20 •Perdidas•

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Intento mantenerla la calma, es un hecho que no voy a llegar a ver las clases de la universidad y que mamá tendrá que alejarse de mi por los próximos 20 años. Abro el baúl del coche, saco la llanta de auxilio y no espero mucho para agacharme y comenzar a levantar el auto con el gato.

—Deja eso un momento Emma —susurra mi madre, pero no quiero girarme a verle, quiero arreglar esto y pegar la vuelta. —No puedo estar detrás de ti todo el tiempo, no te odio a ti por sentir por esa mujer, la odio a ella por irrumpir en tu mente y destruirte.

—Ella... ella no tiene nada que ver en todo esto —contesto y sigo con fuerza intentando levantar el maldito auto que parece que lo hicieron con la intención de que nunca logre levantarlo. —¿Cuántas veces tengo que decírtelo? —pregunto molesta y el gato se zafa de su lugar, me balanceo hasta atrás y caigo sentada. Elevo mis ojos para verla —Cinco años pasaron, cinco años en los que no supe absolutamente nada de ella por que respeto lo que tu le pediste y no te odio por eso, no te odio por nada, mi odio nunca fue hacia ti

—¿Hacia quien entonces?

—Hacia mí, mamá.

Dejo de verla, bajo la mirada y observo la tierra a mi alrededor, me levanto a duras penas del suelo y le miro.

—Jamás hacia ustedes.

—Emma —susurra

—Jamás hacia ustedes, ni un solo día y María no tuvo nunca nada que ver con lo que a mi me pasaba, yo no los odiaba, me odiaba a mi por no haberme colgado ese día junto con mi padre —el dolor siempre seguirá estando presente, en pequeñas pulsaciones en la garganta, en el centro del estomago y en mis ojos llorosos, en el color marrón que observo con tanto dolor todos los días cuando me levanto y descubro que mis ojos, son iguales a los de él, pero yo no soy el. El nunca volverá a estar detrás de mi cuerpo cepillando mi cabello. Siento sus brazos aferrarse a mi cuerpo, intentando unir lo que se ha roto durante tantos años y ya no he podido volver a sentirme aferrada. —Me siento tan alejada de ustedes —susurro en su pecho, con su corazón latiendo en mi oído y llorando sobre mi cabello.

—No te alejamos

—Me ocultan cosas y yo... no entiendo porque —entre llanto y palabras trabadas me vengo abajo enfrente de mi madre, sin poder detener lo desbordada que me siento, lo cansada y fuera de aquí que me encuentro. —Son muchas cosas para recién llegar y no se como abordar todo... ¡Ni si quiera pude decirle lo mucho que la amo a Claris y que lo siento tanto!

Margaret intenta acercarse, pero me alejo, el contacto físico en estos momentos me obliga a querer correr, elevo mi mano para que no se acerque y cierro los ojos, tan fuerte que veo estrellado, negro, me mareo y me arrodillo en el suelo.

—Deje la universidad a principios del tercer año —confieso en mi momento más vulnerable, no quiero verle, no quiero abrir los ojos y ver su rostro la decepción.

—¿Es por eso que querías dejarla? Porque puedes retomarla en cualquier otro...

—No —la interrumpo y finalmente le miro —perdí la beca y tengo un pésimo informe... no espero volverlo a eso. No quiero seguir —tomo una bocada de aire —decepcionándome, estoy harta de hacerlo, necesito que me pasen cosas buenas y necesito ser feliz, una vez en mi vida.

Mi madre se sienta como puede a un lado de mi cuerpo, estira su mano para que me acerque más y como una niña de 9 años me recuesto en sus piernas, me acaricia el cabello, tal como lo hacia cuando no había días malo. Cierro mis ojos, siento su perfume y me adormezco, perdiendo completamente noción de que estamos en la nada.

—¿Por qué Adri me odia tanto? —pregunto —¿Qué le hice de malo?

—Tu nada cielo, tu no le has hecho nada —susurra acariciando mi cabello con más cuidado —el problema es de él, pero no es tu culpa

El aroma de las mentirasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora