Capítulo 8: Muy cerca

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Narrado por Núria

Las Navidades pasan sin sobresaltos ni sucesos extraños. Y, afortunadamente, sin más pesadillas inquietantes. Pero el recuerdo sigue vivo en mi mente, por más que he tratado de olvidarlo y desterrarlo a los confines de mis pensamientos. Es en vano; parece que me hayan grabado a fuego el maldito sueño, y yo no soy capaz de borrar la inscripción.

El día del regreso a Barcelona, mi madre me acompaña a la estación para despedirme. Parece algo preocupada, y no acabo de entender por qué. Esto me recuerda que Daiana también estaba inquieta cuando me despidió, como si fuera a sucederme algo malo.

- ¿Pasa algo?- le pregunto, al llegar junto a las puertas que me separarán de Tortosa.

Ella se apresura a esbozar una de sus cálidas sonrisas. No obstante, me doy cuenta de que no sonríe de verdad. Está intentando no preocuparme, y esto me lleva a preguntarme qué está sucediendo. El mundo sabe algo que yo ignoro...

Y presiento que es un detalle importante.

- Amor, todo va bien- me tranquiliza-. Pero tienes que prometerme una cosa, antes de que te vayas- añade, súbitamente seria.

Me ajusto las correas de la mochila, algo nerviosa por lo que me pueda decir. Mi madre no suele ponerse seria; ella es una mujer alegre y espontánea, que se toma las cosas con sencillez y que intenta que siempre haya buen rollo en el aire. Por eso me extraña verla tan seria.

- Dime, mamá- le pido, expectante.

- Prométeme que vas a tener mucho cuidado- me pide-. Prométeme que no hablarás con desconocidos y que no irás sola por Barcelona. Intenta no separarte de Daiana, o quedarte sola.

- Mamá, me estás asustando. Aquí pasa algo, y quiero saber de qué se trata.

Ella suspira y evita mirarme a los ojos.

- Hay gente mala ahí fuera, amor- explica, dirigiendo su mirada al andén-. Y después de todo sólo tienes diecinueve años, y es normal que me preocupe por ti. Barcelona es una ciudad muy grande, y a saber qué intenciones tiene la gente...

- Entiendo- le digo, mirando también el andén. Luego miro el reloj, y añado-: El tren llega en cinco minutos, tengo que ir tirando...

- Oh, es verdad- dice mi madre, como despertando de un sueño y volviendo a la realidad-. Ve, anda. Y ten cuidado.

Me abraza, y yo me refugio en sus brazos. Me acuerdo de cuando era pequeña y tenía miedo de las tormentas; ella siempre lograba disipar mis temores. Percibo que me estrecha con especial fuerza, como si fuera la última vez que me va a ver y abrazar.

- Te quiero, Núria- me susurra al oído, y noto que tiene la voz levemente rota-. Recuérdalo siempre, pase lo que pase.

Me separo de ella con delicadeza. La miro a la cara; tiene los ojos ligeramente húmedos. Está pasando algo. Daiana y mi madre lo saben.

- Claro- le aseguro-. Yo también te quiero mucho. Aunque...Hay algo...- titubeo, sin atreverme a seguir.

Mi madre no da signos de haber escuchado mis últimas palabras. Suspira, y me estrecha el brazo.

- Ve, amor. Tu tren va a salir.

Le doy un beso en la mejilla. Ella me da otro, y me abraza por última vez.

- ¡Adiós!- le digo, saludándola en la distancia, entre la marea de gente- ¡Intentaré volver algún fin de semana!

Ella asiente, pero me mira como si no fuera a volver a verme en mucho, mucho tiempo. Entonces, se gira y desaparece entre la muchedumbre que abarrota la estación de tren.

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