22

1K 142 52
                                    

La semana que había tenido no era ni medio normal, ir de viaje una y otra vez en menos de dos días tenía que ser digno de una tortura militar nivel 4. Antes era una bonita experiencia, ahora se trataba de hablar con señores rozando los 70 que sólo hablaban de negocios.

Odiaba a esos tipos, pero era necesario para mantener las facturas de la Port Mafia y que todo siguiera con su rumbo habitual. Era parte de ser un ejecutivo, y como le debía un favor a Kouyou, le tocó joderse.

Cuando llegó y vio todo hecho un desastre no fue de sorprenderse, el bastardo de Dazai siempre hacía lo mismo y ya no se molestaba en reclamarle o ir a quejarse, de todos modos eso no solucionaría nada. Comenzó con la limpieza, acomodó todo como esas señoras que guardan hasta las frutas por color y luego se tomó una larga ducha con aroma a vainilla.

Amaba el silencio, no siempre era así pero especialmente hoy agradecía que todo estuviera en total calma. Le hacía sentir tan relajado y con tanta tranquilidad que ni un meteorito le podría interrumpir el maravilloso momento.

Hizo lo de siempre, secar su cabello, hacerce de cenar, ponerse cómodo y encender el televisor gigante que tenía en la sala con la calefacción encendida y las luces LED en tonos oscuros. Una noche más que perfecta para seguir viendo su maratón de Corona de Lágrimas.

Y no había nada, en serio nada, que le arruinara la noche. Nada excepto su jefe parado en la puerta acompañado del presidente de la Agencia y un niño albino que traía las mejillas manchadas de mermelada.

Se golpeó a propósito la cabeza con el marco de la puerta, cerrando los ojos para controlar sus impulsos violentos de querer sacarles los ojos a cada uno y luego usarlos como reemplazo de aceituna en un cóctel.

— Buenas noches, ¿qué ocurre para venir a tales horas y fuera del horario laboral?– cuestionó intentando sonreír, le salió horriblemente forzada — ¿Y por qué traen un niño que parece ser su hijo o incluso nieto?

— No estoy tan viejo, Chuuya-kun– mencionó Mori un poco ofendido — Y no es pariente mío, es el chico tigre de la Agencia, así que en todo caso es nieto de Fukuzawa-dono

— Hijo o nieto o lo que sea, ¿por qué es un niño? ¿Que no tenía como 18 o 19 años?– interrogó, agachándose para quedar a su altura — ¿Qué comiste que vienes todo sucio de dulce?

— Ou-san me compró un rollito de fresa– respondió el pequeño, jugando con el borde de su overol — ¿Usted quién es?

— El tipo que al parecer va a ser tu niñero esta noche, ¿o me equivoco?– preguntó levantando su mirada hacia el presidente — Pasen, no tengo problemas con ello

El pelinegro le dio un leve codazo a Fukuzawa para que comenzara a explicar la situación, era su deber como líder y como reemplazo de figura adulta responsable en la vida del pequeño albino. Entonces tomaron asiento en la mesa mientras Atsushi se entretenía viendo la televisión y comiendo galletas, sin ponerle atención a su "conversación de gente madura".

Más bien parecían dos padres intentando convencer a su hijo mayor de que cuidara al mejor por un tiempo, pero Chuuya sabía que sólo buscaban dejar al niño con alguien de confianza para ellos poder reconciliarse de una manera... más adulta.

No le quedó de otra cuando Mori le propuso una semana sin papeleo durante el trabajo.

Así que, tan pronto como llegaron y se aparecieron para arruinarle la noche relajante, se fueron a un motel muy probablemente pero eso ya era entrar en detalles y no quería ni pensar en eso. Talló sus ojos con algo de cansancio, terminando de barrer y yendo junto al menor.

Atsushi ni cuenta se había dado de que los abuelitos ya no estaban y que en su lugar había un pelirrojo bastante bajito pero que se veía muy amigable.

Mini Jinko // SSKKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora