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Los siguientes días fueron tranquilos, trabajaba un rato por las mañanas y cuando veía que la ira me inundaba por sentirme presionada, iba a andar un poco con Leviatán, mi padre y Andrea vendrían a por él dentro de unas horas,

Mañana ya volvía a empezar a fotografiar, me habían llamado para una sesión de fotos de unas amigas que acababan la universidad y querían un álbum bonito, me hacía ilusión hacer manualidades de esas, sobre todo porque me mantenía la mente ocupada.

En ello se basaba mi vida, en no dejar mi mente volar porque indicaba malos hábitos y me había costado mucho mantener la cordura, las discusiones con mis ataques de ira se hacían de un granito a una montaña de arena, las cosas más simples me hacían llorar a mares, pero a las horas podía estar riéndome como si nada, era agobiante y sobre todo era un desgaste mental.

Hubo una fuerte ventisca de nieve a pesar de ser octubre de nuevo, así que Hunter vino a la hora de comer puesto que suspendieron las clases.

Leviatán miraba por el ventanal del salón la nieve que caía al jardín mientras yo iba detrás recogiendo cochecitos y Hunter cocinaba unas lentejas (aprendió a cocinar en dos años y creo que fue la mejor decisión que el destino pudo mandarme).

―Esperaremos a Ronan y a Andrea, ―dijo Hunter― no tardarán en llegar y así ya comemos juntos.

Asentí empezando a meter las cosas en la bolsa de Leviatán, lo más probable era que se quedaran a pasar la noche hasta que despejaran las carreteras centrales para volver a Mayfield, pero era mejor tenerlo todo organizado en la bolsa que nos dieron.

―Ju-gah ―decía Leviatán señalando el jardín.

Hunter fue a ponerle unas botas, el gorro, los guantes, la bufanda y el abrigo, parecía un muñeco, salieron al jardín a tirarse bolas de nieve mutuamente, aunque Leviatán se caía de culo al suelo constantemente pero no paraba de reírse.

Decidí ir a por mí cámara de fotos, empecé a sacarles un montón de fotos desde todos los ángulos habidos y por haber, eran fotos naturales, sin posar, eran muy bonitos.

Después de un rato, mientras ponía la mesa llamaron al timbre, eran mi padre y Andrea, que venían congelados.

―Hostia puta, no había sitios donde independizarse ―decía mi padre entrando el primero mientras refunfuñaba.

―Una vez pasa el tiempo te acostumbras, ―me encogí de hombros― ahora encenderé la chimenea, tengo ahí troncos.

Leviatán vio a sus padres y entró corriendo a abrazarles, mientras Andrea se lo llevaba arriba a cambiarle el pañal y la ropa mojada por la nieve.

―Menudo crío, incansable eh ―decía Hunter.

―¿Puedes encender la chimenea? ―le supliqué a Hunter.

―Admite que te cuesta encenderla, no pasa nada, no te lo reprocharé ―dijo con su característica sonrisa ladeada.

―No, estarás cada día recordándomelo ―bufé.

Puse las lentejas en los platos mientras los iba dejando en la mesa.

―Al menos habéis hecho comida caliente ―decía mi padre.

―Ronan, no te quejes tanto, ¿has visto los paisajes? ―decía Hunter acabando de encender la chimenea.

―Sí bonito para unas vacaciones, ¿pero vivir aquí? ―suspiraba mi padre.

―He aprovechado esta charla maravillosa para darle un biberón que estaba preparado aquí y acostarlo un rato ―decía Andrea bajando las escaleras.

―Andrea, dame la razón, podrían haberse ido a un sitio menos remoto ―seguía refunfuñando mi padre.

EL DIABLO TAMBIÉN VISTE DE SEDA || Bilogía DiabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora