17 •Recuerdo tan vivo y latiente.•

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Nada puede arruinarme la felicidad que tengo en el rostro, la bese, bueno no, me beso. ¡Me beso! Después de tanto tiempo, sus labios siguen mantenido la suavidad de mil algodones, su cuerpo sigue latiendo cuando estoy cerca y me sigue queriendo tanto como yo a ella, sigo enamorada, ¡Sigo sintiendo! ¡Sigo viviendo!

Le dejé dos mails está mañana a la Dra. Colorado, no quería enviarle un mensaje, vi más conveniente dos Gmail, ya que no va a verlos ahora mismo y eso es muy bueno, me da tiempo a cometer más locuras, por ejemplo, el abandono completo de las pastillas, no es algo que necesitaba, no necesito un suplemento para que mis emociones vivan, necesitaba sentir, saber que dentro de mí todavía existe la capacidad de tener sentimiento y latir, dios todavía puedo sentir.

Bajo las escaleras de dos en dos, me detiene Jacobo al final de estás y me mira analizante.

—¿Qué le ha pasado señorita?

—Nada

—La veo más radiante, brillante, ¿te sentís bien? —coloca su mano en mi frente y sacudo mi cabeza, mi madre esta en la mesa bebiendo un té con su mirada en ambos. —¿Qué planes tienes para hoy? —pregunta recostando su cuerpo en la agarradera de la escalera

—No lo sé, a penas voy despertando —me quito de su lado, me acerco a las tazas, tomo una y observo el café, hoy puedo tomar café. Me hecho una cucharada grande de la sustancia, dos de azúcar, un poquito de agua y a batir, que se mezcle con fuerza, con vitalidad, que el café me de fuerza para este día. Adeline besa mi mejilla, observa lo que bato y la quita de mis manos, ella comienza a batirlo. —yo puedo hacerlo

—Siéntate —ordena y no quiero hacerle la contra, correspondo, tomo el lugar enfrente de mi madre. Sus ojos azules me analizan como siempre, pero está vez lo hacen con más detenimiento.

—¿Dónde estuviste ayer? —pregunta, le miro —me cruce a Brooke en el supermercado

—Fui a la institución

—¿A qué?

—Cosas que hacer.

—Emma —suplica —no soy tu enemiga, no me trates como si fuera tal

—Nunca dije que fueras mi enemiga mamá —llevo una tostada a mi boca

—¿Por qué me ocultas las cosas? ¿Por qué no me dices la verdad? Solo quiero que me digas que estabas con ella —observo la negación rápida de Adeline detrás, sus desesperación porque diga que no fue así. —Lo aceptaré si así fue.

—Estaba con Gustavo

—Y con ella

—Y ¿Qué te parece? —golpea la mesa con tanta fuerza, que su taza de té se vuelca y cierra los ojos con tanta fuerza, lleva la mano a su abdomen y trata de controlar la respiración como en los programas de yoga para embarazadas.

—Voy a dar una vuelta —susurra, toma las llaves de su auto y Jacobo limpia el desastre que ha dejado su esposa, alias mi madre. Me da una mirada de desaprobación, luego escucho el portazo de la puerta de entrada, bienvenida la paz sea y la tranquilidad, Adeline deja la taza de café enfrente de mí.

—Tenias que decirle que no —murmuro —no es contigo en realidad, Emma, es con ella misma, son sus hormonas cada vez más odiosas y sus ganas por que el embarazo termine.

—Es una mujer complicada —susurra Jacobo mientras tira al cesto las servilletas que están mojadas y untadas en té.

—¿Quieres ir a pasar el día a la playa? —pregunta Adeline —tengo el día libre y puede ayudarte a ti un poco de sol

—¡Es una excelente idea! dejen a Jacobo solo con su madre, claro —suelto una risa incapaz de ser contenida del todo y miro a Adeline, sus ojos esperan una respuesta, asiento.

El aroma de las mentirasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora