Capítulo 5: Una nueva misión

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Narrado por Diego

Me quedo callado durante diez segundos, procesando la idea de una nueva misión. Y luego abro la boca para expresar mi opinión con madurez y respeto.

- Está bien, papá. Lo haré porque no quiero que Hera me calcine y porque no tengo nada mejor que hacer.

Zeus pone los ojos en blanco, irritado por mi descaro.

- Hijo, pensaba que ya habíamos superado esa etapa. Creía que las réplicas insolentes ya se habían acabado- me dice, cansado.

- Hay cosas que nunca cambian- le contesto, y le guiño un ojo. Escucho un par de risitas mal disimuladas, que pertenecen a las ninfas del bosque. Precisamente, esas carcajadas acaban por hacer que mi padre pierda la paciencia.

- ¡Deja ya de dar la lata! Haz el favor de mantenerte callado hasta que decidamos qué hacer contigo y con la Caja de Pandora. Tenemos mucho trabajo, así que intenta no molestar- me ordena. El aire a su alrededor crepita y desprende olor a ozono.

- Como quieras- accedo, y cierro la boca.

- Así está mejor- aprueba mi padre, satisfecho.

- Querido- le dice Hera con aire inocente-. ¿No deberíamos seguir con la asamblea y discutir luego las pequeñas disputas familiares?

- ¡Sí!- corrobora Afrodita, súbitamente interesada por la asamblea- El nombre de mi hija ha aparecido en la Profecía, y dice que ayudará al chico a encontrar algo y a perderlo. Quiero saber qué significa eso inmediatamente- pide, y cruza los brazos.

- Y a mí me interesa saber qué papel va a tener mi hija en todo esto- añade Atenea-. "Su Guardiana le salvará la vida del Buscador". Mi señor, creo que hemos estado aplazando demasiado la respuesta a estas preguntas. Mi hija es la Guardiana de aquella que abrió la Caja de Pandora; la Profecía dice que le salvará la vida de Diego, y me gustaría saber en qué contexto sucederá.

- Y yo quiero aclarar lo del Reflejo de Sangre. No creeréis que yo le enseñé eso a Feyre, ¿verdad?- dice Ares.

- La verdad, no me extrañaría...- refunfuña Dioniso desde su asiento de vides.

- Vamos a ponernos de acuerdo de una vez y a dejar de discutir- zanja Zeus el asunto, y todos los dioses se callan-. Afrodita, haz el favor de llamar a Cupido y decirle que venga. Y cuando la tengamos con nosotros ya decidiremos cómo proceder.

- Por supuesto, mi señor- ronronea Afrodita. Se levanta de su trono y sale por una de las puertas laterales, dejando tras de sí un potente aroma a flores y amor.

No pasan ni cinco minutos hasta que la diosa del amor regresa, seguida por su hija. Ella se sienta de nuevo en su trono y Cupido se coloca a su lado obedientemente.

Cupido es guapísima para morirse, para qué mentir. Tiene la piel ligeramente morena, cosa que hace destacar su larga cascada de pelo rubio, ondulado y espeso, que le llega hasta la cintura y que lleva suelto. Tiene un rostro de facciones armoniosas, con unas cejas perfectas que enmarcan unos ojazos azules. Sus labios son elegantes, de color rojo sangre, y me entran ganas de besarlos. Lleva puesto un vestido de color violeta claro, de tirantes y ceñido a la cintura, que le queda espectacular. Y de la espalda le nacen dos alas, de plumas suaves y blancas.

- Y ahora que mi hija ya está con nosotros, ¿podemos mostrarle el verso de la Profecía en que aparece su nombre?- pide Afrodita otra vez.

- Por supuesto- accede Zeus. Hace un gesto a Hermes con la mano, y él da una orden a sus ángeles mensajeros. Ellos le acercan el pergamino gigante a Cupido y le señalan el verso.

- "El Buscador la encontrará y la perderá gracias a Cupido."- lee, en voz baja. Cuando acaba, levanta la vista y me mira directamente a los ojos. Algo se remueve en mi interior y me pone nervioso. Cupido parece poder leer mi corazón como si de un poema se tratase.

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