7 •Plantas•

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—No es lo que piensas —le digo a Darío, el mayordomo de la abuela, quien ha tenido la bendita suerte de abrir.

—Yo no pienso nada, señorita Emma —contesta, recojo el cabello de María para que continue vomitando en el lugar equivocado, pero al menos mis pies no están expuestos. ¡Que asco! Esto me merezco por idiota. —¿Quiere que cierre de nuevo?

—¡Noo! —froto la espalda de María y sostengo su cabello con un poco más de fuerza, ella golpea mi pierna, pero no puede dejar de vomitar

—¿Quiere que me ocupe, señorita Emma? —lo miro y volví mis ojos a María, ella en verdad estaba mal —su hermana la están buscando

—María... —me inclino un poco para ver su rostro ya no está vomitando —¿quieres que vayamos al baño?

—No, vete —se recompone de inmediato —Adeline, te está buscando y no quiero que te vincule conmigo, estaré bien —limpia su boca con el dorso de su mano —lamento lo de tus zapatos, no sentí que estaba tan mal

Asentí, no me importaba en realidad, me alejo de ese armario y me encamino al pequeño cuarto de baño que hay detrás de la cocina para lavarme los pies. Esto es algo que claramente me merezco.

Lavo rápidamente los zapatos y cuando estaba colocándomelos de nuevo, la puerta se abre y me encuentro con la mirada de Adeline.

—¡Donde diablos te habías metido! —grita haciéndome asustar

—La gente me intimido y me metí aquí —miento y me maldigo por tener que hacer esto, pero María no quería que nada se la vinculara conmigo.

—¡Dios, Emma! —exclama aún exaltada, acomoda su cabello y mira hacia arriba para controlar su respiración, me levanto del inodoro y la sostengo por los hombros, preocupada —Creí que... nada olvídalo —suspira e intenta darme una sonrisa

—¿Estás bien? —asiente

—Creo que deberíamos volver a casa —asiento, ya no tenía ánimos de estar aquí y por lo que podía notar, Adeline tampoco. Enredo sus dedos con los míos y me guio hacia la salida como si fuera una niña perdida, no pude volver a ver a María y cuando quise ir a saludar a la abuela, Adeline me dijo que mejor luego.

Caminamos con prisa, mientras escuchaba el pecho agitado de mi hermana, detrás dejaba una casa que había sido testigo del casi "te extraño" de María y quien nos había unido en el armario.

En todo el viaje a casa, no dijimos nada, Adeline se la veía notablemente molesta y eso me preocupaba, pero no quise preguntarle nada. Me deja en la puerta de entrada, Jacobo está en casa, al parecer había vuelto ya de la velada de mi madre, pero su auto aun no estaba presente.

—¿No bajarás? —le pregunto cuando noto que no apaga el motor del auto y niega

—Tengo que hacer algo, vete a dormir, ¿sí? —asentí

La observo acelerar y justo cuando se iba, llegaba quien mencione antes, mamá. El Ford rojo de mi hermana se perdía por el horizonte de la carretera, mi madre baja de su auto y se acerca a mí.

—Hueles a vomito —me dice

—Lo sé —contesto y me rindo al no ver más a Adeline, me adentro a la casa y firmo un pacto con Morfeo para caer directo a sus brazos en cuanto toco la cama.

***

Sumergí las manos en la tierra húmeda, Jacobo y yo estábamos preparando un pequeño espacio en el patio trasero para crear una huerta, mamá había salido hacia el super, Adeline... desconozco donde sea que esté. Dividimos un espacio de dos metros para remover la tierra, trajo varios plantines de su casa y esperaba que aquí crecieran de igual forma.

El aroma de las mentirasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora