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Sabía que Atsushi nunca pudo salir de su celda cuando era pequeño debido a que tenía un maldito psicópata detrás suyo que buscaba "protegerlo" de cierta forma. Pero justo por eso lo primero que cruzó su mente fue llevarlo a conocer el exterior.

Se encontró con Kunikida enseñándole a sumar y restar en su escritorio, Kyouka a su lado cortando manzanas como merienda y Kenji del otro mirando a los demás. Le dio ternura de alguna manera, le traía recuerdos de Gin siendo niña y aprendiendo a desarmar una pistola.

Diferentes escenarios, mismo sentimiento.

Se recargó en una esquina, viendo al gato tricolor de la ventana jugando con una hilera de la cortina, pensando en que debería haberle avisado a Higuchi sobre todo el retraso de esto. Debería estarse volviendo loca desde ayer.

Un tono, dos todos, y luego todo se convirtió en gritos y bullicios de lo que parecía ser Tachihara y Kajii en problemas.

— ¡Me vuelves a llamar "princesita" y te juro en el nombre de las estrellas que te meto mis tacones por el culo!– era el grito de la chica

— ¡Buena idea, tal vez así me corrijas la postura de la puta columna que tanto me molesta por seguir cargando el pinche peso de tu estupidez, maravillosa Onne-san de mierda!– como siempre, el pelirrojo siguiéndole el juego porque le encantaba sacar de quicio a la gente

— ¡Los dos se calman o hago volar en lugar en pedazos irremediables, les prometo, les juro y les digo que sus cuerpos quedarán en pedacitos y luego se los daré de comer a los perros!– la voz del chico limón sonaba alterada

— ¡No si yo los mato primero, hijos de la re mil puta que los parió!– apenas sonó el primer disparo en el techo, el filo de una navaja en la pared y el seguro de una bomba cayendo al suelo

Rápidamente colgó.

Dios, se desaparecía por una sencilla mañana y todo parecía estarse yendo derechito al demonio. Trabajaban para una organización criminal que asesinaba muchas veces por diversión y torturaba a otras personas pero, aún así, ¡se seguían comportando como grandísimos imbéciles incapaces de cambiar la sábana de una cama!

Posiblemente era por el estrés del lugar o porque hacia siglos no les daban vacaciones, aunque de todos modos serían idiotas en muchos aspectos. Idiotas por los que se preocupaba, lo demostrara abiertamente o no, eso hacía.

— ¿Se siente bien, señor?– le preguntó el niño rubio del overol — Se ve un poco molesto

Yosano le había dicho que controlara su carácter de egocéntrico inalcanzable o de lo contrario tendrían problemas, entonces no le dijo ningún insulto al menor ni fue agresivo con él, solamente suspiró regulando sus impulsos.

— Estoy bien, sólo que mis compañeros son un poco desastrosos y están teniendo un par de problemas sin mí en el trabajo– explicó mientras quedaba a su altura — Todo está bien, se resolverá pronto

— ¿Sabe qué hago cuando algo me hace sentir triste o ansioso?– trató de buscar algún tema en el cual los dos pudieran sentirse cómodos

— ¿Qué cosa?– le siguió la charla, el pequeño tenía cierto parecido con Elise, sólo que mayor, masculino y mucho menos fastidioso

— Colorear la vaquita– dijo alegre, sacando su libro con un montón de dibujos ya coloreados y otros muchos aún en blanco y negro — Kunikida-san me lo dio en mi cumpleaños pasado

— Kenji, no reveles cosas de ese estilo– le pidió el rubio mayor y de lentes, aclarando su garganta para continuar con las clases del albino — Luego sumas lo que ya llevas junto con los otros dos que apenas vas a sumar

Mini Jinko // SSKKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora