25 •Lo siento tanto cariño, lo siento de verdad...•

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Tiro el teléfono sobre la cama, en veinte minutos serán las dos y no he logrado dar con María para saber que diablos debo hacer con ese lugar, preguntarle a mi madre no es una opción. Necesito encontrar la forma de solucionar esto sin sentir que voy a morir por tanta responsabilidad que tengo encima. No puedo pensar tranquilamente si no tengo mis ideas ordenadas. Me inclino para buscar en la mesa de luz la tira de mis pastillas quizás está muy mal tomarla fuera de horario y sin haber respetado nada en días anteriores, pero ahora necesito al menos sentir que tengo el control de algo.

Libero el medicamente de su capsula y la llevo a mi boca, la sostengo con los labios con fuerza y me acerco al escritorio para tomar un vaso con agua que me dejo esta mañana Jacobo. Tragarla se me dificulta mucho, no había hecho conciencia de lo seca que tengo la garganta y un ruido detrás de mí me sobresalta. Es Adeline.

—¿Qué quieres? —pregunto una vez que ya tragué todo lo que tengo en la boca.

—Saber cómo estas con tu nueva herida

—¿Cuál? ¿la de la mejilla o la del corazón? —pregunto con una clara ironía, tomo mi abrigo de la silla y trato de colocármelo con cuidado, el cuerpo entero está comenzándome a doler.

—No te mentimos porque queríamos Emma —vuelve a mencionar un suceso del pasado que necesito ahora dejar en pasado o al menos hasta que me haga efecto el antidepresivo y vuelva a mi forma de amor y paz. —Adri tenía que decirte la verdad y él no sabía cómo hacerlo

—Aja —subo el cierre de mi abrigo, fuera por muy soleado que este corre el leve viento fresco que me enfermará si no tomo medidas y no quiero pescarme nada.

—¿No puedes perdonarnos y ya?

—¿Me mientes con algo más Adeline? —coloco toda mi atención en sus ojos azules, traga saliva y retrocede un poco, su cabeza se ladea lentamente hacia los costados.

—No... —susurra con duda

—¿Con nada? ¿No hay otra mentira oculta dando vueltas por la familia? —vuelve a negar.

Su falta de corazón le impide decirme lo de mi amiga Brooke, no tan amiga en estos últimos días porque después de todo esto; no quiero verla. Asiento suavemente y me encargo de caminar hacia las escaleras, no me sigue, se ha quedado en mi cuarto pensando en las mentiras horribles que debe tener.

Si fueron capaz de ocultarme esto, ¿Qué más no me estarán diciendo?

—¿Dónde vas? —la voz de mi madre me detiene en la puerta de salida.

—Voy a caminar

—¿No está muy frio? —señalo mi abrigo, aprieta sus labios y asiente suavemente. —No llegues tarde

Abro la puerta de entrada, el aire está frio, pero soportable, Jacobo viene de la mano de Lolo y el muchacho viene hablándole de cosas de niños.

—¡Tía Emma! —corre hacia mis piernas, se aferra con fuerza y bajo mi mano para acariciar su cabello. —¿Quieres jugar a los dinosaurios?

—Lolo, Emma va de salida

—Emma puede volver a casa —insiste Lolo y sonrío, tendrá los ojos de Adri, pero en todo lo demás es María y eso me arde.

—Emma tiene cosas que hacer —intervengo divertida —pero cuando regrese podemos jugar

—Está bien —vuelve a tomarle la mano a Jacobo

—Iré a buscarla —hablo directamente con Jacobo —tengo que hablar de la institución —los ojos de Lolo están inyectados en mi rostro y me sonríe ampliamente.

El aroma de las mentirasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora