Me quedé en silencio y mirándola como tocaba su piel quemada.
- ¡Andy! ¡¿Con quién estás?! - repreguntó, muy enojada.
- ¿Es Juliett? - Lola preguntó en voz baja, a lo que asentí disimuladamente.
- Juliett, estoy en la casa de mi herm...
Lola subió lo más rápido posible la escalera que nos separaba y se sentó a mi lado, donde Juliett la lograra ver.
- Hola Juliett, ¿Cómo estás? - sonrió.
Juliett no respondió, solamente apretó su mandíbula y frunció el seño.
- Anda afuera un minuto por favor. - le pedí.
- Pero no me saludó, quiero saber cómo est..
- Andá afuera, por favor - señalé la puerta.
Raramente me hizo caso y cerró la puerta detrás suyo.
- Juliett, ayer vine a la casa de mi hermano y me ofreció quedarme unos días, para no estar solo en el departamento tantos días, insistió y acepté.
- ¿Qué no sabes decir que no? ¿Dónde dormís? - dijo tan en voz alta que tuve que bajar el volumen.
- Duermo en una recámara.
- ¿Preferís dormir en esa casa antes que en nuestro departamento?
- Juliett, estaría una semana encerrado, no puedo juntarme con mis amigos porque están de vacaciones, me aburro muchísimo, me lo ofrecieron y acepté, estoy muy bien acá.
- Siempre tu familia está por sobre nosotros, voy a volver el viernes, a primera hora, en el departamento.
- No es necesario que vuelvas ant... - no llegué a terminar porque cortó la videollamada.
Hoy es miércoles, por lo que aún me queda tiempo. Creo que Juliett no comprende, ella pretende que me quede encerrado esperándola una semana sin hacer nada, solamemte esperándola.
Luego de unos minutos Lola entró.
- ¿Está todo bien? - preguntó sentándose en su cama.
- Si, todo bien. - apagué mi celular y lo puse a cargar.
- ¿Podrías ponerme crema? Me quema muchísimo la espalda.
Si. - suspiré.
Bajé la escalera y me senté a su lado, puse un poco de crema en su espalda y empecé a esparcirla suavemente, su piel estaba muy quemada.- Au.
- Perdón, te quemaste demasiado.
- Ahora los hombros y los brazos. - se giró viéndome.
- ¿Pero no podés hacerlo vos misma?
- Me duele el brazo contrario cuando lo hago.
Coloqué en sus hombros, masajeé y luego bajé a sus brazos.
- Me encantan tus masajes. - sonrió.
Ahora ponete en la cara, pareces un tomate. - le extendí la crema.
- ¿Querés que te ponga? Tenés un poquito rojo. - señaló mis brazos y mi cuello.
- No, después lo hago yo. - me puse de pie pero me agarró de la mano y volvió a sentarme.
- A ver, vamos. - forzadamente logró quitarme la remera.
- Dios, no se puede con vos.
No. - rió y me tumbó en la cama, caí boca arriba, y se sentó sobre mi regazo, y yo solamente llevaba un short, olvidé totalmente colocarme el boxer, mierda, no puede ser.