Capitulo 35

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Canción Kiss me de Ed Sheeran

Me prometí ir a verlo cada segundo de mi vida, no iba a pasar esto solo, allí estaría yo, en las buenas y en las malas. Repetir la misma historia que con mi padre me dolía, no voy a mentir, pero Keiler no tenía a nadie más que nosotros y no quería que batallara sin compañía.

Le llevaba libros, revistas, mirábamos películas en mi laptop, comíamos de la máquina expendedora y dormíamos juntos todas las noches. Me habían ofrecido una cama, pero yo solo quería dormir escuchando su corazón latir, eso me relajaba. Además, oír sus "Buenos días Julieta" cada mañana me llenaba el corazón.

Si bien estábamos en un hospital y eso le quitaba la alegría a todo, intentábamos poner nuestra parte y hacer cada día el mejor.

Hoy le tocaba chequeo médico, así que nos despedimos con un beso.

-Te amo – dijimos.

Mi madre había llegado con mi ropa y tomé una ducha antes de ir a la cafetería del hospital. No era el gran desayuno, pero cubría mis necesidades básicas.

-Ven a casa y deja que te suplantemos. – dijo mi mamá sentada frente a mí.

-No, estoy bien, en serio – puse algo de azúcar a mi café.

-Bueno, pero sabes que si lo pides lo haremos.

Le sonreí y comí mi tostada con mermelada.

Al volver, Keiler estaba dormido y tomé mi computadora. Comencé a escribir una carta, algo que me hubiera gustado hacer con mi padre y no pude. Simplemente escribí y me dejé llevar por mis sentimientos y pensamientos. Cada tanto lo miraba y sonreía. Quería decirle todo y esa carta iba a servir.

Al terminarla, recibí el almuerzo y lo desperté, pero no quiso comer y eso me pareció extraño.

-Sabes que tienes que hacerlo.

-No quiero.

-Bueno, dejaré la bandeja aquí.

-Ven conmigo.

Me acosté a su lado y sentí su respiración algo pesada.

-¿Te sientes bien?

-Sí, solo estoy muy cansado hoy.

-Sabes, te escribí algo.

-¿Sí? ¿Acerca de lo bello que soy? – se rio

-No, de lo idiota que eres. – bromeé

-¿A sí? – y comenzó a hacerme cosquillas.

-¡Ya, para!

Keiler frenó de golpe. Estaba quieto, pero me venía haciendo lo mismo siempre. Comencé a hacerle cosquillas para que se despertara pero me pareció extraña que no se resistiera ni un poco a ellas.

-Okey, ya entendí – lo sacudí – Keiler despierta. – y mi cara se transformó - ¡Oye! Ya no es gracioso.

Cuando me frené a controlarlo, su corazón no latía.

-¿Keiler? – intenté despertarlo - ¡Keiler! – apreté el botón de emergencia y los médicos aparecieron.

Me corrieron para hacerle RCP y me tapé la boca mientras lloraba. Nada, no respondía a ningún estímulo y cuando sonó la máquina con ese pitido insoportable, me tiré rendida al suelo.

Se fue. Simplemente me dejó. ¿Había algo que podría haber hecho? No ¿Por qué no le leí la carta?

Pedí que me dejaran despedirme. Comencé a gritar y llorar desconsoladamente y me abalancé a besarlo.

-Lo siento amor, no pude salvarnos. – susurré a su oído.

A la fuerza me despegaron de él y se lo llevaron. Para cuando mi madre junto al resto llegó, yo estaba sentada en la recepción mirando a la nada. Cada uno fue a despedirse de a poco y cada uno venía llorando como yo lo hice.

El amor de mi vida me había dejado de un segundo a otro y no me dio tiempo de despedirme. La historia se repetía de nuevo.

Un verano de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora