Llegamos a noviembre, el mes más duro de cada año pero que se va haciendo más llevadero.
¿Lo añoraba? Añoraba cada mínima existencia de Levi y supongo que sería así toda la vida, solo tuve que aprender (con mucho esfuerzo y muchísimo tiempo) que él no iba a volver, ni hoy, ni mañana, ni pasado, ni nunca.
Había gente que me preguntaba si me arrepentía de algo refiriéndose tanto a mi pasado y a mi presente, las decisiones que tomé fueron porque en su momento fueron las que creía convenientes o las que me parecieron adecuadas, siempre digo que de lo único que me arrepiento y sin dudarlo ni un segundo es en no haberle dicho te quiero a Levi, él me lo decía a menudo pero a mí esa palabra se me quedaba ahí en la garganta y cuando intentaba abrir la boca para que fluyera simplemente sonreía, a Levi le bastaba pero no sabes lo que tienes hasta que lo pierdes.
Debí decirle te quiero tanto o más como me lo decía a mí, pero por unas circunstancias u otras no fue así y esa espinita siempre se me quedará clavada, pasen dos o diez años.
Siempre que Levi me abraza pensaba, joder no puedo lastimarlo, no a él y también por circunstancias de la vida, lo mataron en la partida y la reina del jodido tablero no pudo salvarlo a él.
El clima en Mayfield era totalmente diferente, hacía frío, pero no hacía falta llevar tantas capas de ropa cual cebolla,
Llegamos el mismo día tres de noviembre a media mañana puesto que salimos pronto de allí; lo primero que hice al llegar a casa de mi padre (aparte de saludar a todos y darles algunos detalles), fue subir a mi habitación dejándolos, charlando.
No me llevé toda la ropa que tenía en mi habitación ya que consideraba que mucha de ella ya no formaba parte de la Olivia que era, piezas de ropa que eran como mi sello de identidad, siempre que venía las miraba con nostalgia, pero jamás me las ponía, me sentaba en el suelo, las cogía, las inspeccionaba y las volvía a guardar.
Quizá era hora de despolvar varias prendas en el día de hoy, de la Olivia que fui cuando todo sucedió, de la Olivia que vivió con Levi.
Me cambié de ropa, me puse mis míticas medias de rejilla, con unos calcetines color verde oscuro a la altura de las rodillas con unas botas negras; me puse un pantalón negro corto y algo roto con una camiseta bastante grande de Levi, era una camiseta verde oscuro de manga larga que simulaba una camisa por el cuello blanco en forma de esta y los puños como camisa también.
Seguía oliendo a coco como todo el cajón, era mi nuevo olor favorito y eso me traía buenos recuerdos.
―Ahora vengo ―dije bajando las escaleras a toda prisa.
Todos me miraron de arriba abajo bastante sorprendidos, pero no quería dar muchas explicaciones, creo que todos entendieron a la perfección cuando les mostré una sonrisa débilmente.
Me fui andando, hacía aire y el pelo se me iba de lado a lado, me había crecido bastante en dos años, pero me gustaba, me gustaba mi pelo ahora.
Vislumbré la puerta del cementerio desde lejos y accedí abriendo la valla de hierro, me sabía este camino de memoria, antes de irme de aquí, venía a menudo, me gustaba contarle todo, aunque él no me respondiera, quizá era una forma de no dejarlo marchar y eso hizo que las noches fueran insoportables y cada noche que no podía dormir volvía aquí y le lloraba y maldecía a la vida por quitármelo de la mía.
Al irme, vi las cosas con más claridad o todo lo que se puede ver con claridad, por supuesto.
Me senté ahí, en el frío césped al lado de la lápida, estaba bien cuidada, había traído tulipanes verdes frescos, los dejé encima de la tierra y me los quedé mirando fijamente durante un par de minutos... hasta que cogí aire y valentía.
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EL DIABLO TAMBIÉN VISTE DE SEDA || Bilogía Diablo
Science FictionEn el mundo en el que vivían, para algunos era indispensable no saber empuñar un arma. Un lugar, donde no es extraño ver peleas o escuchar disparos. Ni si quiera la policía intervenía en esos asuntos. Son dos bandas opuestas, pero a la par son igual...