Narrado por Diego.
Mi segunda excursión al Inframundo en una semana no sale mejor que la anterior. Para empezar, nuestro amiguito Caronte el Rata no me deja subir a la barca, a pesar de que le ofrezco el doble de dinero que la vez anterior. Pero, por más que añado dracmas de oro al mostrador, el demon está empeñado en continuar con sus negativas.
- ¿Se puede saber qué pasa?- estallo, al final- Una semana atrás me habrías cogido el dinero sin rechistar. ¿Por qué ahora no me haces ni caso?
- Cumplo órdenes- me contesta en tono seco, nada parecido a su voz empalagosa de la otra vez.
- Malditas sean esas órdenes- mascullo. Entonces, saco la espada y se la muestro a Caronte-. A la mierda tus órdenes, querido Caronte. Llévame a la otra orilla o te convertiré en un colador.
- No puedo morir- rebate él, pero noto un leve temblor en su voz.
- Mi idea no es hacerte morir- replico yo, mirando el filo del arma con despreocupación-. Lo que pretendo es dejarte con una colección de agujeros para el resto de la eternidad, ¿entiendes?
- ¡No puedes hacer eso!- gruñe, irritado, el Barquero.
- ¡Claro que puedo!- exclamo yo, acercando la punta de la espada al pecho de Caronte- Esta hoja ha sido bendecida por el mismísimo Zeus en del Monte Olimpo con su rayo maestro. Yo que tú no pondría a prueba su poder. ¿Por las buenas, o por las malas?
Remato mi alegato con una sonrisilla de suficiencia específicamente diseñada para sacar de sus casillas a la gente.
Caronte masculla algo acerca de que no se puede permitir pagar otro traje en el caso de que yo le estropee el que lleva puesto porque Hades es un tacaño de cuidado; a continuación, me hace un gesto señalando la barca.
- Dame el dinero y sube. Ah, y no le cuentes esto a nadie.
Le lanzo la bolsa de malos modos y subo a la barca. No pienso chivarle a nadie que ha sido él quien me ha dejado entrar, pero es bastante deducible, digo yo.
Caronte sube, coge la pértiga y zarpamos. Me paso todo el trayecto con la vista fija en el frente, intentando vislumbrar la otra orilla, pero esta no parece tener prisa por hacerse ver. Mi corazón late a un ritmo desenfrenado e incluso me tiemblan las manos.
Realmente, no quiero hacer esto.
De pronto, una sacudida hace que la barca oscile de modo peligroso. Hemos llegado; así, por la cara. Es lo que tiene mi THDA: en un momento estoy en mitad del río y un segundo después ya he llegado al otro lado. Esto me sulfura mucho, pero es lo que hay.
- Vete, y no vuelvas- me recomienda Caronte-. Ah, y recuerda que no me has visto.
Empuja la pértiga y se desliza río abajo, mientras silba una melodía anticuada y cuenta el dinero que le he ofrecido a modo de soborno. Yo no le dedico más pensamientos: me obligo a centrar la vista en el frente y a avanzar.
A pesar de que cada paso me duele en el alma como si me estuvieran clavando dardos ardientes en el corazón.
Me infiltro en la marea de espíritus que se dirigen a las puertas de "Muerte rápida" y a los "Juicios para el Elíseo y los Campos de Castigo", hasta que llego frente a Cerbero. Parece ser que el bicho no me ha olvidado, porque me gruñe en modo amenazante y me enseña los dientes. Le resbalan las babas al suelo.
- Puaj- murmuro, viendo los goterones caer con un "plaf".
Entonces, me fijo en que hay un cartel pegado en una de las paredes. Se ve una foto mía (probablemente sustraída de mi cuenta de Instagram) y una inscripción: "Diego Estrada. Sujeto peligroso; vivo o muerto, llevarlo ante el Señor Hades".
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Los Dioses también tienen Instagram
Novela Juvenil(CONCLUIDA) Hace unos cuatro mil años, en la lejana Grecia, el Oráculo de Delfos pronunció una fatídica profecía: que la Caja de Pandora volvería a ser abierta, para desgracia de todos. Y el cumplimiento de dicha profecía ya ha comenzado. La Caja ha...