Narrado por Daiana.
Tras huir de las sirenas, saco algunas provisiones de mi mochila y las reparto a modo de desayuno. Barritas y agua para los mortales, ambrosía y néctar para la inmortal. Vigilo que los sorbos que damos al agua sean equitativos y pequeñitos, pues calculo que todavía quedan varias horas largas para llegar a la costa de Miami, el lugar que más cerca nos queda.
Núria y Láquesis se ponen a hablar entre ellas como si los demás no existiéramos. Yo me resigno a controlar el motor y la dirección de la barca, mientras con el rabillo del ojo echo un vistazo a Diego. No acabo de fiarme de él.
Y el susodicho se sienta en el suelo con las piernas estiradas, los codos apoyados en el borde del barco y una expresión que pretende ser vacilona. No deja de mirarme de tal manera que me parece que le va a explotar el ego. Se le ve tan creído...
- Si huimos de las sirenas, fue gracias a mí- suelta.
Me entran ganas de poner los ojos en blanco o soltarle una réplica cortante, pero decido optar por la vía diplomática.
- En parte- digo, bajándole de su nube-. Y te doy las gracias por ello, pero quizá deberías reconocer que fue un trabajo en equipo.
- Está bien- acepta él, alzando las palmas de las manos-. Fue un trabajo en equipo.
Lo miro de nuevo, entrecerrando los ojos con suspicacia.
- ¿Ah, sí?
- ¡Claro que sí! Aunque el mejor de todos fui yo, sin duda, pero reconozco que sin los esqueletos de Núria lo habríamos tenido más chungo. Y tu plan...- me dedica una miradita de soslayo, cosa que me molesta-. Muy básico, de primeros del campamento. Superable.
Sé que está intentando picarme. Lo malo es que lo está consiguiendo. Odio que no se reconozca mi trabajo como es debido, y, por lo visto, él lo sabe.
- ¡Ajá!- exclama, sus ojos reluciendo de diversión- Te he molestado, ¿eh?
Dioses míos, es tan impertinente que entran ganas de dejarle inconsciente un ratito solo para que se calle. Supongo que estos pensamientos se reflejan en mi rostro, porque añade, con mala intención:
- ¿Qué, no ser la favorita de mamá duele? ¿Primera vez que te rebelas, guapa?
- Primero- advierto, respirando hondo para serenarme-: no soy la favorita de mi madre.
- Pero te importa.
Le ignoro. La necesidad de sentirme útil, de saber que lo estoy haciendo bien y de que tengo la constante aprobación de los demás son mis mayores debilidades, pero Diego no tiene por qué saberlo.
- Segundo, no es la primera vez que me rebelo- añado, elevando un poco la voz para callar sus palabras insolentes.
- ¿Doña Perfecta es una rebelde? Vaya, esto se pone interesante.
- Y tercero- concluyo, dirigiéndole una mirada con algo de rabia contenida-, no me gusta que me llamen "guapa". Concretamente, que tú me llames guapa.
- Lo tendré en cuenta. Por si alguna vez me entran ganas de molestarte, guapa.
Sube y baja las cejas de manera burlona. Reprimo mis ganas de soltarle un improperio. Si no fuera porque tiene información de utilidad, ya lo habría tirado al mar hace rato.
Pasan un par de horas. El sol brilla con fuerza en lo alto del cielo y nos deja prácticamente achicharrados y deshidratados. El agua de la que disponemos se agota lentamente, así como nuestras energías. A nuestro alrededor, todo es agua y más agua.
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Jugendliteratur(CONCLUIDA) Hace unos cuatro mil años, en la lejana Grecia, el Oráculo de Delfos pronunció una fatídica profecía: que la Caja de Pandora volvería a ser abierta, para desgracia de todos. Y el cumplimiento de dicha profecía ya ha comenzado. La Caja ha...