Capítulo 34: Una entrada sin retorno

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Narrado por Núria.

Yo nunca he estado en Central Park y, desde luego, de ninguna manera podría haber imaginado que le haría una visita con el objetivo de encontrar una entrada al mismo Infierno.

Pero aquí estoy, frente a un montón de rocas enormes apiladas junto al Pond, el lago con forma de coma que hay en el parque. Ya estamos a veintidós de mayo; los días parecen correr y esfumarse a una velocidad alarmante. Temo no llegar a tiempo para encontrar a Ulises y la Piedra Filosofal.

- ¿Y ahora qué?- pregunto, mirando las rocas con algo de reticencia.

- Este lugar se llama "la puerta de Orfeo"- explica Daiana-. Orfeo utilizó esta entrada al Inframundo cuando quiso recuperar el espíritu de su amada para devolverla a la vida. Desgraciadamente, fracasó...

Su voz se apaga.

Me inquieta comprobar que la historia de Orfeo y la mía tienen similitudes. Ambos queremos sortear a la muerte, y para ello vamos a utilizar la misma entrada. Sin embargo, mientras que Orfeo buscaba salvar a su amada, yo solo busco salvarme a mí misma a toda costa.

- Ya, pero, ¿cómo entramos?- insisto, bastante nerviosa.

Encima de nuestras cabezas, unos nubarrones negros danzan amenazantes, soltando algunos rayos que iluminan de manera tétrica el parque. Pienso en todos los árboles que nos rodean y en lo desagradable que sería morir electrocutada en Central Park; casi tengo ganas de entrar al Inframundo.

Es obvio que una deidad en particular intenta complicar nuestra misión.

- Se dice que la puerta se abre al tocarle música- dice Daiana-. Orfeo usó su lira para entrar, por ejemplo.

Nos miramos entre nosotros. Diego salta y exclama:

- ¡Yo no pienso cantar!

- Lo haré yo- se ofrece Láquesis, con serenidad.

La miro con expresión agradecida. Ella me dedica una de sus sonrisas maravillosas y pienso que nada puede ser tan malo si estoy junto a ella. Es genial tener a alguien en quien confiar.

No todos parecen tan entusiasmados con la idea. Daiana asiente de buen grado, pero Diego hace una mueca de fastidio y pone los ojos en blanco.

- ¿Una Moira cantarina?- resopla, en tono algo burlón- ¿Ahora también hacéis espectáculos, además de cortar hilos y matar a gente?

Noto la ira hervir en mi interior. Estoy harta de que Diego me haga daño, de una manera u otra; ver que se mete con Láquesis me molesta incluso más que si el comentario hubiera sido para mí.

Tal vez la antigua Núria se habría podido llegar a compadecer de él, pero ya no soy esa. Él me ha hecho cambiar...y no sé si para bien o para mal.

- ¿Algún problema?- contesta Láquesis con voz fría como el hielo y los brazos cruzados.

- No te metas con ella- le suelto-. Al menos intenta ayudar, no como tú.

Se respira tanta tensión en el ambiente que Daiana, con una sonrisa claramente forzada, se nos acerca y dice:

- Ya puedes empezar, Láquesis.

- No le hagas caso a Diego- le digo yo-. Sé que tú puedes abrir esa puerta.

Sin embargo, tengo un mal presentimiento respecto a esta segunda excursión al Inframundo. Una parte de mí no quiere que ese portal se abra; va a pasar algo, algo malo. Voy a perder algo importante.

Tal vez sea que me costará conseguir la Piedra, pienso para tranquilizarme. Pero no consigo sacudirme de encima la impresión de que algo va a salir mal.

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