Capítulo 8

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Al llegar a casa quería quitarme la ropa, sentía que me estaba asfixiando y necesitaba un golpe de agua fría sobre mi piel, no sé qué narices estoy haciendo con todo esto, ni siquiera he podido contenerme y separar a Max de mí. Bajo el agua fría, reflexiono en cómo esto cambia las cosas, no puedo dejar que esto me afecte tanto y mucho menos dejar que Max me manipule con sexo y palabras baratas, tengo que ser más astuta y actuar antes que él, lo quiero fuera de mi vida cuanto antes y buscaré la forma de hacerlo. Estuve un buen rato en la ducha cuando escuché que abrían la puerta del baño, Tyler se había despertado y notado mi presencia, me sorprendió lo que estaba haciendo y es que a medida que iba avanzando hacía la ducha se iba quitando la ropa tirándola al suelo, se dejaba ver desnudo al completo con su pecho marcado, abrió la mampara y entró conmigo.
 

  — ¿Qué haces? —era una pregunta tonta porque sabía cuáles eran sus intenciones.
  — Esto —se abalanza sobre mis labios con un apasionado beso.
 

  Sus manos tocaban mis pechos mientras besaba mi cuello con anhelo, su miembro iba palpitando deseoso de ser tocado, mis manos fueron hasta él sin pensarlo, tenía ganas de hacerlo y no quería quedarme esta noche con las ganas de tener sexo. Enseguida me cogió de las piernas apoyándome en la pared para comenzar con lo que tanto deseaba, su palpitante miembro pasaba sin problemas en mi interior y con un leve quejido comenzó con sus embestidas que me hacían desear más. Su lengua lamia mis pezones con tanto furor que mientras lo tenía dentro de mí no podía parar de disfrutar, en menos de lo que cantaba un gallo, sentí que mi cuerpo empezaba a contraerse, estaba a punto de tener un orgasmo y no podía disfrutarlo más, cuando solté un grito ahogado, Tyler me soltó para que me mantuviera de pie, pero yo no podía así que me puse de rodillas, él por supuesto que no había terminado así que con mis manos comencé a masturbarle haciendo que se retorciera de placer. Sabía que estaba a punto, así que me puse en posición para que lo soltara todo en mis pechos, sé que suena raro, pero me gusta sentirlo en mi cuerpo, y sin más retraso empezó a salir disparado una gran cantidad de semen. Los dos habíamos quedado satisfechos por ese momento y no podía negar que lo había disfrutado más que nunca.
  Cuando tenía sexo con Tyler siempre era algo espontáneo, lo hacíamos cuando queríamos y cuando surgía, pero hacía varias semanas que no teníamos nada de sexo en nuestra relación, lo que supongo que era frustrante para él. La verdad es que teníamos mucha complicidad en el acto y eso hacía que nuestra relación fuera más resistente a la hora de sobrellevar los malos momentos.
 

  — Te quiero —me dice antes de salir del baño dándome un beso en la frente.
  — Y yo —le sonreí.
  — ¿Vienes?
  — Sí, dame un minuto —me quede mirándome en el espejo.
 

  Aunque estuviera bien ahora no dejo de sentirme mal por lo que había sucedido en la fiesta, me siento como si le hubiera engañado y no dejo de pensar que soy una mala persona, tengo sentimientos encontrados y estoy tan confundida que no sabría qué hacer con todo esto.
 

  *Maxwell*
  Ha sido otra noche de insomnio sin dejar de pensar en ella, quisiera sacarla de mi mente y no volver a saber nada de ella, pero es así, me frustro cada vez que pienso en lo que estoy haciendo y no es justo para ninguno de los dos. Emma me está volviendo loco y soy tan sádico que me encanta que provoque eso en mí, dar vueltas en la cama mientras recuerdo como su respiración se entre cortaba por mi culpa solo hacía que me imaginara tenerla en mis brazos, no dejo de recordar cómo estaba mojada y mis dedos eran privilegiados de poder sentirlo, no tiene ningún precio. La deseo más que nunca y quisiera que no fuera así porque en el fondo sé que lo que voy a hacer la hará daño y no quiero sentirme culpable cuando la vea hundida.
 

  — ¡Joder! ¿Qué estás haciendo conmigo? —me levanté de mi silla cabreado. En ese momento entra mi secretaria interrumpiendo mi momento Whisky.
  — Señor —dice con miedo.
  — ¿Qué quieres? —alzo una ceja, espero respuesta, pero no dice nada—. ¿Te vas a quedar ahí parada callada? O ¿Piensas decirme por qué me estás interrumpiendo?
  — Siento haberle molestado, señor Miller —coge aire—. Pero hay alguien que quiere hablar con usted, le he dicho que si no tenía cita no podía pasar, pero es muy insistente —esta mujer tenía una voz que irritaba a cualquiera.
  — ¿Quién es? —en ese momento entra por la puerta James, la verdad es que no me lo esperaba.
  — Soy yo —dice con la voz gruesa.
  — Déjanos a solas, Charlotte.
 

Al final del destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora