin, yo igualmente saludé a todos y me senté a oír a Sullivan.

-Bueno, la noche de ayer fue todo un éxito y me alegra que todos la hayan podido disfrutar.

Algunos aplaudieron, otros chiflaron.

-Pero les tengo feas noticias.

Un silencio y pausa se produjeron al instante. Todos nos preocupamos.

-Han encontrado en la mañana una plaga de termitas. Las chicas estaban limpiando y avisaron en cuanto vieron maderas rotas en el gimnasio.

Nuestras caras pasaron de la preocupación por creer que algo grave había pasado a la tristeza. Por primera vez me sentía bien fuera de casa y ocurría esto.

-Por lo que lamentamos informarles que debemos cerrar el campamento hasta el año que viene. La fumigación será un proceso largo y tenemos que re armar estructuras. Sus padres ya fueron avisados y vienen en camino.

Miré a mis amigos y todos nos sonreímos con lástima.

El director se retiró y comenzamos de a poco a ir a nuestras cabañas a tomar nuestras cosas y esperar a que vinieran por nosotros.

-Oigan. – dije a mitad de camino. – Vayamos por última vez al puente, esperemos ahí, será nuestra despedida.

Los cuatro se emocionaron, me sonrieron y asintieron con sus cabezas. Tomamos todas nuestras cosas y fuimos corriendo al lugar para no perder ni un segundo del tiempo.

Ava puso un poco de música, Olivia y yo acumulamos las cosas. Max y Esteban sacaron un par de cosas para comer, unos snacks, y todos nos sentamos en el borde del lago a disfrutar el momento.

-Los voy a extrañar hijos de su madre. – comentó Esteban.

-Y yo a ustedes. – dije sonriendo.

-¿Qué dicen? – Saltó Ava – Pienso seguir juntándome con ustedes en el verano, esto no se termina acá, no señor.

-Tiene razón, buscaremos la forma de seguir con esto. – comentó Olivia.

Charlamos un par de minutos y mi madre me avisó que ya había llegado. Me despedí con un gran abrazo y me fui a su encuentro.

-Buenos días. – la dulce voz de mi madre me despertó de mi sueño. – Bienvenida de nuevo a casa.

-¿Qué hora es? – pregunté algo dormida.

-Son las diez, sé que es temprano pero necesito que me acompañes a buscar los vestidos de la boda.

-Okey, dame cinco minutos para despertarme.

-Te espero en la cocina, aquí te dejo tu desayuno.

Me besó la frente y se fue.

Un mensaje me llegó al teléfono y vi que era Keiler, lo que me parecía raro.

Hola, espero que te encuentres bien, ayer no pude despedirme correctamente y quiero que sepas que ha sido un placer conocerte. Te deseo lo mejor en esta vida.

Te quiero.

Era cierto que ayer no pude verlo, pero tampoco sabía a dónde se estaba quedando, por ello contesté su mensaje.

Hola Keiler, me da gusto saber de ti y quería decirte que si no tienes dónde quedarte, puedo prestarte mi garaje unos días.

Que tengas un buen verano.

Comencé a cambiarme porque si no mi madre me mataría y su respuesta llegó.

Gracias, me estoy quedando en la librería y tenía pensado visitar a mi madre para ver si me da lugar. Un beso.

No pensaba obligarlo a venir, pero la idea de que se quede en la librería no me gustaba nada.

-¡Angie! ¡Es hora! – mi madre gritó de abajo y supe que era momento de apresurarme y bajar.

La tienda era enorme, llena de vestidos de novia y de damas de honor. Una chica nos atendió y nos ofreció champagne para esperar. Luego mi madre entró para probarse el vestido y al salir quedé boquiabierta. Era un vestido corte sirena blanco, con breteles súper finos y mis ojos lagrimearon un poco.

-Estas hermosa. – dije

-Basta, me harás llorar. Es momento de que tú te pruebes el tuyo.

La misma asistente que nos atendió me llevó a un probador y el vestido que me entregó me dejó pasmada. Era muy parecido al del baile pero éste era beige y con manga corta estilo princesa.

-Aquí voy. – anuncié antes de salir del probador.

Por supuesto al verme, mi madre comenzó a llorar tanto que le tuvieron que dar una caja de pañuelos y su maquillaje estaba corrido.

-Ya mamá.

-Es que estás espléndida.

-Ya basta, no manejo bien los cumplidos.

-Ven aquí.

Tomé su mano y ambas nos pusimos frente al espejo a vernos. Mi padre estaría orgulloso de sus dos mujercitas y eso me hizo ponerme más sentimental de lo normal. Tomé una foto y se la envié a mis amigos tanto del campamento como de la escuela. Ellos vendrían a la boda pero quería que vieran lo precioso que sería todo.

Devolvimos los vestidos y mi madre les dijo que los recogería un día antes del gran día.

-A por cierto, hoy por la mañana te llegó esto. – Me dio un paquete cuadrado.

Lo abrí y observé un pequeño anillo con una nota musical. Venía con una nota.

Quería dártelo en el baile pero lo había olvidado. Es un regalo de perdón pero creo que ya es algo tarde.

Con amor, Keiler

Un verano de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora