Capitulo 27

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Canción 7 years de Lucas Graham

El segundo día comenzó igual al anterior. Nada por aquí, nada por allá. Muy dentro de mí tenía la esperanza de que él estaba en algún lugar, pero mí radar de búsqueda estaba fallando.

-Por favor papá, dame una señal desde arriba o algo. – Miré al cielo mientras caminaba.

Todos gritaban su nombre, buscaban ropa, zapatillas, lo que sea, pero nada salía a la luz. Había donado su remera a los perros de la policía para que olieran un rastro, pero llegaron hasta una cafetería y después se esfumó. Nada. Caminé esa calle y nada, ya me estaba asustando.

Decidí frenar en la cafetería para recolectar información y antes de entrar, una señora de unos cuarenta y cinco años de pelo negro se me acercó.

-¿Tú eres Angelina? – Me preguntó.

-¿Quién eres? – Me alejé un poco.

-Mi nombre es Sofía, soy su mamá.

Al principio no entendía, pero mi cerebro se prendió y comprendí quién era.

-¿Eres la mamá de Keiler?

-Sí.

Ambas nos miramos. Ella llevaba el pelo recogido en una coleta. Su ropa denotaba que vivía en la calle.

-¿Cómo sabes de mí?

-Él me habló de ti. Él te ama.

-No entiendo, ¿cuándo te contactó?

Y su cara me lo dijo todo.

-¡¿Dónde está!?

-No puedo, perdón.

-¡Dime! Si no llamo a la policía.

-Me pidió que no te dijera nada.

-¿Entonces por qué demonios viniste?

-Yo... es que...

Y simplemente se fue corriendo.

Yo, en cambio, corrí rápido con el resto del grupo y avisé lo sucedido.

-¿No te dijo nada? – Preguntaron.

-No, solo se fue corriendo.

-¿Puedes darnos la descripción? – Me preguntó una policía.

-Sí.

Comencé a describirla y ellos me aseguraron que la encontrarían y que si él estaba con ella, me avisarían.

Dicho eso, volví a mi casa, me duché y me fui al estudio a pintar un poco para calmar mis nervios. Su cara apareció y fue una de mis mejores pinturas. Mi madre me había llevado la cena y una manta para volver a dejarme sola con mis pensamientos.

Al encender la radio, nuestra banda favorita sonó y me acurruqué en un sillón a llorar. Solo el amor puede doler así, y en los peores momentos ese dolor se intensifica.

Mis ojos se fueron cerrando y me quedé dormida con la música de fondo. Soñé con él, con un futuro que nos incluía a los dos, juntos. Todo era hermoso hasta que me desperté por el sonido de mi celular sonando. Era él.

-¿Keiler? – Soné asustada.

-Te necesito, ven.

-¿A dónde?

-Calle 513 y 19, rápido.

Tomé mis cosas y le pedí a Julián que me acompañara por las dudas. Al llegar, Keiler estaba sentado abrazando sus rodillas en la puerta de una casa vieja y corrí hacia él. Nos hundimos en un abrazo mientras no dejábamos de llorar.

-Se murió. – Dijo entre sollozos.

-¿Quién? – Lo miré confundida.

-Mi madre.

Sus ojos me penetraron el alma y corrí en busca de Julián.

-Es Sofía. – Dije y él entendió.

Ambulancias y policías llegaron y sacaron el cuerpo del lugar. Suicidio. Sobredosificación de antidepresivos.

Me llevé a Keiler a casa, se duchó y esa noche dormimos abrazados y él lloró. Lloró con el más profundo dolor y tuve que contenerlo en mis brazos.

-Todo estará bien. Ya estoy aquí.

Un verano de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora