23 •¿Todo tiene solución?•

467 64 10
                                    

—Solo fue una vez —muerde su labio, la desesperación se le nota en el brillo de sus ojos, su corazón palpitante puede oírse a kilómetros de aquí, como si fuera muy poco el espacio que tiene dentro para latir y necesita de más. Lleva su mano a su pecho con suavidad, le tiemble el labio inferior y los ojos de Adri han vuelvo a derramar lágrimas. La respuesta de María podría haberme calmado ahora mismo, pero pensar que ellos dos... juntos, teniendo sexo me ha inquietado el alma y quiero, por mucho que me este reprimiendo, tomar un hacha y matarlos a todos. —Lo conocí en un bar —aprieta los labios e intenta dar un paso hacia mi cuerpo, pero le niego de inmediato el contacto retrocediendo. —No sabíamos de nosotros Emma, no nos conocíamos hasta ese día...

—¿Te emborrachas y abres las piernas fácil? —pregunto molesta, mi pregunta le molesta lo noto por como su expresión cambia y antes de que pudiera abrir la boca de nuevo, mi hermano se interpone.

—¡Emma!

—Cállate, no tienes el derecho a retarme —tomo un trapo que hay encima de la mesa y se lo arrojo a la cara. —¡No tienes derecho a dirigirme la puta palabra! Ninguno de los dos —limpio los restos de lagrimas que se me escurren por las mejillas y me atrevo a rodear la mesada para salirme de ese lugar, el aire me falta.

—Dios Emma —María me sigue por el pasillo, abro la puerta de salida y me encuentro con una reunión familiar fuera. Han ocupado las sillas que tenemos de decoración, unas del estilo victoriano que, según Adeline, Jacobo las regateo a unos hippies de la zona. Los tres me miran, mi hermana se levanta intentado detenerme, pero no quiero nadie me toque y en cuanto pone su mano en mi hombro, me ocupo para empujarla. —No seas una inmadura —me detengo en seco y me giro para gritarle a la cara todos los insultos que se me pueden ocurrir a la cara, pero noto a Lolo dormido en las piernas de mi madre y me trago las palabras.

Simplemente me giro y sigo caminando, ninguno me detiene, más que María que no va a dar el brazo a torcer y decide que es buena idea seguirme en el auto.

—Emma por favor, escúchame —va andando despacio a mi lado —solo sube conmigo

—No quiero, quiero que dejes de hablarme y te marches a tu casa María.

Decido que lo mejor escabullirme entre las calles de las casa, Belleville es un pueblo que ha construido sus hogares con espacios separados por si alguien intenta secuestrarte alguna vez y se te sea más fácil escapar. Lo bueno es que me sirve... lo malo que no se muy bien a donde ir. Sus llamados detrás de mi son insistentes, la escucho a lo lejos, a veces a lo cerca pero no estoy segura de nada en realidad porque estoy con las mejillas empapadas de lagrimas y enojada. Enojada por mi maldita idea de volver a casa, por mi estúpido hermano que a final de cuentas se parece más a mi padre que a cualquier otro y enojada con mi puta familia por ocultarme semejante verdad.

Siempre supe que las mentiras tienen el tiempo corto, incluso para las mías...

Las mías.

Me detengo un momento, llevo unos cuantos pasadizos, hace frio y me tomo el tiempo para quitarme los restos de humedad de mi cara, debí hacer el escandalo con un abrigo puesto. Temo que me enfermaré luego por todo esto y... alguien empuja mi cuerpo contra la medianera que divide mi cuerpo de la propiedad de los vecinos y ante el impacto no dudo en gritar.

—¡Ayuda!

—Cállate —aprieta su mano contra mi boca y observo sus ojos marrones, esos de los que una vez estuve tan enamorada que me aprendí los versos de Bécquer de memoria solo por ella y para ella. Las lagrimas son inevitables, no puedo tenerla cerca. Intento alejarla de mí, pero no me lo permite. —Basta, harás que llamen a la policía

—Entonces suéltame —la empujo, pero se niega a quitar su cuerpo del mío y al menos me he liberado de su mano en mi boca. No puedo seguir mirándola a los ojos cuando solo me recuerdan la traición que me ha provocado en el corazón, María Milani es una bruja, es la misma bruja que conocí a los quince años y lo seguirá siendo toda su vida.

El aroma de las mentirasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora