38| Fiesta de las Hogueras (2° Acto)

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¡Feliz sábado!

Uf... que les puedo decir. Tengo tantos sentimientos encontrados.

Espero que lo disfruten tanto como yo. 

¡Esto está de infarto!

Los dejo ;) 

Multimedia: High Enough - K.Flay

—Capítulo 38—

SEGUNDO ACTO



—Tú.

—¿Yo qué?

Mi cuerpo se amilana con la plenitud de sus movimientos y un calor recorre mis mejillas. Sus ojos están hambrientos y se lame los labios. Me estruja la parte posterior de mi cuerpo y me mete la mano dentro del vestido. Y antes de que pueda protestar, su boca me devora con un gruñido sádico y, en un agarre posesivo, me ataja con total lujuria dejando la pistola en alguna parte. Sus dedos tiran la tela de mi ropa interior a un lado y empujan dentro de mí. Mi clítoris aletea y la llena de placer.

No entiendo cómo diablos acabamos aquí.

Todo se va al desagüe.

Respiraciones irregulares.

Besos acelerados.

Calor infernal.

Caricias tentadoras.

En un sacudón, rasga mi vestido con un toque estimulante y, él a solo unos centímetros, se separa y se quita la camiseta por debajo de la cabeza. Inhala hondo y me agarra con múltiples excitaciones.

—¿No tienes miedo de que puedo hacerte daño? —Sus labios se curvan en una sonrisa desalmada.

—No.

Finjo que no estoy afectada pero lo estoy.

—¿Qué tan segura estás?

Su fuerza me acalambra y se cierne sobre mí. De inmediato, siento un silbido en mi tersa y resbaladiza piel. El sabor erótico del Martini en mi boca hace maravillas y mis muslos se aprietan de solo probarlos. Por mucho tiempo nuestros labios hacen eco. Sus dedos desgarran mis pliegues y mis gemidos resuenan todavía más que hace un instante.

—Lo suficiente como para... permitírtelo hacer.

—Sabía que tú también lo querías, sino mira como me mojaste la mano, hermanita.

Los bíceps de sus brazos se tensan y los ojos los tiene un poco más sombríos que antes.

El arte del dolor induce una sensación extraña en mis piernas y su lengua hace una barrida en mi piel.

—¿Qu-ué haces? —Un gemido pulula en mi garganta.

—Debería preguntarte eso.

Mi estómago se hunde con un manojo de placer acumulado y, casi como si yo también lo necesitara, beso la parte de debajo de su mentón. Pero él se aparta como si no quisiese que le bese esa pequeña parte de su piel.

¡Rayos!

No debería estar haciendo esto. Sin embargo, ya me ha cogido un calor y no puedo detenerme.

—Yo... no debí.

Mis mejillas se colorean.

—Es por ti que estoy jodido.

Rhys Mitchell: El sabor del pecado [ I ] +21 ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora