19 •Lolo•

625 79 14
                                    

—¡Arriba! —la voz potente de Jacobo me sobresalta y me levanto de la cama tan rápido como si estuviera en rehabilitación. Me arrastro al cuarto de baño, lavo mi rostro, hago del baño, cepillo mis dientes y escojo un vestido para el día de hoy. Una semana más en está pesadilla, una semana en la que no tomo mis pastillas, en la que no veo a María, y mucho menos a Brooke. La próxima semana tengo un sesión de emergencia con la Dra. Colorado. No por mí, por ella, quiere comunicarme algo y solo espero no sea traumático. Las cosas por aquí están más o menos bien, enero fue un desastre y lo que hace febrero conmigo es un poco aburrido. No espero un gran cambio después de todo, lo único interesante de la semana pasada es del amorío de verano de Brooke y mi hermana, y que Jacobo me consiguió un trabajo de medio tiempo en el vivero donde el compra todos sus yuyos.

El viernes cuando abrí mi cuenta bancaria se me sobresalió el corazón, ver una cantidad incontable de dígitos, y no le he dicho a nadie, todavía no puedo asumir que eso sea dinero en banco.

En fin, hoy no tengo que ir al trabajo y agradezco me da tiempo a poder llegarme a una charla en la universidad que dan sobre las carreras de educación que imparte la pequeña universidad de la ciudad de Belleville. No está en mis planes estudiar, pero debido a los últimos incidentes, debo.

Bajo las escaleras y me encamino con dos pasos largos a la cocina.

—Entonces, mi mamá me compro un dinosaurio grande —el hijo de Adri —y real, es muy muy real

—¿Y no te da miedo que te haga daño? —pregunta Jacobo con sus codos clavados en la mesa escuchando lo que el niño le dice, este es el primer contacto que tenemos directo, el día de la playa ya no estaba, Adri se lo había llevado.

—No, es mi amigo —susurra llevándose un gran pedazo de pan untado en leche a la boca.

—Buenos días —saludo, el niño se gira a verme y sonríe, con la boca llena de pan, le correspondo el gesto intentando no reírme.

—¡Buenos días, Emma! —saluda alegre Jacobo —supuse que necesitabas ayuda para despertar —comento

—Si, gracias, ya voy muy tarde así que necesito preparar un café para llevar

—¿Te iras en taxi? —niego

—Esperaba saber si me prestabas tu auto —Jacobo toce sin control, el niño sigue bebiendo su leche y comiendo pan, pero sin quitarme la mirada de encima. Tomo una servilleta y se la paso para que se limpie la boca, aquella le chorrea de comida.

—Gracias —le sonrío

—¿Tu sabes manejar? —asiento —pero no tienes carnet —asiento de nuevo, rebusco en mi billetera mi carnet de conducir, es una pésima foto, el día anterior había estado en una fiesta y las ojeras son devastadoras. —¿esa eres tú? ¿estabas drogada? —le quito el carnet

—Ya lo viste, es real, manejo, ¿puedes prestarme?

—No, hare algo mucho mejor, ¡Iré contigo! —comento con emoción, rodee los ojos y lo observo subir las escaleras. Me quede a solas con el jovencito, termine de preparar mi café y tomo un sorbo muy largo, Adeline sabe beberlo mucho más rápido que yo.

—¿Emma? —le miro —te llamas Emma, ¿verdad? —asiento —mi papá me habla todo el tiempo de ti —confiesa —mi mamá también.

—Lamentablemente nadie me hablo a mi de ti —me inclino para estar más cerca —¿Qué edad tienes, Laureano?

—Cuatro —hace seña con su mano, pero puso 6 dedos y me rio de ellos —mi mamá y mi papá me dicen Lolo

—¿Puedo decirte Lolo? —asiente. —¿Con quien vives Lolo? —pregunto

El aroma de las mentirasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora