12

1.9K 235 46
                                    

La situación era confusa, nadie comprendía muy bien qué demonios acababa de suceder y tampoco del por qué carajos Kunikida estaba al borde del llanto descontrolado igual que señora recién engañada a la que expusieron en Facebook por estafar a otras personas.

Muy extraño, demasiado. Y vendrán cosas peores, dice la Biblia. La Biblia y Fukuzawa, cabe aclarar.

En un enorme y profundo silencio que nadie se atrevió a romper, un suspiro divertido resonó en las cuatro paredes de la Agencia. Ranpo estaba a nada que querer perder un riñón por la risa, y es que realmente cada día se sentía más cerca de convertirse en una deidad sabelotodo que guiaba a sus pequeñas hormigas por el extenso mundo.

— La culpa es de Yosano, pero Kunikida es el que se siente más culpable porque estaba bajo su cuidado– sentenció el de boina — Así que dejen de querer ponerse como magdalenas y salgan a buscarlo que seguro se sorprenden de saber en dónde terminó

— ¿Y ya? ¿Eso es todo lo que dirá su santa Trinidad?– cuestionó la doctora cuidando que Dazai no se acercara a la ventana — Tres días, puta madre... ¡tres días y seguro ya hay otra organización queriendo su cabeza en una lanza!

— A ver, no es culpa mía que a ti se te haya escapado y que a Kunikida se le haya perdido– dictaminó sin preocupaciones — Salgan a buscarlo, seguro que lo encuentran

— No me había sentido así desde hace unos 4 años– murmuró el suicida sentado en el borde de la ventana — Olvidaba lo horrible que era...

— Dejen de culparse y querer morirse, vayamos a buscarlo en lugar de lloriquear– dijo Kyouka con mucha seriedad — Maten a todo aquel que impida recuperarlo, sólo cuiden que él no vea sangre ni tripas

Simplemente la situación se les escapó de las manos igual que Atsushi, tan sólo unos segundos bastaron para que la cosa se les fuera al demonio aún siendo unas 10 personas con una única tarea. Lo acababan de hacer mierda por el resto de la semana, el presidente los iba a despedir y acabarían de meseros en un McDonal's.

La menor fue la primera en salir, no tenía ni la más mínima idea de por dónde comenzar en una ciudad tan grande. Se demoraba 5 minutos en la cocina terminado de limpiar el desastre que Dazai ocasionó y perdieron al pequeño tigre en cuestión de segundos. Impresionante.

Calles y personas, todo lo que veía le ponía aún más nerviosa que antes debido a que cualquiera podría ser un considerable peligro para Atsushi en ese estado. Cierto, era un poderoso tigre blanco capaz de triturar huesos, sin embargo y de igual manera, no tenía control ninguno sobre ello.

No tener el mapa de un lugar que recién conoces y estar rodeado de desconocidos sin poder escapar o gritar por ayuda...

— ¿Dónde estás, dónde estás, dónde estás, dónde estás?– repetía una y otra vez lo mismo, esperando a que la respuesta le cayera del cielo

Invocó a Yasha Shirayuki desde el interior de un callejón para evitar ser vista, pidiéndole que cubriera terreno alto mientras ella continuaba buscando por debajo. ¿Desde cuándo Yokohama era tan malditamente enorme y con tantos lugares en los que podrían asesinar a alguien y que nadie se diera cuenta?

Atsushi podría haber muerto hace un buen rato.

Su respiración se volvió agitada y bastante irregular, con cada paso sentía que nunca acabaría y que la gente en plena calle tenía algo que ver con la desaparición del niño. Lo peor del asunto era que fueron adultos quienes lo perdieron, y no los iba a perdonar hasta que apareciera sano y salvo sin un solo rasguño.

— ¡Kyouka, por aquí!– le gritó Kunikida a unas dos calles al frente — ¡Te necesito de este lado!

— ¿Qué sucede? ¿Ya tienen algo?– cuestionó rápidamente al llegar a su lado — ¿Para qué me neces...?

Mini Jinko // SSKKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora