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Caída la medianoche, Akutagawa sabía perfectamente lo que tendría que hacer. Aprovecharía el pequeño vacio de dudas y confusión entre la Agecia para realizar su plan maestro, lo que Tachihara llamaban “tomalo y corre”.

No pensaba secuestrar al niño y salir corriendo, pero tampoco tenía en mente quedarse a tomar el té cuando una posible loca de los shurikens podría estar asechando desde las azoteas. Y no es por ofender a Kyouka y sus múltiples habilidades de asesina, más bien era por precaución y ya.

Era preferible que él recibiera los daños a que fuera ella la afectada.

Necesitaba preparar una vestimenta adecuada primero, no hacía falta que ambos menores se asustaran a tal punto de querer amarrarlo de un poste como le sucedió aquella vez intentando darle miedo a Gin. Fue hace mucho, pero el trauma seguía por allí.

Comenzó por saltar entre los techos, pasos rápidos y sigilosos que nadie podría percibir a no ser que fueran lo suficientemente atentos y le prestaran verdadera atención a su entorno. Necesitaba cuidarse a sí mismo y su entorno lo era el más indicado, la mujer de las canciones de cuna podría estar en algún callejón esperando para matarlo.

Y luego de unos minutos, llegó al edificio.
Se asomó por la ventana teniendo el máximo cuidado que el perro de la Mafia pudo haber aprendido a lo largo de los años. No estaba cometiendo ningún acto contra la ley, simplemente se preocupaba por el niño que había sido su rival a muerte y al cual le quitó una pierna en su primer encuentro… esto era más extraño de lo que parecía.

Porque, siendo sinceros, ¿cuál era la necesidad de estar haciendo todo esto cuando podía irse a cumplir con sus responsabilidades en lugar de querer cuidar de un mocoso con el cabello más horrible que podía existir en la historia de la humanidad y más traumas que huesos en su cuerpo?

El sentimiento era intensamente raro, tanto que no sabría cómo describirlo en palabras precisas.
Y mientras se hundía en su laguna mental de sospechas y pensamientos, el filo de un cuchillo para carne brilló en una esquina de la habitación.

Qué sorpresa que la pequeña Kyouka aún fuera una siniestra mocosa.

— No vengo a pelear, no vine buscando eso– dejó en claro, poniendo un pie en el marco de la ventana dispuesto a entrar — Baja el cuchillo, no hace falta poner amenazas de por medio

— Mentiroso– le dijo inmediatamente — ¿Quién te envía? ¿El Jefe, Kouyou-san, el gobierno? ¿Cuánto te pagaron a cambio?

— Deja de ponerte tan paranoica, no me pagaron y aunque lo hubieran hecho sabes que la Mafia podría darme incluso el quíntuple– aseguró frunciendo el seño, inspeccionando la vivienda — ¿Dónde está?

— ¿Para qué quieres saberlo? ¿No que no venías por él?– cuestionó mas furiosa que antes, estaba a nada de invocar a Yasha Shirayuki y hacer que le cortara los ojos

— Kyouka, la loca de los shurikens es lo que realmente me preocupa, sólo me solicitaron para cuidarlo ya que tiene un apego especial hacia mí que todavía no sabemos explicar– respondió finalmente entrando, recargando su espalda en la pared — No tengo el abrigo de siempre, pelear así evidentemente me tendría en desventaja

— Traes bufanda, eso lo compensa– atacó de regreso, era desconfiada por naturaleza debido a todo lo que había vivido y de eso Akutagawa era perfecto testigo — Quítate el abrigo, la bufanda y los zapatos

— ¿En qué te afectan los zapatos?– preguntó de todas formas obedeciéndola, todo lo dejó en un rincón hecho bolita

— Acabo de limpiar

— Ah

— En el armario, recién se durmió pero no dejaba de preguntar por ti, se la pasó culpándose de algo en particular y quiero que me expliques o no te dejaré verlo por el resto de sus días en ese estado

Mini Jinko // SSKKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora