Jules es una abeja reina de las buenas, se enamora del freak y él es demasiado hermético como para asumir que se ha enamorado de una princesa de secundaria amante del drama
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Contiene partes +18
Narra Jules:
— ¿Te gusta cómo me queda el amarillo?— le desfilé mi playera. Eddie arrojó una bellota que había caído de un árbol de seguro— Ay, eso dolió. Tonto.
Me había caído justo en la cabeza, escuché cómo sonó.
— Oh, Jules— Eddie corrió y me abrazó— Oh, chiquita, lo lamento— besó mi cabeza, me gustaba verlo preocupado por mí.
— ¿Me has dicho chiquita?— le pregunté, con una sonrisa de oreja a oreja. Eddie suspiró y posó uno de sus dedos en mis labios.
— No empieces con escenas ficticias— soltó divertido y yo resoplé.
— ¿Pero no sabes todo lo que provocas en mí cuando me dices esas cosas?— Le pregunté.
— ¿Por qué no dejas de hablar y hablar hasta por los codos y me dejas besarte?— Me miró por unos segundos, yo tragué saliva, sentí cómo sus labios se unieron a los míos. Yo parecía un muñeco de trapo en sus brazos , desarmada ante sus cariños— Tus labios son dulces, cabeza de coco.
— ¿Traga maestros, loca, cabeza de coco? ¿En serio esos son apodos dignos para tu novia, futura esposa y madre de tus hijos?— Eddie puso sus ojos en blanco, yo le lancé un beso al aire.
— Podría crearte más, incluso podría decir que pareces un polluelo— Soltó. Ese día usaba un broche en mi melena, era color rosa, en medio de una larga sonrisa me lo saqué y lo puse en su prominente cabello largo y ondulado, digno de un thrasher ochentero— ¿Qué haces?— resopló.
— Me gusta cómo me prestas atención cuando hago este tipo de cosas— acomodaba su cabello— Es un regalo, no te lo quites.
— ¿Quieres que camine a casa con esto puesto?— apuntó al broche rosado.
— Si te lo quitas, entonces un gatito muere — hice un puchero, sin previo aviso, Eddie me tomó en brazos, con el broche puesto, me subió a sus hombros y se echó a correr por el bosque—¡Suéltame!—grité, pero quería reírme , Eddie me recostó en una cama de hojas otoñales, persistían ahí, me dejó tumbada ahí, me sentía cómo en una película de Halloween. Siempre en los slashers los promiscuos son los primeros en morirse, y con Eddie, no me importaba si Jason o Michael Myers nos atravesaran con un machete en la cama, reí por mis pésimos pensamientos.
— ¿Qué tanto piensas?— Eddie se acomodó sobre mí , siendo cuidadoso de no aplastarme.
— En nada— le respondí con una sonrisa.
— Mejor no quiero saberlo— Eddie soltó divertido. Acarició mi cabello.
— ¿Por qué me tienes así si no te vas a meter entre mis piernas?— le pregunté, porque no era del todo normal estar tumbados en hojas secas del otoño que pasó.
