Me desperté llena de sangre, tenía alguna herida de la batalla campal que se había hecho, había varias celdas al lado de la mía, con barrotes muy estrechos entre ellas.
A mi izquierda estaba Levi, algo demacrado y a mi derecha Hunter, los dos estaban con heridas visibles en el cuerpo, yo era la que menos tenía, aunque notaba que me dolía todo el cuerpo.
Me acerqué gateando hacía la celda de Levi.
―Levi... ―susurré―. Levi, soy Olivia.
Abrió los ojos lentamente y me miró pasmado.
―Olivia, Olivia... ―dijo preocupado―. ¿Estás bien?, ¿estás herida?
―Tengo alguna herida y me duele el cuerpo, pero te aseguro que estoy decente ―dije para calmarlo.
―¿Por qué estamos los cuatro aquí? ―dijo él señalando a Ariel, que estaba a en la celda de al lado.
―Mi padre ―dijo Hunter desde el otro lado.
―¿Perdón? ―inquirí―. ¿Tú padre te ha encerrado a ti mismo también?
―¿Y cómo sabes que fue él? ―dijo Levi.
―De pequeño mi padre me llevaba siempre con él, a todos lados, me decía que no me moviera de una zona en concreto y cuando él desaparecía vagaba por el sitio por curiosidad ―dijo suspirando―. Una vez acabé aquí abajo, había gente encerrada pero no recuerdo mucho, tengo pocos recuerdos desde los cinco a los siete años.
Levi y yo nos miramos con intriga, ¿cómo hacías olvidar los recuerdos a un crío?
―Tu padre siempre fue un sádico ―replicaba Ariel―. No adornes la historia, ahora da igual.
―Enemigos y crees que voy a soltar las mierdas de mi familia ―negaba Hunter―. No creo.
―¿Crees que los enemigos importan ahora? ―Decía Ariel―. Tu padre nos ha encerrado a los cuatro por algún motivo que desconocemos.
Los guantes de las manos se me pegaban al brazo, había dado en algún charco porque parte de mi ropa estaba húmeda por zonas, estaba incómoda pero no podía quitarlos.
―Olivia, si tuviera mi mochila aquí te daría unas vendas o si diera la suerte unos guantes, siempre tengo unos de emergencia ―me decía Levi.
Negué con la cabeza.
―No importa, solo es incómodo ―dije para tranquilizarlo.
―Es buen momento para que nos cuentes eso ―dijo Hunter señalando mis guantes.
Antes de que pudiera contestarle entraron un par de hombres armados y con chaleco antibalas.
―Os traemos unas sudaderas, no queremos gente llena de mierda ―dijo uno de ellos.
―Y comida ―añadió el otro.
Nos dejaron una sudadera a cada uno y abrieron la puerta uno por uno para dejarnos una botella de agua y un plato con comida que olía de forma cuestionable.
―El alto cargo nos ha dado esto para ti ―dijo uno de los hombres hacía a mí.
Dejó unos guantes negros, similares a los que llevaba en estos momentos.
―¿El alto cargo? ―inquirí―. ¿Cómo sabe...?
―No podemos revelar información hasta ahora ―dijo el que nos dio las sudaderas.
Acto seguido se fueron, los chicos ya se habían puesto las sudaderas negras, así que procedí a quitarme la ropa, aunque estuvieran ellos, realmente no estábamos para ponernos quisquillosos, los ojos de Hunter no daban crédito de tal atrevimiento, me puse la sudadera, me iba extremadamente larga así que aproveché para estirar los guantes y quitármelos, masajeándome la zona por encima de la sudadera de haberlos llevado pegados por el agua tanto rato.
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EL DIABLO TAMBIÉN VISTE DE SEDA || Bilogía Diablo
Ciencia FicciónEn el mundo en el que vivían, para algunos era indispensable no saber empuñar un arma. Un lugar, donde no es extraño ver peleas o escuchar disparos. Ni si quiera la policía intervenía en esos asuntos. Son dos bandas opuestas, pero a la par son igual...