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Se encontraba rodeado de personas que no había visto en su vida, todas y cada una de ellas le implantaba un miedo inimaginable en su pequeño corazón.

No estaba seguro de qué rayos hacía ahí, sólo sabía que algo dentro de él le suplicaba a gritos que por favor escapara lo antes posible. Sin importarle las consecuencias con respecto a ellos, porque la única persona importante le iba a arrancar las piernas con tal de que no volviera a huir.

¿Había huido en un primer lugar? No recordaba haber pasado por la puerta principal del orfanato o siquiera salir de su celda. Si era un sueño no tenía ni gracia o chiste alguno, y si era una pesadilla, al menos no se veía tan aterradora como otras.

Un hombre de cabello largo y rubio se le acercó lentamente, provocando que caminara hacia atrás a medida que él avanzaba. No podía verle la cara, pero estaba casi seguro de que le quería hacer daño por ordenes del director.

Las lágrimas heladas no tardaron en caer, el mayor levantó su mano justo cuando esperaba un golpe con todas las de la ley. Es decir, si un extraño te alza la mano y con la palma totalmente abierta, es obvio que sólo podrías esperar una buena golpiza.

El terror se apoderó de su pequeño cuerpo, no lo soportaría más a este punto donde el oxígeno comenzaba a faltar en sus pulmones debido a los sollozos innumerables. Su vista borrosa, el pánico tomaba control de sus acciones, su mente en blanco sin poder reaccionar...

Fue un completo alivio cuando se desmayó.

En cuanto eso sucedió, los adultos presentes por poco convulsionan. Confusión, asombro, impotencia y sobre todo espanto por lo que recién presenciaron.

Kunikida fue el primero en reaccionar, pero al ver que el pequeño albino no reconocía a nadie de sus compañeros de trabajo, tratar de ayudarle dejó de parecer una buena idea. Los leves temblores que sus manos sufrieron le preocuparon a más de uno, puesto que era alguien poco sentimental.

— Bi-Bien, ¿q-qué haremos?– cuestionó Tanizaki con sus manos hechas puños
— ¿Deberíamos d-dejar pendiente la misión y-y regresar?

— Deja lo que analize... apenas puede digerirlo– susurró Ranpo tomándolo del hombro — Estaremos en la entrada por si necesitas algo

El rubio no quiso responder nada, por el momento requería de silencio absoluto y mucha paz a su alrededor. Así que tenía un dilema nuevo, ¿qué hacer con Atsushi ahora?

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La puerta de la Agencia se abrió con más delicadeza de la normal, era bastante común que al regresar de una misión exitosa fuera azotada mientras se escuchaban las risas de victoria o los suspiros de cansancio.

Esta vez no fue como se esperaba, por lo que fue obvia la pregunta que se les hizo apenas Junichiro cruzó por ella.

— ¿Qué les pasó?– preguntó Haruno en el primer escritorio — ¿Por qué tan silenciosos?

— Okey, ¿a quién tengo que abrirle el estómago?– secundó la doctora confundida al no escuchar el típico escándalo

Su sorpresa fue grande al ver cómo Kunikida atravesaba el marco de madera con un pequeño niño en sus brazos, un semblante aterrorizado lo acompañaba junto con el rostro inexpresivo del detective tras él.

El silencio reinó por un buen rato, siendo roto al poco tiempo con la puerta cerrándose mientras el rubio caminaba despacio hasta el sofá del lugar. Dejó a Atsushi del lado derecho, luego se tomó unos segundos para sentarse a su lado y recargarse en el respaldo.

Una vez allí se permitió suspirar y retirar sus lentes, echando varios mechones de cabello hacia atrás para luego asegurarse de que el menor siguiera inconsciente o dormido o lo que fuese.

Mini Jinko // SSKKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora