Capítulo 46: No solo heridas físicas

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Narrado por Daiana.

Poco a poco, comienzo a notar una sensación cálida y revivificante recorriendo mi cuerpo. Me siento en paz, descansada, sin más asuntos pendientes que resolver. Y tal cual esta maravillosa sensación llega, se esfuma de repente y es reemplazada por un dolor similar al que me produciría ser aplastada por un camión.

Abro los ojos de golpe y lo primero que veo es una mancha de color cobrizo a mi lado. La mancha se mueve y dice:

- ¡Gracias a los dioses que has despertado!

La mancha es Núria. Se sienta en el borde de la cama y se me acerca. Intenta abrazarme, pero entonces repara en la enorme venda que me cubre el costado y se separa al instante. Así que se conforma con cogerme una mano y estrechármela con fuerza.

- Núria- murmuro, con una voz débil que casi me avergüenza-. Mis gafas.

Asiente (o eso creo) y corre a buscarlas. Me las tiende y yo, con mucho cuidado ya que cualquier movimiento me duele, me las pongo. El mundo se aclara a mi alrededor y por fin veo dónde me encuentro: en una tienda de campaña grande y espaciosa, hecha de tela blanca que permite filtrarse levemente la cálida luz del día. Estoy tendida en un colchón, arropada con sábanas mullidas, al lado de un brasero apagado y un taburete de madera con algunas cosas mías. Cerca descansa mi mochila, y mi yelmo se encuentra en lo alto de un soporte para armaduras, junto a Choréftria, muy próximo a la entrada. Por desgracia, de mi armadura solo queda el casco, cosa que me apena.

Y sentada junto a mí, en el borde del colchón, está Núria. Tiene aspecto de no haber dormido en dos semanas: el cabello hecho un guiñapo, ojeras profundas que resaltan en la piel terriblemente pálida, la túnica arrugada a más no poder. De repente, miro bajo las sábanas y constato que, a parte de la venda enorme que me rodea el costado y otras vendas que me cubren otras partes del cuerpo (una pierna, la muñeca izquierda...), apenas si llevo una túnica corta por arriba y poco más. Me subo la sábana y le pregunto a Núria, con un hilo de voz:

- ¿Qué ha pasado...exactamente?

Ella suspira, visiblemente cansada.

- Bueno, pues...Después de que el Minotauro te dejase fuera de combate, me lo cargué con un golpe certero.

- ¿Cómo?- pregunto, y me intento incorporar de sopetón. Tan solo consigo sentir un agudo dolor, antes de decidir que es mejor que me quede tumbada.

- Ten cuidado, te rompiste varias costillas- me reprende Núria-. Bueno, viajé por las sombras y llegué a lo alto de su cabeza, y luego...- Se encoge de hombros-. En fin, después de eso Diego y yo tuvimos que reanimarte, hacerte la respiración asistida y eso. Y ahí fue cuando llegaron las Amazonas, a las que Azahar había alertado, y te llevaron aquí, donde te consiguieron curar unas amazonas hijas de Apolo.

Pero hay una parte que se ha quedado rondando por mi cabeza.

- Diego...¿Me hizo el boca a boca?- pregunto, con una expresión que no sabría definir.

- No, te lo hice yo- contesta Núria-. Él se encargó de...

Ve de reojo mi expresión de espanto y pone los ojos en blanco:

- ¡Tía, era una situación desesperada!

- Lo sé, es solo que...

- ¿Que le odias?- intenta ayudar mi amiga.

- Supongo que sí.

Aunque no es eso exactamente. De hecho, no sé qué pensar al respecto de todo lo sucedido. Estoy hecha un lío.

- ¿Sabes? Diego lleva queriendo verte los dos días que llevas inconsciente, pero Feyre ha estado haciendo guardia en la puerta de la tienda y no le ha dejado pasar. Dice que "tener a un hombre dando vueltas por aquí" sería poco beneficioso para ti. Así que lo ha dejado fuera.

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