Jules es una abeja reina de las buenas, se enamora del freak y él es demasiado hermético como para asumir que se ha enamorado de una princesa de secundaria amante del drama
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Narra Jules:
— Es tan raro tenerte en casa — Lo miraba divertido.
— Jamás pensé sinceramente en conocer la casa de Jules Henderson, que por cierto es linda — Me senté en el sofá junto a Eddie.
Unos deseos dentro de mí crecían con fuerza, mi sueño era presentarles a Eddie, en una cena probablemente, tomar su mano y decirles a ms padres: Él es Eddie, mi novio.
Pero por algún extraño motivo, sabía que eso no iba a pasar, jamás en la vida, Eddie se veía como esa clase de chico que ama más a sus bandas que a cualquier chica en el mundo. Por alguna extraña razón, me daba pánico poner la palabra amor y Eddie en la misma frase. Yo estaba tan dispuesta a enamorarme perdidamente de él, pero sabía que Eddie no estaba en ese plan, y eso era triste de asumir.
Pedí pizzas para comer, no tenía ánimos de comer, la verdad estaba más nerviosa por saber que terminaría follándome a Eddie en esa cama que me ha visto crecer, frente a mis peluches, y quizá por eso, mi apetito era casi nulo. Cuando llegó el repartidor, fui de inmediato a abrir la puerta, recibí el vuelto, y antes de cerrar, noté que el coche de Albert iba a toda marcha por la calle de mi casa. Cerré la puerta.
Narra Eddie:
Esa noche decidí caminar, me encontré con Molly Edwards de camino, la saludé, porque simplemente no podía hacerme el desconocido, la había aguantado en su llanto hacía un mes y medio atrás, sabía que la chica estaba embarazada. Esa noche se veía extraña, como si tuviera miedo de algo. Podría haber pasado de largo, con un saludo lejano, pero sin embargo, me detuve.
— ¿Estás bien?— le pregunté, ella me evitaba con la mirada.
— Pues...¿Tienes un porro o algo?— me miraba nerviosa, noté su barriga.
—Pues, sí pero...tienes un bebé ahí— solté y apunté a su incipiente barriga.
— Es sólo uno— soltó— Nadie va a saber sobre esto, te lo juro, además, no fumo nunca.
No sabía realmente qué hacer, la verdad es que no era un fan de los niños, de los bebés, pero el hecho de pensar en dañar a uno de manera indirecta, no me hacía sentir de los mejores. Por otro lado, pensaba en Molly, era ella quien estaba parada frente a mí, era ella quien me generaba ese sentimiento de angustia.
— Te pago lo que sea Munson, pero dame un jodido porro— Molly estaba nerviosa, lo sabía.
—Vale, pero...no temas en decirme qué diablos te pasa— buscaba en mi billetera un porro que tenía armado para alguna buena ocasión.
— Lo me pase no es tu puto asunto— soltó de mala gana, no me desgasté en decirle algo incluso más hostil. Le entregué el porro.
— No quiero dinero, sólo no me metas en esto— la miré a los ojos, ella lo aceptó.
